El Puerto

Viernes, 15 Febrero 2019 15:54

El Puerto no es un pueblo feo pero, reconozcámoslo, de bonito no tiene nada, se nota demasiado que no está construido con mucho amor. Era y es un producto netamente proletario. Mi padre decía que parecía un pueblo hecho a puñetazos.

Pero lo que es evidente es que se trata de un pueblo con gentes acogedoras, gentes que no se meten en la vida de nadie y en el que todo el mundo es bienvenido. Aquí es normal que cualquier forastero, al poco de haber llegado, confiese que se encuentra muy a gusto, que se siente bien recibido y al que le resulta facilísimo adaptarse. Cuesta muy poco hacer amigos e insertarte en cualquier ambiente, según gustos y aficiones. Al poco tiempo aquí te sientes uno más.

No es fácil saber muy bien el por qué esto es así, quizás la cosa sea tan simple como que se trata de un pueblo compuesto por gentes procedentes de todos los puntos cardinales y en el que nadie se puede identificar como familia con un alto grado de antigüedad. Otra de las causas es que al ser un pueblo de trabajadores apenas existen diferencias sociales, no existen personas ni familias que propiamente puedan denominarse ricos, a lo sumo trabajadores a los que les ha podido ir bien económicamente y por tanto “gozar de un buen pasar”.

Si profundizamos un poco más en el porqué nadie aquí se siente forastero, debemos contar con que al haberse conformado este pueblo con gentes de tan diversas procedencias y sin que ninguna de esas oleadas de inmigrantes se haya constituido en grupo predominante, ha permitido que el Puerto sea uno de los pocos pueblos del estado español que apenas tenga componente nacional o identidad heredada. Naturalmente que se trata de un pueblo con identidad, con mucha identidad diría yo, pero propia y mestiza, mezcla de muchas otras y que, al menos por el momento, queda exenta de esa tan extendida puerilidad del “orgullo” de ser o no ser de aquí o de más allá.

El porteño en ese sentido no se siente ni tiene porqué sentirse “orgulloso” ni avergonzado de nada, tampoco necesita banderas. Esas cuestiones tan altamente divisorias y excluyentes ni preocupan ni apenas ocupan lugar en la mente de las gentes de este pueblo. Esa falta de nacionalismo nos hace sentirnos más próximos al forastero, al recién llegado, y convierte a este pueblo en uno de los lugares donde más brilla la solidaridad con los más necesitados o los más desfavorecidos, sean de donde sean o vengan de donde vengan.

La gran cantidad de ONGs solidarias existentes y las muchas personas implicadas en ellas son la mejor prueba de lo que afirmo.


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