Hagamos memoria. Hace cinco años un señor llamado Zapatero, a pesar de ser el mejor exponente posible del “capitalismo compasivo” perdía por goleada las elecciones frente a un oscuro señor que no era capaz de entusiasmar ni siquiera a los suyos. Ello fue posible gracias a la increíble necedad de negar la crisis, hacer recortes sociales, cambiar un artículo de la Constitución del modo más antidemocrático posible y sobre todo dar una clara sensación de impotencia y falta de ideas.

 

El oscuro señor ni se lo creía. Una vez sentado en la Moncloa se dedicó a revisar su programa electoral para asegurarse de hacer todo lo contrario: habían mentido ocultando sus aviesas intenciones y siguieron y siguen mintiendo. Es lo suyo. Además de ello se han dedicado a protagonizar el mayor saqueo de las arcas públicas realizado jamás en la historia de este país. Y eso que el listón ya estaba muy alto. (Saqueo viene de entrar a saco)

 

En este momento y gracias a los dos viejos partidos el país está en ruinas, endeudado hasta las cachas y con una generación de jóvenes sin futuro, pagando las terribles consecuencias de estar gobernados por tanto inútil y sinvergüenza, la hucha de las pensiones medio vacía, la sanidad y educación pública en bancarrota y con la seguridad de que el nuevo gobierno que salga de las urnas, inevitablemente, no tendrá más remedio que seguir recortando.

 

Hasta aquí solo se trata de un breve repaso de dónde venimos. Afortunadamente (y esto me llena de esperanza) relativamente hace poco hubo un movimiento de protesta que se concretó en la toma de las principales plazas públicas del país por parte de los indignados. Aquello se denominó en su día el Movimiento 15-M y tal cosa fue crucial, nunca habíamos conocido nada más espontáneo y productivo, solo faltaba darle forma política para que no acabase en una movida estéril.

 

Como todos sabemos, hemos tenido la suerte de que un grupo de jóvenes intelectuales constituyeran una plataforma electoral que está transformándose en un partido que amenaza muy seriamente al putrefacto bipartidismo de estos últimos lustros. Son la esperanza de los ciudadanos y su mensaje fresco y renovador está siendo muy bien acogido por las clases medias y los intelectuales no apesebrados.

 

Son algo nuevo, distinto. No vienen del país de Jauja ni tampoco lo pretenden. Son gente muy formada que conocen muy bien las dificultades a las que se enfrentan. En los grandes ayuntamientos donde ya gobiernan podemos ver cómo les ponen palos en las ruedas para hacerles descarrilar pero a la vez vemos también cómo se las apañan para mantener las ventanas abiertas de las instituciones para que entre el aire fresco. Tengamos memoria, a la hora de votar recordemos el país que teníamos hace solo cuatro años.