Cachemira

Viernes, 27 Abril 2018 16:03

El pasado día 13 de abril se manifestaron en Bombay miles de mujeres para pedir justicia por la violación múltiple, la tortura y el asesinato de la niña de ocho años Ashifa Bano, acto macabro que se llevó a cabo a principios de este año en Cachemira. Las protestas se extendieron a varias ciudades del país, que se unieron a la marcha protagonizada dos días antes en Nueva Delhi por Rahul Gandhi, líder de la oposición, exigiendo al gobierno protección para las menores indias.

El enfrentamiento entre la comunidad musulmana, a la que pertenecía la niña, y la comunidad hindú, fue lo que propició que un grupo de hombres, todos ellos hindúes, cometiera el brutal asesinato en un templo hindú.

Ocho personas han sido detenidas, entre ellas el guardián del templo y dos oficiales de la policía, que habían sido sobornados para encubrir a los asesinos.

La menor pertenecía a la comunidad musulmana bakarwal de Kathua, en el estado de Cachemira, y el propósito del crimen era una medida tomada por los hindúes para amedrentar y expulsar de la zona a la comunidad musulmana, que en los estados de Jambu y Cachemira supone casi el 70 % de la población, que, sin embargo, se encuentra dominada por los hindúes, algo, a todas luces, paradójico.

Las jornadas sangrientas, en las que decenas de muertos y cientos de heridos han sembrado la región, se han ido sucediendo como consecuencia de los conflictos religiosos, sin que las fuerzas de seguridad ni los militares armados, que también han sufrido las consecuencias, pudieran restablecer el orden.

Una vez más, los problemas religiosos son la causa de enfrentamientos entre comunidades y estados, que provocan violaciones, torturas y muertes. Seguimos sin entender que la religión es algo que debería unirnos, dentro de la diversidad que cada credo ofrece, pero en su lugar son la pugna, los disturbios y las muertes lo que asola a las poblaciones en las que cada una lucha por mantener su identidad. No salimos de la barbarie que devastó durante la Edad Media a Europa por conflictos religiosos; y ni los adelantos tecnológicos e industriales, ni los avances científicos, ni la información y la educación que se supone que poseemos son capaces de hacernos reaccionar, haciéndonos ver que todos tenemos cabida, dentro de nuestras diferencias, en este planeta, que a menudo se nos antoja nebuloso y sombrío.


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