Es probable que, sin saberlo, el ya fallecido Adolfo Suárez González haya prestado su último gran servicio. El pasado viernes, día 21, el hijo del primer presiente del Gobierno de la democracia, Adolfo Suárez Illana, comparecía ante los medios de comunicación para anunciar que: «el desenlace es inminente». Todos los españoles conocíamos el delicado estado de salud del Duque de Suárez, a consecuencia del Alzheimer, enfermedad neurodegenerativa que le fue diagnosticada en 2003, y que la familia del político siempre ha sobrellevado con absoluta discreción. Desde entonces, ya han pasado más de 10 años, pero hace mucho más tiempo que el fundador de UCD permanecía completamente distanciado del primer plano de la actividad política. No entiendo, por tanto, la comparecencia de su primogénito para anunciar que en cuestión de horas se iba a producir tan fatal desenlace. Este proceder habría sido completamente adecuado en el caso del Jefe del Estado, incluso del presidente del Gobierno, cuyas vidas guarde Dios muchos años, naturalmente.

 

Desde el momento en que el Rey Juan Carlos I encargó a Suárez que pusiera en marcha el proceso de la transición política del país, transformando, sin cambios profundos en la estructura del Estado, una dictadura fascista en una democracia, es evidente que Suárez tenía garantizado, per se, un importante lugar en las páginas de la reciente historia de España. Desde luego, su dimensión política es incuestionable, como, por otra parte, el paso de los años ha dejado bien sentado. Seguramente, Suárez Illana, militante del Partido Popular, salió al candelero informativo el pasado viernes, día 21, para compartir su dolor con todo el pueblo español, aunque, con esta declaración, varió durante todo el fin de semana el foco de atención, apartando del primer plano de la actualidad informativa las marchas por la dignidad, que culminaron el pasado sábado, un día después, con una multitudinaria manifestación en Madrid.

 

Según se ha dicho, ha sido la concentración más importante de las celebradas en democracia, por lo que a participación se refiere. Se habla, hasta de dos millones de personas. No es cuestión de entrar en guerra de cifras, porque las fotos de tan masivo evento hablan por sí solas. Pero, mientras la realidad es la que es, al Gobierno de la Nación le ha venido de perlas la comparecencia del hijo de Suárez, para que la manifestación del millón, millón y medio o dos millones de perroflautas y antisistemas, haya quedado diluida entre el choque del Madrid y el Barça, las informaciones sobre el inminente finamiento de Adolfo Suárez, la extrema violencia de los manifestantes y los múltiples policías heridos. Aunque, después de tanto ruido mediático y tanto machacar en los telediarios con los violentos perroflautas y antisistemas, ni los propios datos oficiales acompañan: los detenidos 24 y 101 los heridos; de ellos, 69 agentes antidisturbios, la mayoría leves.

 

Las portadas de ayer domingo, día 23, de los principales periódicos del país, no hacen más que secundar la línea gubernamental. El monárquico ABC titulaba con escasa riqueza tipográfica: «La izquierda radical provoca en Madrid los altercados más graves de la legislatura». El rotativo ultraconservador, La Razón, del Grupo Planeta, advertía en su antetítulo de portada: «los radicales asaltan Madrid», para titular: «22-M: la indignidad de la izquierda». El diario El País, del grupo Prisa, acuciado por el alto endeudamiento, despachaba el asunto con un titulillo a modo de pie de foto: «50.000 gritos contra los recortes». Lo repito, por si alguien puede pensar que se trata de un error de transcripción: «50.000 gritos contra los recortes». El Mundo, que nada y guarda la ropa después del cambio de director, salía del paso obviando los recortes del Gobierno: «Los indignados toman Madrid y exigen no pagar la deuda», mientras que La Vanguardia de Barcelona sí aludía a los recortes: «El malestar por los recortes se hace oír en Madrid», como si el Gobierno de la Generalitat de Cataluña no hubiera usado y abusado de la tijera recortadora. Ninguno de estos rotativos destacaba el dato de la espectacular participación ciudadana, que, probablemente, fue uno de los aspectos más notables de la noticia y que más interesaba ocultar al Partido Popular. Que tantísimas personas se concentren en Madrid para protestar por la situación del país, desmonta el discurso oficial de la recuperación económica.

