Las ranas

Viernes, 19 Octubre 2018 16:31

Tengo la sensación, como porteño, de estar compartiendo junto al resto de mis conciudadanos, el conocido caldero donde se cuecen las ranas sin saltar porque al principio al agua se la encontró tibia y agradable.

En este caldero, el termostato ha ido subiendo inexorablemente, grado a grado, en los últimos tiempos con ”pujadetas” como el derribo de la antigua Escuela de Aprendices; el inacabable ¿nuevo? Pabellón Polideportivo; la (no) recuperación de ninguno de los edificios de La Gerencia; la patética imagen del edificio de La Cope, uno de los más visibles símbolos de la dejadez municipal; El Pórtico de la Plaza de la Concordia; El Horno Alto que ya va para 33 años sin poder ser visitado; el Museo Industrial al que no se le ve horizonte, ni ganas de inaugurar; la falta de proyectos o ideas sobre el aprovechamiento en un futuro del Pantalán, y, como símbolo de todo ello, el “Reloj de Sol” del paseo marítimo que nos sigue recordando todos los días, a los porteños que hemos perdido toda noción del tiempo, y le muestra a visitantes y turistas, superando todos los floridos discursos publicitarios, la desidia que nos invade.

Y la temperatura sigue subiendo. Algunas ranas, muy pocas pero eso sí, las “más listas”, han saltado a tiempo y se han ido a vivir a las laderas del Castillo. Mientras, los que nos hemos quedado en el caldero apenas tenemos ya fuerzas para protestar por la proyectada y electoralista “rehabilitación” del Casino de la Gerencia que amputará el espacio socialmente más importante del mismo: su salón de usos múltiples.

Esta última decisión municipal carece de la más mínima cobertura moral, lógica, o incluso de decencia política. ¿Cómo que no hay dinero ni presupuesto para la cubierta del salón del Casino y sí lo ha habido (lo cual me alegra, dicho sea de paso) para La Casa dels Peixos, para La Vía del Pórtic, para el Solar de Quevedo, para el Museo Histórico, para la Casa dels Berenguers….?

La cosa es de una cara dura tan grave como flagrante. No solo se trata del daño que se le hará a la Asociación del Casino sino también al conjunto de las gentes de este pueblo que ya padecemos de una pertinaz escasez histórica de lugares donde reunirnos y asociarnos.

Yo prefiero pensar en que solo somos unas pobres ranas a punto de cocernos, indefensas y atontadas por el calorcito de un agüita que alguna vez pudo ser agradable, porque, si no, tendría que reconocer, cosa que ni deseo ni me gusta, que verdaderamente somos una panda de estúpidos infelices con unas tragaderas más grandes que el tragante del Horno Alto que tan bien nos simboliza.


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