Suele decirse que España, por su historia y posición geográfica, anda a caballo entre Europa y África. Afinando más se podría decir que entre Francia y Marruecos. Esto es así y se nota en muchos temas, especialmente en el que voy a tratar a continuación: la laicidad del Estado Español.
En España, como en Francia, figura en la Constitución de forma clara y explícita la no confesionalidad del Estado. Ello no significa ni puede en ningún caso significar menosprecio, condicionamiento, prohibición o cualquier otra cosa que pueda coartar la libertad de culto o religiosa. Eso la Constitución también lo garantiza. Me alegra constatar que en los años de vigencia de esta Constitución apenas recuerdo críticas a los artículos que en ella tratan de estos temas; se podría afirmar con bastante certeza que existe consenso tácito en el pueblo español acerca de la idoneidad de dichos artículos.
Pero ahora siento tener que hablar de la cara marroquí de la moneda: desde el primer día dichos artículos, tan europeos y tan progres no se vienen cumpliendo. Si en Marruecos al rey o califa se le considera descendiente de Mahoma y el pueblo marroquí está obligado a ser de la misma tendencia que él, aquí han continuado los obispos presidiendo y dirigiendo actuaciones públicas, recibiendo dineros y prebendas totalmente injustificadas y los políticos han estado y están, en su gran mayoría, bailándole el agua al clero, muchos de ellos sin ser creyentes, por falta de pudor o por miedo, como si el general no llevara muerto más de cuarenta años.
Resulta deprimente venir observando año tras año cómo se mantienen lo que dicen ser, para algunos, tradiciones y para mí son traiciones. ¿Cómo es posible que un alcalde y/o concejales de partidos que se llaman a sí mismos constitucionalistas o democráticos tengan la desfachatez de presidir oficialmente como cargos públicos actos religiosos? Ellos, que tienen el alto honor de ser representantes de TODO el pueblo, no pueden jugar al equívoco de apoyar una parte como si fuera un todo. Hacen cómo que no lo entienden o se hacen los locos. Un ejemplo: ¿Qué pensarían los atléticos si vieran en los actos públicos municipales a Carmena vestida con la camiseta del Madrid?
No. Un cargo público, sea del partido que sea, ni puede ni debe presidir actos religiosos. Ello no es óbice para que en uso de su libertad personal acudan o asistan a todas las misas o celebraciones religiosas que quieran ¡faltaría más! Pero en representación de todos no, es anticonstitucional además de antidemocrático.
Me falta añadir que, como en este pueblo somos así de chulos, algunos de nuestros concejales, incluido el Sr. Alcalde, asisten a dichos actos sin acordarse de que solo hace seis meses votaron positivamente para declarar a Sagunto Municipio Laico. ¿Sabían lo que estaban votando.. o hacían un paripé? Es para dudar.
