Refugiados

Viernes, 18 Mayo 2018 15:25

Cuando hablamos de refugiados nos referimos a aquellos que llegan a este país por diversas razones pidiendo ayuda. Unos huyendo de guerras, como los que hoy proceden de Siria y ayer de países balcánicos, otros huyendo de persecuciones étnicas o religiosas del África negra u otros lugares igualmente intolerantes, lugares poco seguros para la vida de las personas; en otros casos hay que hablar de los que abandonan sus países por cuestiones nacionales, como los kurdos, los palestinos o los saharauis. Desgraciadamente existen multitud de “razones” para que cientos de miles de personas tengan que abandonar sus tierras, sus hogares, sus familias, corriendo serios peligros al dirigirse a destinos tan inciertos como indeseados. Generalmente estas personas, tan vulnerables en el momento en que ejercen su derecho natural (el planeta no pertenece a nadie) a buscarse otros espacios más seguros para sus vidas, o simplemente para huir del hambre, encuentran en las gentes de los pueblos receptores una cierta solidaridad en las zonas por las que tienen que circular y en las zonas de destino, pero a la vez lo “normal” es que las autoridades locales constituyan un nuevo problema para los recién llegados.

Una cosa es que realmente haya que atenderlos y a su vez controlarlos desde los puntos de vista de la seguridad sanitaria, de la seguridad pública y privada, realizando los controles que se estimen necesarios, y, otra, que todo ello se convierta para el Estado en la gran excusa para eludir sus responsabilidades en cuanto a Derechos Humanos, maltratarlos física y moralmente, convirtiéndolos en indocumentados que pululan años tras años por pueblos y ciudades, sin papeles, sin derechos, sin personalidad, ni jurídica ni de ningún otro tipo. Los convierten en sombras que se mueven inadvertidamente a nuestro alrededor, aguantando sus hambres, fríos y enfermedades, dependiendo de la caridad o solidaridad de los vecinos, en carne de cañón para empresarios desaprensivos que utilizan sus necesidades e indefensión para explotarlos miserablemente.

La semana próxima se van a realizar por parte de diversas asociaciones vecinales diversos actos para denunciar estos casos y hacer un llamamiento a la solidaridad. Quisiera aprovechar esta maravillosa propuesta, estas campanadas, para despertar conciencias, para hacernos unas cuantas preguntas: ¿En el fondo no somos nosotros también refugiados? ¿No vivimos cómodamente enrocados? ¿Reflexionamos lo suficiente sobre ello? Es natural seguir a nuestro instinto de conservación ya que todos necesitamos el abrigo de una zona de confort que cubra nuestras necesidades de seguridad e incluso de comodidad, pero… ¿No llevamos este enrocamiento hasta el punto de autojustificar nuestro inmovilismo? ¿Somos conscientes de que los segundos perjudicados por nuestra tibieza somos nosotros mismos, en muchos casos hijos de los que emigraron a Suiza y padres de los que están emigrando a Alemania?


Si le ha interesado esta información, puede unirse a nuestro canal de Telegram y recibirá todas las noticias que publicamos para el Camp de Morvedre. Síganos en https://t.me/eleco1986

Modificado por última vez en Viernes, 18 Mayo 2018 19:02

Lo último de Miguel Álvarez Lozano

Más en esta categoría: « SAPiencia Agua amarga »

 

 

SUCESOS

SALUD