Seis cosas

Viernes, 14 Junio 2019 13:02

Hay una canción, por todos conocida, que dice: «Tres cosas hay en la vida: Salud, dinero y amor, y el que tenga estas tres cosas que le dé gracias a Dios…». En efecto, la salud es el bien más preciado, aunque la gente joven no llegue a valorarlo hasta que no madura lo suficiente, o se tropieza con alguna enfermedad. El dinero es también necesario, pero en su justo término, es decir, para poder tener cubiertas las necesidades básicas y poco más, porque cuando se acumula demasiado, el ser humano se vuelve, en general, egoísta, avaricioso y, a veces, intolerante y engreído. Al amor le pasa como a la salud, si se tiene, uno no se da cuenta de ello, pero cuando le falta se lamenta; aunque creo que lo importante es dar amor (o cariño, o una simple sonrisa) a los demás, más que recibirlo. Las personas se sienten más felices cuando son altruistas, generosas o filántropas, que cuando son ruines o mezquinas; y eso es muy importante, porque lo que más busca cualquier ser humano en la vida es la felicidad.

Pero además de estas tres cosas, hay otras tres que, según un dicho popular, todo hombre (o toda mujer) ha de realizar antes de fallecer para sentirse pleno: Plantar un árbol (y que fructifique, claro, o que eche raíces); tener un hijo (y que sea educado, generoso, tolerante, obediente, etcétera, es decir que le adornen todas esas virtudes que deseamos los padres, aunque cada uno debe ser como quiera ser, y no como los demás queramos que sea); y escribir un libro (y que se venda, aunque el hecho de tener muchas ventas no le confiere la cualidad de la excelencia, y es preferible siempre escribir algo que pueda trascender, algo que tenga cierta profundidad, a ensuciar las hojas de papel con letras que, aunque produzcan polémica —y eso siempre vende mucho—, se pueda prescindir de él al día siguiente de haberlo leído). De cualquier forma, hoy en día está tan inundado el mercado de libros (como lo está de discos, cuadros y, en general, de «supuestas» obras de arte), que considerar artístico un objeto, se convierte muchas veces en algo extraño, algo que sólo es válido para su autor o, como mucho, para algunos familiares o amigos.

A menudo soy muy escéptico, sobre todo cuando me levanto pronto y veo las cosas con un cristal diferente, y creo que poco de lo que se hace hoy en día va a trascender; pero los seres humanos somos tan vanidosos o tan petulantes, que nos creemos por encima de los demás. No somos nada humildes, nada modestos, nada afables. Nos falta dulzura, esa cualidad tan valorada hasta hace bien poco en las féminas, que decirlo ahora, y aquí, puede ser que se vea como un micro machismo, aunque creo que esa cualidad, como todas las anteriores, se deberían de dar por igual en hombres y mujeres, y no haría falta ni tan siquiera decirlo, porque se debería de sobreentender.

Espero que mañana duerma un poco más, y lo vea todo con otro cristal menos opaco, porque, en realidad, aunque seamos como somos, y muchas veces nos veamos despreciables, hemos de aunar fuerzas para intentar que todas esas cualidades positivas, que también nos adornan a los mortales, sepamos potenciarlas en favor de todos aquellos que se merecen nuestra sonrisa, nuestro interés, nuestra ayuda y nuestro anhelo.


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