Milocca

Viernes, 22 Diciembre 2017 19:52

Extender la línea de cercanías de RENFE hasta Puerto Sagunto ha pasado a mejor vida. Como todas las ideas, esta también era mejorable, pero como punto de partida no estaba nada mal. El problema es que el tren al Puerto estaba muy identificado con los segregacionistas y, claro, ¿cómo se va a poner en marcha un proyecto planteado por Iniciativa Porteña? Que los ciudadanos del Puerto pudieran coger el tren en el antiguo apeadero del Trenillo para irse a Valencia, sin necesidad de subir a la estación de Sagunto, representaba, sin duda ninguna, una mejora muy importante para los usuarios del tren que habitan en esta parte del municipio, pero ni Compromís, ni el PP, ni el PSOE, han defendido esta idea, que siendo muy beneficiosa para los porteños, era perjudicial para los intereses electorales de esas fuerzas políticas que, como es lógico, no iban a permitir que IP se pusiera alguna medalla.

Traer el tren de cercanías hasta el núcleo porteño no requería de una gran inversión, apenas 3 millones de euros, bastante menos de lo que se ha endeudado el Ayuntamiento de Sagunto en estos dos años de presupuestos aprobados, alrededor de 20 millones de euros y, desde luego, muchísimo menos de lo contemplado en el Plan Edificant, por el que nuestro ayuntamiento se embarcará en la construcción del instituto núm. 5. O sea, que la cuestión económica no era, en este caso concreto, ningún obstáculo. El problema, como he dicho, se centra en que no hay que darle oxígeno a una idea que ha partido de iniciativa Porteña. En este tema todos los partidos están de acuerdo, porque IP arrebata a todos ellos votos en las municipales.

Como todo es mejorable, algunas voces rechazan el tren de cercanías porque defienden otro proyecto mucho más ambicioso, me refiero a la llegada hasta el Puerto del metropolitano, que actualmente tiene el fin de su recorrido en Rafelbuñol. Es verdad que esta idea es mucho mejor que la anterior, más ambiciosa, más completa, claro que sí, pero también será muchísimo más cara y, por tanto, bastante más difícil de ejecutar, sobretodo, teniendo en cuenta lo peladas que están las arcas de la Generalitat, que es quien debería sufragar este proyecto.

Al final, ni tren, ni metro. Esto me recuerda un episodio ocurrido hace ya años, siendo Manuel Girona alcalde de la ciudad, cuando algunos proyectos se rechazaban porque, desde la oposición, se proponían alternativas más ambicionas y mejores. Por eso, Girona sacó a colación el célebre cuento de Luigi Pirandello, ‘Las sorpresas de la ciencia’, que narra las peripecias de lo que ocurre en Milocca. Muy adecuado, desde luego, para estos casos, que se repiten aquí con demasiada frecuencia.


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