Amor vacui

Jueves, 12 Julio 2018 16:57

Parece cierto que existe, sino en todos, en la mayoría de los humanos un temor innato, miedo, una especie de horror metafísico o atávico al vacío. Hay mucho escrito en la historia del arte sobre ello, sobre todo en la pintura, pero también en la ciencia  y en casi todas las disciplinas del pensamiento, la filosofía, la psicología… en oriente, en el taoísmo y en el budismo, se dice que el vacío es la realidad profunda de las cosas, que buscar el vacío en la realidad aparente es buscar su verdadera esencia.

Este horror vacui afecta a la humanidad desde tiempos inmemoriales, pero es cosa que no nos preocupa a los porteños, nosotros venimos del siglo XX y aquí las cosas son distintas: desde que se creó este pueblo se dio y se sigue dando la batalla contra ese denostado miedo al vacío; prueba de ello es comprobar cómo, día tras día, mes a mes, los camiones de la SAG se llevan los contenedores del plástico y los del cartón vacíos gracias al ingenioso truco de inhabilitarlos “llenándolos” de recipientes vacíos.

No importa que la SAG insista volviéndolos a traer, nosotros, en nuestra esforzada lucha contra el horror vacui en muy pocas horas los volvemos a inhabilitar metiendo unas cuantas garrafas de diez litros sin chafar en unos y, en los otros varias cajas de cartón sin plegar, y así, una vez llenos de vacío, se los vuelven a llevar.

A los de la SAG les da igual, ellos viven de eso, de llevar y traer, pero así los porteños nos reafirmamos en nuestra original idiosincrasia, porque tontos no somos, el servicio lo pagamos y la cosa nos perjudica el bolsillo, pero ahí precisamente se evidencia la fuerte personalidad de un pueblo que se ha forjado a sí mismo: no nos da la gana de pegarle un pisotón a una garrafa o a una caja, por ahí no pasamos.

A diferencia del personaje de Xavi Castillo que encarna al rico valenciano de pueblo (“Aixó ho pague jó”) aquí nos enorgullecemos de nuestra humilde condición y construimos nuestra propia identidad colectiva, pero en castellano: “Esto lo pagamos entre todos”. Y tan frescos. Dicho así parece una estupidez, pero en realidad es un rasgo distintivo propio de la personalidad porteña, como gastarse el dinero en pólvora…

¡Ojo! No somos incívicos, no metemos plástico en el papel ni papel con el plástico, eso no estaría bien. De lo que se trata es de dar nuestro “toque” original, demostrar nuestro “amor vacui”. Así lo que de otra forma no sería más que vulgar reciclaje se convierte, además, en una nueva y original forma de crear más empleo en la SAG.   


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