La Playa

Viernes, 05 Agosto 2016 16:04

Desde que, ya hace años, me jubilé y dejé de ser un currito dependiente y esclavo de horarios antipersonas, soy consciente de que puedo gozar en toda su magnitud de muy largas temporadas en una de las mejores playas del mundo. Yo no sé, y es quizás por eso por lo que me decido a escribir sobre esto, si todos los que tenemos la suerte de vivir aquí conocemos y disfrutamos de la magnitud de dicho tesoro y que incluso gozamos sin ser demasiado conscientes del privilegio que esto supone. Lo bueno es que, aparte de algunos madrileños y franceses, esta preciosa playa no ha sido descubierta por touroperadores ni empresas hoteleras de alto rango, por lo cual incluso en pleno verano está moderadamente ocupada y siempre encuentras un sitio o lugar amplio donde extender la toalla.
 
Aparte de que las aguas de mi playa no son peligrosas y normalmente ondea la bandera verde, la abundante arena que disfrutamos tiene un grosor perfecto para caminar o tumbarse, lejos de otras que, incluso con mucho pedigrí, se componen de granos gruesos que se clavan en la piel o de caparazones de moluscos triturados por el reloj del tiempo, y eso sin hablar de las que están llenas de gravilla y cantos rodados.
 
La arena de mi playa está separada del paseo playero y de la carretera por un muy amplio espacio de dunas apenas atravesadas por unos senderos de tablas. Esas dunas, afortunadamente bastante protegidas, albergan fauna y flora autóctonas propias del delicado ecosistema al que pertenecen, como las castañuelas, vulneraria, barrón … y también están más habitadas de lo que parecen por una fauna bastante propia, desde aves que acuden a ellas para anidar, como también por ratolines y topillos…
 
Me encanta el paseo playero. Además de contener multitud de aparcamientos, merenderos y chiringuitos para darse un gusto a la fresca, incluso una buena paella, en algunos puntos recibe la hospitalaria sombra de centenarias catalpas y también palmeras y otros árboles de sombra, además de estar delimitado por adelfas de distintos tamaños, colores y formas y, también, algún que otro cañar.
 
El paseo tiene la virtud de ponerte en contacto visual, auditivo y olfativo con el mar, con lo que tiene de relajante y placentero, pudiéndolo disfrutar en toda época ya sea para darte un antiestrés paseo reparador o bien para utilizarlo como parte de tu particular ruta del colesterol.
 
Este periódico, los que en él escribimos nos vamos (o nos quedamos) de vacaciones hasta septiembre. Nuestro deseo es disfrutar y que disfrutéis también de unas merecidas y satisfactorias vacaciones. Por ello esta columna está dedicada a aquellos que no van a pasarlas ni en Varadero ni en Ipanema: amigos, no hace falta, nuestra playa no tiene nada que envidiar a ninguna otra… y sale más barata. Que la disfrutéis.

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