Observo con preocupación cómo muy poca gente de este mi pueblo se interesa por las cosas de las que depende que el Puerto llegue a ser algo más que una ciudad dormitorio sin más encanto que poseer una playa magnifica escasamente promocionada. Me estoy refiriendo a la no recuperación de La Gerencia después de 31 años, a la rehabilitación de la misma y su futuro uso, así como también del adorno de rotonda en el que han convertido el Horno Alto, también al abandonado proyecto de Museo Industrial que, como todos los proyectos citados, han recibido desperdiciadas inyecciones de millones que solo han servido para convertirlos en juguetes abandonados.
Sería hora de que los que detentan alguna responsabilidad en cualquier aspecto del patrimonio industrial despierten, que entiendan que no se trata de instalar floreros para adornar el paisaje, que hay que poner en valor dicho patrimonio, fundamentalmente como motor para recuperar la conciencia de pueblo de nuestras gentes y en segundo lugar para hacer de este un pueblo atractivo cultural y turísticamente, complementando sinérgicamente al patrimonio histórico de Sagunto. Ambos patrimonios, bien desarrollados e inteligentemente unidos, convertirían a Sagunto en uno de los lugares más atractivos de la Comunidad Valenciana. Ese potencial está ahí, falta que los que responsables del cotarro se lo crean.
Resulta terrible que casi todo el mundo se haya olvidado de la Nau de los Talleres Viejos, esa que tantos millones nos costó rehabilitar, todo para convertirla en una especie de mueble inservible del que ya nadie se acuerda. Lejos quedan aquellos fastuosos eventos en los que se derrochaban a manos llenas los dineros como si fuésemos los herederos del Rey Midas. Lejos queda la inversión para la rehabilitación de la cubierta de la misma que prácticamente se hizo nueva. Aún más lejos queda, por desconocido e ignorado, la enorme y cuantiosa inversión para dotar a la dicha Nau de unos camerinos, guardarropas y almacenes dignos del Palacio de la Ópera de Viena. Más lejos quedan aún las engañosas promesas y la vana palabrería de los Zaplanas, Camps y demás comparsas.
Consciente de ser un iluso no me privaré del gratuito placer de exponer sucintamente lo que debería hacerse: crear una comisión compuesta al efecto por expertos, políticos de todos los partidos y representantes de la sociedad civil que, divididos en grupos de trabajo, se reunieran con la frecuencia necesaria para decidir con la mayor brevedad posible las distintas estrategias sobre cada uno de estos aspectos del patrimonio industrial puesto que, aunque comparten el mismo origen, hoy la necedad de nuestros anteriores gestores los han convertido en problemas distintos necesitados de soluciones diferentes y que en algunos casos tendrían que ser muy creativas.
Estoy firmemente convencido de dos cosas a la vez: de que esto sería posible y de que soy un iluso por creérmelo.
