Más sobre el día de la mujer

Viernes, 23 Marzo 2018 16:52

Después de todo lo que se ha hablado durante esta semana sobre las movilizaciones masivas llevadas a cabo por las mujeres el pasado día 8, con motivo del Día Internacional de la Mujer, poco más podemos decir.

Sabemos que el día 8 de marzo de 1857, cientos de mujeres trabajadoras del gremio del textil de Nueva York organizaron una marcha para reclamar unos salarios dignos, que en aquella época eran un 60% inferiores a los de los hombres, y que ese fue el motivo de elegir ese día para recordar aquel movimiento en favor de los derechos laborales femeninos.

Sin embargo, lo que nos demostraron todas esas mujeres (y muchos hombres que se solidarizaron con ellas) que salieron a la calle hace una semana escasa, abarrotando vías y plazas, es la unión que existe entre todas ellas para reivindicar que el daño que se le hace a una de ellas se le hace a todas; que ya está bien que sean ellas las que soportan el mayor peso de la sociedad y de la carga familiar, sin que se les reconozca su mérito; que tengan que ser siempre ellas las que, en una proporción muy alta, cobren un 20% menos que sus compañeros, cuando hacen la misma labor; que no se les escuche cuando están solicitando algo que les corresponde en justicia; y que muchos políticos alardeen de apoyar sus derechos y sus solicitudes, pero, después, todo caiga en saco roto, y una vez ha pasado el momento de euforia, vuelvan la vista hacia otro lado y sigan con sus mismas políticas interesadas y restrictivas, ya que lo único que les preocupa es el bienestar propio y el de sus «amigos del alma»; porque eso es lo que ocurre con este día, como ocurre con la mayoría de los días en los que se celebra algo: Mucho bombo y platillo, pero al día siguiente todo ha caído en el olvido, quedándonos sólo una inmensa resaca, cuando lo importante es que recordemos «todos los días» que para construir un mundo más justo e igualitario, «todos», hombres y mujeres hemos de unir nuestras fuerzas, pero para eso hemos de pensar que todos, sin exclusión de raza, sexo, país o color, debemos tener los mismos derechos.

Estamos terminando ya la segunda decena del siglo XXI, y es inaudito, y casi increíble, que en Occidente los derechos de las mujeres no sean los mismos que los que siempre han tenido los hombres, en todos los ámbitos y en todas las circunstancias, aunque se hayan dado algunos pasos importantes, casi siempre por la presión femenina y pocas veces por el reconocimiento masculino; pero todavía es mucho más denigrante que existan países en los que se considere a la mujer un ciudadano de segunda o tercera categoría sin que Naciones Unidas haga nada para corregir semejante desmán. Así no podemos construir un mundo más justo y más igualitario, algo que necesitamos con urgencia.


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