 

Como consecuencia de las salvajes políticas neoliberales que ha puesto en marcha el Gobierno de Mariano Rajoy en estos dos años de mandato, la actual legislatura se está caracterizando por un considerable incremento de la conflictividad social, que, como se vio el pasado sábado, va en aumento. Los enfrentamientos con las fuerzas antidisturbios son uno de los aspectos que más pueden retraer a los manifestantes. Internet está plagada de videos que recogen, de distintas manifestaciones, muchas intervenciones de los efectivos antidisturbios, algunas de ellas muy desproporcionadas o de difícil justificación. Sin embargo, ni las cargas policiales, ni las detenciones, ni los múltiples manifestantes que han resultado gravemente heridos, han frenado a la ciudadanía, que, pasara lo que pasara, se ha tirado a la calle para mostrar su malestar por las políticas antisociales del PP.

 

Contrasta, sobremanera, de qué forma sale la ciudadanía a pelear, a defender sus derechos, mientras que, por ejemplo, los sindicatos mayoritarios del país le rendían pleitesía al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en la reunión celebrada el pasado día 19, donde participaron, además de los secretarios generales de CC.OO. y UGT, Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez, la ministra de Empleo, Fátima Báñez y el presidente de la CEOE, Joan Rosell. Ahora, que es cuando más falta hacen las centrales sindicales, no pasan por su mejor momento. Desde luego, UGT, hundida por los escándalos de corrupción en Andalucía. CC.OO., salpicada por los tejemanejes y cobro de abultadas dietas de alguno de sus representantes en el Consejo de Administración de la arruinada Caja Madrid, según se ha podido saber por los correos electrónicos de Blesa. Los sindicatos están vencidos y desarmados, pero, ¿era necesario que Fernández Toxo y Méndez acudieran a la reunión con el Gobierno y los empresarios?, cuando es evidente que este encuentro lo organizó Moncloa para intentar desmovilizar la manifestación del día 22. ¿A qué fueron?, ¿a ver cómo está obrando el milagro del empleo la Virgen del Rocío? ¿A que el señor Rajoy, que ha ninguneado reiteradamente a los agentes sociales, pudiera hacerse la foto de hombre dialogante? Menudo marrón se han tenido que comer Toxo y Méndez. Luego se quejan de que les baja la afiliación y pierden tirón social.

 

No sé si será un signo, pero el azar ha querido que el ocaso del primer presidente de la democracia coincidiera en el tiempo con la protesta más multitudinaria de este periodo. En aquellos años, cuando Suárez condujo la transición, el cambio político supuso un paso de gigante, un avance histórico que, sin embargo, visto ya desde la lejanía de algo más de 30 años, fue un cambio más formal que real. Aunque su muerte, vuelve a dar pie para que se reitere por enésima vez lo modélico que fue aquél proceso. Si mañana hubiera elecciones generales y ese millón y medio de perroflautas votara al partido de los perroflautas, obtendrían alrededor de 10 escaños, mientras que Convergencia y Unió, con medio millón de votos menos, colocaría 16 representantes en el Congreso. Este sistema, que se ideó en la modélica transición para garantizar la alternancia entre el PP y el PSOE, con el apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos cuando hiciera falta, es precisamente la principal causa de que la corrupción esté tan extendía y la democracia sea de tan baja calidad. Es lo que suele ocurrir cuando, en lugar de tirar la casa a bajo y edificarla desde los cimientos, se opta por la reforma, aunque el maestro albañil al que se le haga el encargo sea muy bueno, como sin duda lo fue Adolfo Suárez González, que en paz descanse.