¿Ni olvido ni perdono?

Viernes, 18 Diciembre 2020 20:06

Todos los días se ven en las redes sociales imágenes de policías, guardias civiles, militares, políticos o, incluso, gente particular, que en su día fueron asesinados por ETA, con un rótulo en la parte superior, que indica «ni olvido ni perdono».

Es muy lamentable, desde luego, que estas muertes sucedieran en nuestro país, y que sucedieran cuando ya se estaba consolidando nuestra democracia. Supongo que para los familiares de esas víctimas, que tuvieron que pasar el mal trago de ver asesinado a un familiar cercano, no va a ser fácil olvidar la situación, y es lógico, aunque en un programa de televisión vi el testimonio de algunos damnificados, entre ellos el del periodista Gorka Landaburu, que querían pasar página y mirar hacia el futuro, para no regodearse con un dolor innecesario, que nada positivo les iba a traer en la actualidad. Me pareció la demostración de personas muy valientes que, lejos de buscar venganza, o de seguir hurgando en la herida, pretendían olvidar lo sucedido, para encarar el mañana con dignidad y nobleza.

Sin embargo, todos esos —o una mayoría— de los que cada día colocan fotos de gente asesinada por ETA, con la mencionada frase «ni olvido ni perdono», son los mismos que están en contra de la Ley de memoria histórica; los mismos que están en contra de recuperar la memoria de todos aquellos que fueron asesinados por el franquismo después de la guerra, que fueron enterrados en fosas comunes o tirados en cunetas de mala manera; y los mismos que no admiten que sus restos puedan ser recuperados por sus nietos, depositados en tumbas cercanas, donde los puedan recordar con cariño, y revisadas las sentencias por las que fueron condenados injustamente, para poder así restituir la honorabilidad que nunca debieron haber perdido, y que perdieron, en su mayoría, sólo por el hecho de haber pertenecido a alguna sección del funcionariado de la República, o por haber mostrado simpatías hacía esa República que, de una forma democrática, había sido instituida.

Hay cosas que no se sostienen, y si unos están en su derecho de poder recordar a aquellos familiares asesinados, a los otros les ampara el mismo derecho; y el tema de la Ley de memoria histórica, que tendría que haber sido propuesto en los inicios de nuestra democracia, fue una de las fisuras con la que nos encontramos, algo que se debía haber reparado con urgencia y que no se reparó; por eso es incomprensible, por una parte, que el gobierno anterior al actual no dedicara ni un solo céntimo a este apartado, y por otra, que haya todavía muchos que piensen que es absurdo, después del tiempo transcurrido, que se dedique el más mínimo esfuerzo a conseguir zanjar de una vez por todas tan espinoso asunto; pero claro, piensan eso porque a ellos no les atañe, y porque sus antepasados fallecidos durante la contienda civil siempre han estado en tumbas dignas, y sus nombres han estado exhibidos con todos los honores en las fachadas de las iglesias.

Desde luego, esta es una de las fisuras que quedaron, en un intento por conciliar posiciones tras la muerte de Franco, para que hubiera un consenso unánime, que permitiera iniciar una democracia en paz; pero no fue la única fisura, y ahora, que ya han pasado 45 años desde la muerte del dictador, es cuando se ve que todas aquellas grietas están empezando a resquebrajar una convivencia que urge apaciguar. De otra forma, no tendría ningún sentido que ahora aparezca un general retirado que llame a fusilar a 26 millones de personas, y que VOX reconozca como propia la voz de ese general.

Sus palabras son calcadas de las que dijo Franco en 1936, en una entrevista concedida a un periodista americano: «Estaría dispuesto a matar a la mitad de los españoles», o sea, lo mismo que piensa ahora este ex general: Acabando con todos los que tienen una ideología diferente a la franquista de esos militares retirados, se acaba el problema. Una forma poco sutil de terminar con todos aquellos que pueden mostrar un mínimo de crítica a las ideas de la derecha más casposa, esa derecha que sólo entiende el diálogo de las armas y no entiende el diálogo de las palabras y la razón. Esto sería impensable en otro país europeo, pero aquí, como no se cuestionaron en su día los crímenes del franquismo, ni se reparó a sus víctimas, tenemos aún esos brotes de odio hacia todo lo que huele a antifranquismo; pero ese es el odio que siente una parte de la derecha (la menos democrática), que no admite que exista un gobierno formado por todas las fuerzas progresistas del país.

Olvidar es difícil, porque la historia está ahí, pero eso no debe ser un obstáculo para que la reconciliación se lleve a cabo sin ambages de ningún género, sin rencores, sin desprecios, sin animadversión y sin resentimientos. Y esto, que es muy fácil decirlo, pero muy difícil ponerlo en práctica, se lo hemos de recalcar, con nuestro mejor talante, a todos esos que cada día en el congreso de los diputados destilan un odio visceral hacia la izquierda, elevan sus voces más ofensivas y lanzan sus amenazas más causticas.

Felices fiestas a todos, y que la alegría que nos caracteriza en estos días podamos trasladarla a todos los que nos rodean durante el resto del año, sean o no sean de nuestra onda política.


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