A quién le importa

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 04 Marzo 2022 21:00

Estamos ensuciando la sociedad. Probablemente, la falta de información sea una de las características de las sociedades poco desarrolladas, pero empiezo a llegar a la conclusión de que los excesos pueden ser igualmente perjudiciales a todos los efectos.

Vivimos en unos tiempos en que el acceso a la información se ha revolucionado desde todas las perspectivas posibles. Y, lo peor, es que nadie nos ha enseñado a diferenciar lo que es información de lo que es mera opinión. Bajo un titular cabe todo, pero es elegante decir cuando se opina y cuando se informa.

Me preguntaba mi hija la otra tarde acerca de la capacidad de los medios de comunicación de crear opinión. Sin duda, hace tiempo que dejaron de ser el cuarto poder para convertirse en el primero. Por cercanía, por presunta credibilidad y por permeabilidad por una ciudadanía que sigue dando por cierto “lo que sale en la tele”, la información que aparece en los medios es dogma de fe para un alarmante porcentaje de la sociedad.

Todo esto podría no ser malo si no nos estuviésemos acostumbrando a dictar sentencias a la más mínima acusación. La presunción de inocencia pasó a la historia, como lo hicieron el video VHS o los Spectrum. A la más mínima ocasión en que alguien señala, ya nadie duda de la culpabilidad del señalado.

Viene esto a colación de la noticia surgida hace unas horas de que la Fiscalía ha dado carpetazo a las investigaciones sobre el Rey emérito. Tras casi dos años, autoexiliado en Abu Dhabi, la Justicia decreta ahora que no existen indicios de criminalidad. Pero la sociedad, hace también casi dos años, ya había emitido su propia sentencia de culpabilidad.

No hay duda que es un caso mediático hasta el extremo y que la repercusión que tuvo, en su día, con la reputación de la Familia Real en España fue voraz. ¿Y ahora qué? Pues aún peor. Cuando nada se había investigado, fueron muchos los que no dejaron lugar a la duda acerca de la culpabilidad. Ahora, que la Justicia, tras una dilatada investigación, llega a la conclusión de que no hay nada delictivo que seguir investigando, vienen a generarse las dudas acerca de si esa decisión es o no correcta.

Lo peor de todo es que no es un caso aislado. Ocurre, día tras día, con cualquier situación que pueda tener la más mínima repercusión mediática. Siempre hemos sabido que todos llevábamos dentro un entrenador de fútbol, un juez y un presidente del Gobierno. Mejor dicho, no uno, sino el mejor de los entrenadores, de los jueces o de los presidentes.

No solo no vamos a rectificar las dudas generadas, sino que podremos llegar a generar dudas acerca de la imparcialidad del sistema judicial cuando el veredicto sea contrario a la “sabiduría” popular. Probablemente, el problema se vea agravado por el extenso lapso temporal que supone una investigación de este calado, pero no estaría de más ser un poco más sensibles, primero con el investigado y, después, con la resolución judicial.

En este ejemplo concreto, me estoy refiriendo al que fue Rey de España durante unas décadas decisivas para vivir hoy en la sociedad que vivimos. Con sus luces y sus sombras, como nos pasa a todos, representó la estabilidad nacional en momentos cruciales y, lo que es más importante y decisivo, abdicó cuando llegó a la conclusión de que su figura podría generar suficientes controversias para hacer tambalear esa estabilidad que tanto había costado conseguir.

Pero da igual. La misma reflexión vale para un Rey, para un alcalde, para un profesor o para un alumno. Esto de ser buenos en juzgarlo todo, no está haciendo ningún favor a la convivencia. Judicializamos la vida sin necesidad de pasar por un Juzgado. Actuamos siempre con los recelos que genera vernos inmersos en una investigación judicial solo por haber hecho nuestro trabajo de la mejor manera posible. Da igual si hablamos de políticos, de médicos o de docentes. En todos los casos, toca nadar guardando bien la ropa ante esa “justicia social” que se ha convertido, precisamente, en todo lo contrario.

Sin duda, nos iría mucho mejor viendo qué debemos hacer cada uno de nosotros para que la sociedad mejore, que empeñándonos en ver presuntos culpables allá por donde se nos quiera hacer mirar. Quizá la sociedad sería más limpia, la convivencia más sana y la información más pura y elegante.

Si no apostamos por ese cambio y seguimos este camino, que la Justicia diga lo que quiera porque… ¡¡a quien le importa!!

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

 

 

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