Iguales no, parecidos

Martes, 13 Mayo 2014 19:58

Parece que ha calado entre amplios segmentos de la población española que el PP y el PSOE son iguales. Ahora, que los ciudadanos tenemos una cita electoral en las elecciones europeas del 25 de mayo, puede ser un buen momento para reflexionar sobre esta afirmación tan categórica y que tanto perjudica al Partido Socialista. En el PP se encuentra agrupado todo el espectro conservador, desde la extrema derecha post franquista hasta los liberales. Sin embargo, es bastante obvio que hoy dirige el Partido Popular la corriente más ultra. Esto lo acredita, sobradamente, la política económica que aplican los populares desde que gobiernan el país. El partido de la derecha española, para que le salgan las cuentas, se está cebando contra las clases populares. Efectivamente, mediante los recortes salvajes en educación, sanidad, servicios sociales, pensiones, etc. y con una subida generalizada de impuestos, el Gobierno trata de cubrir las necesidades presupuestarias de la nación, mientras que las multinacionales y las grandes fortunas, apenas tributan. Es por este motivo que el peso del gasto público recae, en su mayor parte, sobre los asalariados, parados y pensionistas.
 
En consecuencia, el PP está aplicando políticas que, para favorecer a los más ricos, perjudican a las clases populares, pues, por un lado, pagan más IVA, más IRPF, más IBI y más impuestos especiales y, por otro, reciben menos prestaciones en educación, sanidad, pensiones y servicios sociales. El PP es el nuevo Robin Hood, el que aplica unas medidas que dejan caer la carga de los gastos del Estado entre trabajadores, parados y pensionistas, para que los más ricos apenas contribuyan, con sus aportaciones, al sostenimiento de la nación. Es un hecho constatado que las grandes compañías no tributan más del 5%.
 
Al margen de la doctrina económica neoliberal extrema que viene aplicando el Gobierno de Rajoy, es evidente que desde su gestión también emanan políticas que tienden a recortar los derechos fundamentales de la ciudadanía. La reforma de la ley del aborto o la nueva ley de seguridad ciudadana, ambas en preparación, son ejemplos bien claros de ello, por no citar las actuaciones ‘preventivas’ de las fuerzas de seguridad. Es lógico que desde el Gobierno de España se intente frenar la protesta ciudadana con una brutal represión policial y con una legislación agresiva que criminalice las movilizaciones. Se trata, en definitiva, de acojonar a la población, de atemorizarla para que no salga a la calle.
 
La primera diferencia clara entre el PP y el PSOE, es que mientras los populares son absolutamente fieles a su ideario neoliberal, los socialistas hace mucho tiempo que se distanciaron de su programa socialdemócrata. Hemos visto con claridad meridiana que el anterior Gobierno, el que presidía Rodríguez Zapatero, fue el que abrió el melón de la reforma laboral, los recortes y la austeridad. Es verdad que esas políticas, sobre ser de corte neoliberal, siempre fueron más moderadas que las implantadas posteriormente por el PP. Sin embargo, los socialistas, exactamente igual que los populares, siempre han observado una norma sagrada: que los ricos, las multinacionales y las grandes empresas, no tributen más allá de ese 5%. Un partido de corte socialdemócrata debe de favorecer la redistribución de la riqueza, de modo y manera que pague más el que más tiene, pero en la misma proporción, naturalmente. Es verdad que, por ejemplo, la Telefónica o Mercadona aportan más a las arcas del Estado que cualquier ciudadano, pero no lo hacen en la misma proporción. Ahí es, precisamente, donde el PSOE se asemeja más al Partido Popular. Si los socialistas no corrigen este desequilibrio, con políticas fiscales más redistributivas, serán inevitables los recortes sociales y el aumento de los impuestos indirectos, es decir, neoliberalismo en estado puro.
 
Por otro lado, ninguno de estos dos grandes partidos se ha planteado reformar el Estado y reducir su tamaño en aquellos aspectos prescindibles. No hace mucho tiempo que concluyó su propuesta, para la reforma fiscal, el mal llamado comité de sabios o expertos, que en su mayoría no son más que técnicos de ideología neoliberal en nómina de los poderes económicos. Pues bien, en ese reciente estudio, se ha planteado de qué forma se puede exprimir más el limón, es decir, machacar más sobre el mismo clavo. O sea, lo que se pretende con esa reforma fiscal es consolidar que los que más tienen sean los que menos aporten y que el peso de los gastos estatales continúe recayendo sobre los asalariados, parados y pensionistas.
 
Curiosamente, en ningún caso se han detenido a pensar esos ‘expertos’ en cómo menguar los gastos de la nación, eliminando unas instituciones y reduciendo otras. En este aspecto, el PP y el PSOE también se parecen mucho, puesto que estas dos grandes fuerzas políticas utilizan los diversos organismos del Estado para colocar a sus ejércitos de liberados, asesores y enchufados varios, que, realmente, trabajan para el partido. De esta manera, con los impuestos de todos, se pagan las costosísimas estructuras orgánicas de cada organización y, además, se ‘staliniza’ el régimen jerárquico de funcionamiento. Acuérdense de aquella famosa frase del socialista Alfonso Guerra: «el que se mueve no sale en la foto». Como hoy en día la mayoría de los políticos profesionales no tienen ni oficio ni beneficio, la dependencia económica del partido es la que garantiza su total servilismo y sometimiento. De ahí que antepongan el interés del partido al interés general.
 
Así pues, no se puede afirmar, desde el rigor, que el PSOE y el PP son iguales, pero sí bastante parecidos, sobre todo en política económica y en su grado de entrega y obediencia al establishment económico del país. Las diferencias que les separan son, por tanto, de matiz, aunque también es cierto que los matices pueden ser importantes. En todo caso, se puede concluir que el PP es un partido neoliberal extremo y los socialistas son neoliberales moderados. Si realmente existiera mucha diferencia ideológica entre ambas fuerzas políticas, el que fue secretario general del PSOE, Felipe González, no habría planteado, en plena campaña de las elecciones europeas, la posibilidad de formalizar, después de las elecciones generales de 2015, un gran pacto de gobierno entre el PP y el PSOE. Sobre esta cuestión, el veterano González ha dicho que: «si el país lo necesita lo deben hacer», para añadir que «no hay ninguna demostración de que la dispersión del voto ayude a arreglar los problemas», o sea que, como se trata de que no se disperse el voto, casi mejor el partido único.
 
Lo que está transmitiendo el señor González es que, al estar agotado el bipartidismo, el diseño de la transición ya no les sirve a los poderes económicos, puesto que ni con el auxilio de los nacionalistas catalanes y vascos, que también son muy conservadores, se va a poder dar estabilidad al Gobierno de España, de ahí que el Consejo Español para la Competitividad (CEC), que agrupa a las grandes empresas del país, esas que apenas tributan, ya haya mostrado su preocupación por que no se puedan constituir Gobiernos estables en el futuro. Por tanto, si a las grandes empresas y la banca les interesa que el PP y el PSOE se unan en un gobierno de salvación nacional, pueden estar seguros de que ambos partidos pondrán en marcha la coalición PPSOE. Al tiempo, porque en esta plutocracia todo es posible y todo se justifica, que para eso dispone de los grandes medios de comunicación y los mejores tertulianos a sueldo.

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Modificado por última vez en Martes, 13 Mayo 2014 20:26

 

 

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