Después de la masacre de Niza, al igual que en ocasiones más o menos recientes, suele resaltarse en los debates televisivos el comportamiento ejemplar del pueblo español después del 11-M. Se alaba la madurez de un pueblo que fue capaz, con el mayor civismo, de sobrellevar su dolor realizando las manifestaciones de repulsa al terrorismo con la mayor serenidad posible, en silencio y sin salidas histéricas.
También se resalta la sensatez y serenidad del gobierno no tomando ninguna medida excepcional ni fuera de la normalidad, haciendo que el país continuase su marcha sin resentirse del schok que significó el mayor y más cruento atentado sufrido en Europa en muchos años. Pretenden convencernos de que somos un pueblo modélico y sensato capaz de enfrentarse a duras pruebas sin perder la cordura ni la serenidad. Y un jamón.
Conocen tan bien al pueblo español y están tan acostumbrados a tomarnos el pelo que se columpian con nosotros de mil formas y maneras. Es lo que les hace afirmar sin ninguna clase de sonrojo, por ejemplo, que el PP es el gobierno que ha tomado las más y mejores medidas contra la corrupción: y ello no produce un estallido de indignación por la falta de respeto a nuestra inteligencia sino que además ganan las elecciones.
Veamos. Lo que pasó el 11-M no fue que el pueblo español fuese sensato ni ejemplar, sino que quedó noqueado primero por las terribles noticias, confusas desde el principio, y, luego desorientado por las mentiras del gobierno y su prensa empeñados en atribuirle la autoría a ETA. No valió que nadie que tuviese dos dedos de frente creyese tal cosa, no valió que al día siguiente la policía rodease en Madrid a un grupo de islamistas y que estos decidiesen inmolarse. No hubo manera: estábamos en elecciones y para el PP de Aznar, para el PP de la guerra de Iraq, para el PP de las Azores, era fundamental no reconocer un atentado islamista que hiciese visible y palpable la relación Iraq–masacre en Madrid.
La verdad es que nos conocen muy bien. Mantienen la tesis de la autoría de ETA (aún quedan diarios, periodistas y politicastros que insisten en lo que los expertos llaman “ingeniería histórica”) pero a la vez son capaces de participar en cualquier tertulia o hacer declaraciones institucionales en las que hablen sin que se les caiga la cara de vergüenza del peligro islamista afirmando sin el menor rubor que España ha sido la que más ha sufrido por ello. No conozco cómo funcionan las gentes de otros países, no sé cómo piensan o dejan de pensar, pero lo que sí tengo claro es que los españoles, además de ser un pueblo sin real conciencia democrática, tenemos memoria de pez. Y así nos va.
