Vox

Viernes, 07 Diciembre 2018 18:55

No tengo por costumbre dedicar este espacio a cuestiones nacionales, pero bien lo merece la irrupción de Vox en Andalucía. Hay que ver cómo se ha puesto todo el mundo por el crecimiento de los ultras: «que viene el coco, que viene el coco», cuando siempre han estado ahí.

El desaparecido Manuel Fraga Iribarne, que fue ministro de Franco, trató, tras la apertura democrática, de reunir en una sola marca a todas las sensibilidades de la derecha española. De esta manera, los liberales, los democratacristianos, y los de extrema derecha se fueron acomodando en Alianza Popular. De hecho, la desaparición de Fuerza Nueva, el partido fascista de Blas Piñar, fue la prueba más palpable de que esa facción ultra se integró en la formación de Fraga. Hizo falta que pasaran algunos años más para que, ya con José María Aznar, la derecha española se refundara en el Partido Popular.

A partir de 1996 los ‘populares’ lograron el apoyo mayoritario de la ciudadanía para acceder al Gobierno de España y, desde aquí, fueron cayendo otras piezas muy codiciadas. Casi toda España se tiñó de azul. Los socialistas resistían en Andalucía, aunque en cada proceso electoral iban perdiendo apoyo. Sin embargo, los múltiples casos de corrupción y las políticas antisociales aplicadas por el PP han dejado la marca muy tocada.

Llegados a este punto, los votantes conservadores quedaron desolados, pues no tenían más opción para votar que la de un PP totalmente desacreditado. Pero como en este país hay gente que cobra por pensar, surgió la idea de crear un Podemos de derechas. Dicho y hecho, Ciudadanos, que aceptó el encargo, se acostó socialdemócrata y se levantó neoliberal. Pero todavía quedaba por recoger ese voto radical extremo que no se veía identificado con el PP y mucho menos con los de Rivera. Aquí es donde se pone en marcha Vox, proyecto liderado por Santiago Abascal, un hombre que ha hecho toda su carrera política al abrigo del PP. Esto, que se llama diversificar riesgos, es fruto de la ingeniería social.

Así las cosas, los votantes de derechas ahora ya tienen tres marcas. Ciudadanos para los más liberales, el PP para los democratacristianos, y Vox para el segmento más extremo. Podría decirse que se han habilitado tres buzones para depositar votos, pero, por ahora, los tres conducen a la misma saca. Este triunvirato interpreta la misma partitura, Ciudadanos lo hace con el violín, el PP utiliza el contrabajo, y los de Vox el bombo. Lo cual no quiere decir que se tengan que perder las formas, ni mucho menos, lo normal es que PP y Ciudadanos se entiendan, y Vox, desde fuera, facilite su apoyo. Al final, objetivo conseguido y pieza cobrada, que es de lo que se trata.


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