Refugiados

Viernes, 04 Septiembre 2015 16:51

Volvemos de vacaciones. Atrás dejamos los intensos calores que nos van alertando de los efectos del famoso cambio climático. Siempre se habla de otoños calientes, pero en esta ocasión va a estar justificado porque hay varios temas conflictivos que hacen seguro un otoño difícil y penoso, muy por encima de lo que tenemos por costumbre. Seria tarea discernir cuál de todos esos temas es el más grave, aunque quizás en este momento el más urgente sea el de la crisis humanitaria de los refugiados sirios.

Quieren darnos la sensación de que el problema es el que tienen los gobiernos de la Unión Europea para alojarlos (o para quitárselos de encima) y en repartos y cuotas más o menos equitativas. La verdad es que no se piensa y apenas se habla de que el gran problema, el verdadero sufrimiento, es el de los refugiados, los que están soportando ese terrible y extenuante éxodo impuesto por circunstancia ajenas a ellos y que en gran medida se deben a la rapiña y políticas asesinas de aquellos países del primer mundo que ahora dicen no saber qué hacer con el problema.

Antes de abordar qué hacer con los refugiados habría que preguntarse qué es lo que nos ha llevado a esta situación y donde están los responsables; habría que recordar que Siria e Iraq eran estados laicos (¡¡laicos!!) que abarcaban una extensa área de territorio de población musulmana. Los integristas estaban controlados y sometidos por el poder de dos estados fuertes y modernos. Desgraciadamente unos señores, conocidos como “El trío de las Azores” inventaron una sarta de mentiras, aquello de las “armas de destrucción masiva” para desestabilizar, a costa de lo que fuere, aquel territorio dotado de un inmenso caudal de petróleo. No importó, ni importaba, cuántas vidas costara, cuanto se destruyera, cuánto patrimonio artístico e histórico desapareciera para siempre, cuanta miseria, sufrimiento y enfermedades produjesen, nada era importante, ni siquiera las armas de destrucción masiva que, una vez descubierto que no existían dejaron de tener relevancia. Nadie pidió perdón por ello.

Lo que sí se hizo fue señalar con el dedo a Siria como el siguiente objetivo. Después de pensárselo llegaron a la gran idea: utilizar para la siguiente campaña a los nativos (en todas partes hay estúpidos) La cosa sería mucho más fácil: los reclutamos, los adiestramos y los lanzamos a la guerra, se matan por nosotros y encima nos pagan las armas que les vendemos. ¿Con qué?: con petróleo. Hoy el ISIS vende millones de barriles a unos precios irrisorios, precios (adivinen quién está comprando) que han hecho caer el precio de la gasolina en el mercado mundial.

Conclusión: nuestra moralina cristiana nos impide cerrar los ojos a la crisis humanitaria, pero echamos mano a nuestro proverbial cinismo y regateamos a muerte para admitir los menos refugiados posibles.


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