Despedida

Viernes, 26 Abril 2024 21:11

Parece que esto se acaba. Después de veintiún años de ininterrumpida colaboración con este periódico, veo con tristeza y desilusión que ha llegado la hora, para EL ECONÓMICO, de bajar la persiana. Lo siento, a pesar de que me alegra que, primero Ana, y ahora Nacho, se hayan jubilado y que pasen a mejor vida. Les felicito y les hago constar mis mejores deseos.

Pero me entristece mucho, muchísimo, que desaparezca uno de los escasos medios de comunicación libres que aún quedan en este país porque, como debe ser, Ana y Nacho habían conseguido ser dueños de sus silencios y sus denuncias, de sus éxitos y fracasos, de su estado financiero y de ser o mostrarse amigos de sus amigos y no sentirse obligados a tragar piedras de molino. Eso es lo que significa ser un periódico independiente. Ellos, como decía un viejo sabio «sabían equivocarse solos».

Me entristece tener que dejar de escribir aquí, cierto que me siento cansado, ya son muchos los años, pero me hubiese gustado ser yo quien lo decidiese y no a causa de la desaparición del medio en que escribo, máxime por que hubiese preferido desaparecer yo (soy consciente de mi total contingencia) que este periódico en concreto, a mi juicio bastante útil y necesario para las gentes de este pueblo.

Ahora me toca despedirme de mis lectores agradeciéndoles a aquellos que alguna vez me dieron una palmadita en la espalda, dar las gracias a ese apoyo tan necesario en este trabajo tan individual que, a veces, te parece estar trabajando en el vacío. A los que molesté, a todos, les pido perdón, incluso a los que molesté a sabiendas. A estos últimos les quiero hacer saber que cuando, conscientemente, me he metido con ellos, me ha dolido tanto a mí como a ellos, pues estas cosas, las pullas y las denuncias públicas, no casan con mi ADN, pero el hecho de escribir opinión, si pretendes ser coherente, te obliga a decir lo que ves y como lo ves. Caiga quien caiga.

He pretendido siempre ser útil a mi pueblo y a mis gentes. No soy tan ingenuo como para creer que este papel que yo mismo un día me asigné, sea importante ni mínimamente decisivo; no es por eso por lo que escribo, lo hago fundamentalmente por utilizar un medio de los que aún existen donde, todavía hoy, los ciudadanos podemos expresarnos y tener voz propia. Y he seguido haciéndolo al comprobar que personas más preparadas y talentosas que yo no lo hacen. Al parecer, los tiempos actuales no invitan a enfrentarse a esa corrupción tan generalizada que produce justificados miedos e inhibiciones a la gente de bien. ¿A quién vas a denunciar? y ¿a dónde irás?, ¿a la policía?, ¿los jueces?, ¿al ineficiente, cobarde, o escurridizo político?


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