De turista

Viernes, 21 Julio 2017 17:07

La semana pasada hablaba de las múltiples carencias que hay en una parte del municipio, la costera, y que deberían de ser resueltas más pronto que tarde si realmente se pretende, como se repite hasta la saciedad, que Sagunto sea un municipio turístico. Pero vayamos ahora a la otra parte del término municipal, al casco histórico.
 
Un buen día de julio, a eso de las 11 de la mañana, llegamos a Sagunto con nuestro coche. Vamos a visitar el Teatro Romano y el Castillo. El primer problema surge cuando hay que aparcar, pues tenemos que dejar el vehículo al otro lado del río o en el parking de Sants de la Pedra. Una vez que hemos puesto pie en tierra, iniciamos la marcha, provistos de nuestra bolsa fotográfica y la cámara al cuello. Vamos avanzando y llegamos a la Glorieta, el calor se deja sentir, los 30 grados de temperatura y la humedad relativa empiezan a provocar la natural sudoración. Pasamos por el edificio consistorial y seguimos en dirección hacia la Plaza Mayor para enfilar la subida al Castillo.
 
Ya que no se puede utilizar el vehículo particular para remontar cómodamente tan empinada cuesta, tampoco encontramos un servicio de transporte público y ecológico que resuelva este problema, sin embargo, los coches de los residentes inundan toda la zona, por lo que no se termina de entender la restricción a los automóviles. Como hemos venido a Sagunto, ex profeso para visitar el teatro y las ruinas romanas, y, como probablemente ya no volvamos por estas latitudes, sacamos fuerzas de flaqueza y pese al intenso calor y una buena sudada, iniciamos la subida. Después de unos minutos largos y agotadores, llegamos hasta la explanada del Teatro Romano. Cae un sol de justicia y no corre ni una brizna de aire.
 
Visitamos este emblemático monumento, restaurado con más o menos fortuna, y cuando salimos hasta la calle para afrontar la etapa final de la excursión, en el interior del Castillo, comprobamos que la cuesta planta tanta cara que empezamos a dudar de que merezca la pena semejante esfuerzo. Al final, pensamos, repensamos y optamos por tomarnos un refresco, reponer fuerzas, volver sobre nuestros pasos y regresar en el coche hasta la playa del Puerto, comer en un buen restaurante y disfrutar de la tarde.
 
Dijo Juan Alfonso Gil Albors, en sus tiempos de director de Teatres, que teniendo en cuenta el esfuerzo que había que hacer para subir hasta el teatro Romano, ¿cómo se podía decir que iba poca gente a las actuaciones de Sagunt a Escena? Pues eso, que a los turistas hay que darles facilidades. No puede ser que para visitar estos monumentos tengan que afrontar una caminata, para muchos agotadora.

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