No hay plan B

Viernes, 15 Abril 2016 15:16

Estamos dormidos frente al cambio climático. En pocos años hemos pasado de negarlo a esperar estoicamente a que se produzca, que se nos eche encima, paralizados tal como dicen que se comportan los ratones frente a la serpiente pitón cuando se les acerca para engullírselos. Al parecer se está empezando a gestar delante de nuestros ojos la sexta extinción masiva de la historia del planeta, una cuestión confirmada recientemente por biólogos de universidades tan prestigiosas como Stanford, Berkeley o Princeton. Expertos de todo el mundo coinciden en que sería absolutamente imprescindible comenzar ya una Tercera Revolución Industrial que apostase al máximo por la combinación de energías renovables, transportes sin conductores y con medios limpios, conseguir prosperidad sin consumir ni derrochar materias primas, sin tener que recurrir cada vez más a mano de obra barata, sin la explotación de seres humanos ni de la naturaleza.
 
Desarrollar los avances tecnológicos, las energías renovables y la industria y transporte sostenible, todo ello se llevado a cabo de forma conjunta, generando sinergias, quizás hiciese posible esa Tercera Revolución Industrial que pudiera conducirnos a ese imprescindible modelo socioeconómico sostenible, única arma capaz de evitar o paliar los efectos del más que previsible futuro desastre ecológico que se nos viene encima. ¿Es posible evitar el desastre? La respuesta tendría que ser positiva porque existen conocimientos, medios y personas capacitadas para realizar esa verdadera hazaña organizativa con la urgencia necesaria para cambiar en el plazo más breve posible el modelo productivo-consumista que nos está llevando al desastre ecológico. Es verdad que existen esas personas preparadas.
 
El problema es que estas personas, preparadas y capaces, aquellas que ya deberían tener en sus manos de modo colegiado el poder de decisión sobre los urgentes cambios que habrían de producirse no tienen ningún poder real, dependen de los distintos gobiernos absolutamente incapaces de unirse, incluso para tomar aquellas decisiones que son ineludibles para la más estricta y pura supervivencia. Pero lo peor es que aunque fuese posible esa reacción en la dirección correcta de los gobiernos, no tendrían capacidad real de intervenir puesto que quien manda y toma las decisiones en este mundo nuestro es el Mercado, y este, aunque parezca increíble, no tiene cabeza, ni ojos, ni corazón, únicamente se trata de una máquina de amasar dinero sin control ni cerebro humano. Los multimillonarios que viven y se enriquecen de las operaciones bursátiles hasta el punto de no tener idea real de cuanto poseen, mucho me temo que tampoco tienen capacidad para cambiar cosas que no son capaces de entender ni controlar. No tenemos Plan B. El desastre ecológico se nos viene encima y aún no hemos visto una sola medida coordinada a nivel mundial para siquiera paliar alguno de sus efectos más evidentes. Ni una sola. ¿Kioto? ¿Porto Alegre? No me hagan reir.

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