Armonía

Viernes, 17 Mayo 2019 12:05

No hace mucho, tomé la decisión de comentar en las redes sociales sólo aquellas declaraciones con las que estuviese de acuerdo. Era una manera —entendía yo— de no herir sensibilidades adversas, o entablar polémicas que pudieran derivar en posibles enfrentamientos dialécticos, al ser contestadas y replicadas cada vez con más ironía o más incisión. Espero poder mantener esta postura y no volverme atrás, porque, de lo contrario, sería un indicio de que mi evolución va en retroceso; y esto creo que es algo que ni a mí ni a nadie le debe parecer lógico, pues si hemos de madurar como personas, esa madurez también se debe de dar en los ámbitos de nuestras relaciones personales.

Sin embargo, observo que determinados textos que comparto, o que plasmo en Facebook (es la única red que utilizo), algunas veces son contestados, por aquellos que no piensan como yo, de un modo —al menos para mí— inadecuado (quizá no sea así y lo único que ocurre es que mi sensibilidad es más acusada de lo normal) o, como mucho, con referencias de dudoso origen que citan para confirmar su versión de los hechos; y eso que, cuando observo que mis palabras pueden provocar cierta polémica, o ningún regocijo, opto por guardar silencio y retirarme de la cuestión, porque me parece que siempre es mejor dejar al adversario que hable, que enzarzarse en una porfía interminable, en la que a una mayoría le gusta tener siempre la última palabra, pensando que así ha vencido en la contienda. Yo creo todo lo contrario. «Siempre es mejor —como se ha dicho— una retirada a tiempo que una batalla perdida» (no sé si es exactamente así la frase), y yo, desde luego, lo suscribo.

No sé qué pensar. ¿La polémica la entabla el que responde airadamente o el que comenta algo con la mejor de las intenciones? ¿Por qué estamos muchas veces pendientes de lo que dicen los demás, para, si no estamos de acuerdo, lanzar nuestros dardos más venenosos? ¿No es mejor un diálogo sereno y respetuoso con los que no opinan como tú? ¿Por qué queremos tener siempre razón, cuando la razón, la mayor parte de las veces, es algo muy subjetivo? ¿Es esto un problema de nuestra sociedad en general? ¿Es un reflejo de lo que ocurre con nuestra clase política?

No quiero ir de bueno por la vida (aunque algunas veces me gustaría serlo), ni sermonear a nadie (aunque inconscientemente lo haga), pero lo que en realidad pienso es que deberíamos dar ejemplo como ciudadanía y moderar nuestras alocuciones, para encaminarlas siempre por el sendero de la armonía y la concordia. Estamos ya en pleno siglo XXI, y ya va siendo hora de que desterremos los modos y las formas de actuación del pasado, que nunca nos aportaron ni nos condujeron a nada positivo, y empecemos a actuar en todos los ámbitos con la serenidad, el respeto y el aplomo que nos debe caracterizar como seres superiores, algo que muchas veces dejamos en entredicho, pues da la impresión de que caminamos hacia atrás.


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