La Trinidad

Viernes, 29 Diciembre 2023 21:06

Hace unos días que hemos celebrado la Navidad, una fiesta especial para todos los cristianos, pues en ese día conmemoramos el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. También los romanos celebraban el 25 de diciembre la fiesta del Natalis Solis Invicti, asociada al nacimiento de Apolo, y el 25 de diciembre era considerado el día del solsticio de invierno, al que los romanos llamaban «bruma». Precisamente, los jerarcas de la pujante iglesia católica decidieron, allá por el año 330, que en esta fecha se debía festejar el día del nacimiento de Jesús, haciendo coincidir así las fiestas navideñas con la Saturnalia pagana.

Desde el inicio del cristianismo, y durante muchos años, se había barajado la idea de que Jesús era Dios. Para resolver esta controversia, el emperador romano Constantino, convocó en el año 325 a los obispos a Nicea para celebrar un concilio, considerado el primero de los concilios ecuménicos. Asistieron una parte importante de todos los obispos, unos 300 aproximadamente. Sin embargo, Constantino no era cristiano, se convirtió al cristianismo más tarde, aunque no se bautizó hasta encontrarse en el lecho de muerte. El escritor Henry Chadwick, en el libro La iglesia primitiva, dice que Constantino, como su padre, adoraba al Sol Invicto, y que su conversión al cristianismo no fue un proceso de maduración interior sino un asunto militar. Él nunca entendió la doctrina cristiana, pero estaba convencido de que la victoria en el combate se produciría como un regalo del Dios de los cristianos.

La Enciclopedia Británica nos dice: «El mismo Constantino presidió de una forma activa las discusiones y propuso la fórmula definitiva que expresaba la relación de Jesús con Dios en el credo que emitió el concilio, que es consustancial con el Padre». Los obispos, salvo dos de ellos, quedaron impresionados por las palabras del emperador, y firmaron el credo, siendo decisivo el papel que jugó Constantino en el concilio.

Durante dos meses de controversias, aquel emperador pagano se inclinó a pensar como los que defendían que Jesús era Dios. Es cierto que Constantino no entendía nada de la teología griega, pero sí pensaba que aquella división religiosa era una amenaza para el imperio, y él quería fortalecer su dominio. Sin embargo, ninguno de los obispos que habían acudido a Nicea promovió una Trinidad. Decidieron solo sobre la naturaleza de Jesús, pero no sobre el papel del Espíritu Santo. Y aquí cabe preguntarse que, si la Trinidad era una verdad divina ¿por qué no se propuso en ese momento?

Después del concilio de Nicea, y durante varias décadas, continuó el debate sobre este asunto, llegando incluso en un momento determinado a pensarse que Jesús no era igual a Dios. Pero el emperador Teodosio estableció como norma el credo de Nicea y convocó el concilio de Constantinopla en el año 381 para aclarar la fórmula y para colocar al Espíritu Santo en el mismo nivel de Dios Padre y de Jesucristo. A pesar de ello, incluso después de este último concilio, llegó la Trinidad a ser aceptada de una forma unánime, pero solo fue definida en términos genéricos en el credo de Atanasio, un clérigo que había apoyado a Constantino en Nicea.

En todo el mundo antiguo, desde antes incluso de los tiempos remotos de Babilonia, era común la adoración de dioses paganos agrupados en tríadas. Esa influencia también dominó en Egipto, en Grecia y en Roma, en los siglos anteriores y posteriores al nacimiento de Jesús de Nazaret; y tras la muerte de los apóstoles aquellas creencias paganas empezaron a irrumpir en el cristianismo. Es decir, el cristianismo no eliminó el paganismo, se nutrió de él. Así, la fuerza espiritual de la religión egipcia, donde existía la tríada formada por Osiris, Isis y Horus, muestra un paralelismo con la teología cristiana. En Alejandría, clérigos de finales del siglo III y principios del IV, como Atanasio, reflejaron aquella influencia cuando formularon las ideas que prepararon el camino para definir la Trinidad.

También en el hinduismo nos encontramos con tres Devas (dioses principales) de la Trimurti: Brahma, Vishnu y Shiva. Los enemigos de los Devas son los antidioses o Asura, ¿quizá emparentados con los ángeles caídos, o con los demonios cristianos?

Todo esto nos lleva a pensar que el cristianismo no ha inventado nada. Se ha apropiado de los dioses de otras religiones, que ha adoptado a su modo y manera, para intentar crear una religión que perdurara en el tiempo y que pudiera influir poderosamente en todo el devenir político, militar y religioso de Occidente, algo que todos sabemos que la religión cristiana ha conseguido. ¿Habría que explicar algo más? Seguramente, no, o quizá, como mucho, en otro momento. Por ahora, sigamos con nuestras fiestas navideñas y que cada cual las celebre como crea conveniente, unos desde el punto de vista de la religiosidad y otros desde la solidaridad y la alegría familiar, que siempre es importante.


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Modificado por última vez en Viernes, 29 Diciembre 2023 13:11

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