Lo que la razón entiende

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 20 Octubre 2023 21:02

Tanto que habló Pedro Sánchez del tiempo perdido que suponía la investidura fallida de Núñez Feijóo y llevamos tres semanas, desde que el Rey lo propuso como candidato, sin oír ni una palabra de su boca. Parece, ahora, que no hay problema en que, en este tiempo, no haya habido investidura, ni se sepa cuando la habrá, incluso, ni siquiera, si llegará a haberla.

Lo único claro, hasta el momento, es que sus socios preferentes han decidido exprimir el limón al máximo y hacer que sus votos nos cuesten, a todos los españoles, un precio que aún no ha encontrado tope al alza. Aunque el punto de partida sea una vergonzante amnistía a quienes actuaron conscientemente en contra de la unidad de España, a pocos escapa ya que las exigencias van mucho más allá y que el chantaje no va a acabar ahí.

Lo triste no es que quien pida no deje de hacerlo. Lo lamentable es que haya quien esté dispuesto a darlo, a cambio de un puñado de votos (seis) y su permanencia en la Moncloa. La amnistía rompe la igualdad ante la ley de todos los españoles, tal y como promulga la Constitución. Con ella, solo se consigue convertir en víctimas a los delincuentes y afear la conducta de quienes se limitaron a aplicar la Ley. No creo necesario recordar que, hace unos años, comenzó esta escalada con el indulto, ahora se pide la amnistía y, en poco tiempo, pretenderán seguir avanzando, imparablemente, hacia esa declaración unilateral (o no) de independencia, que tanto desean.

Esta amnistía no lleva a conmutar un delito a cambio de no repetirlo. Sabemos, porque así lo han dicho en sobradas ocasiones, que su intención es volver a hacerlo tantas veces como sea necesario hasta alcanzar su objetivo. Y, por eso, no estamos ante una amnistía sino ante un chantaje en toda regla.

Para el independentismo catalán, la cesión de Sánchez supone establecer un pulso continuado a España, un pulso que nunca podrá ganar quien se rinda. Y, lamentablemente, la rendición es la postura elegida por el actual candidato a presidente. Quiere la paradoja que, mientras quien concede la amnistía, lo hace para gobernar un país, el sueño del amnistiado sea destruirlo.

Ya dijo Pedro Sánchez que quería pasar a la historia. Y bien que lo va a hacer. Si continúa en su obcecación (y nada apunta a que no vaya a hacerlo), va a ser recordado como el presidente que destruyó la nación que nos dejaron, hace más de quinientos años, los Reyes Católicos. ¿Es o no un buen motivo para que la historia hable, aunque sea mal, del rey de los espejos? Lo es. Lamentable, pero bueno.

Pero lo que quizá no se ha valorado todavía es que no son solo los votos de los súbditos de Puigdemont los necesarios para investir a Sánchez de nuevo como presidente. Y, si hay algo que sea contagioso, eso son los caprichos. ¿Quién nos dice que no va a ser Bildu el próximo en pedir una amnistía? Y no hace falta ser un lince para saber para quién: Si alguien decide mirar hacia otro lado en el intento de segmentar a España, ¿porqué no van a intentar hacer lo propio con los crímenes de ETA?

La foto de la vergüenza de Sánchez con la portavoz de Bildu es un claro ejemplo de la sumisión del candidato cuando de un voto se trata. Y no hay que irse muchos años atrás para saber de qué son capaces “estos chicos” cuando de reivindicar la independencia vasca se trata. ¿Vamos también a amnistiarlos a cambio de que Sánchez siga siendo presidente?

Sánchez está dispuesto a romper el principio de igualdad entre españoles, el principio de solidaridad entre comunidades autónomas y cualquier otro principio cuya cabeza se pida en bandeja de plata a cambio de los votos necesarios para seguir durmiendo en el Palacio de la Moncloa. La simple escucha a la demanda de condonación de la deuda catalana es ya un indicio de hasta donde vamos a llegar. Si a esto, unimos el anuncio de una nueva subida de impuestos para el año próximo, la conclusión, fácil de alcanzar, es que esa condonación de deuda vamos a pagarla entre todos, como no podía ser de otra manera.

Nos estamos jugando una España con futuro o un futuro sin España. Nos estamos jugando un país serio que hace frente a los desafíos de quienes quieran romperlo o un Estado sumiso a aquellos que quieran agredir su integridad o su estabilidad. No podemos dejar a España en manos de quienes la odian y pretenden sembrar, a través de la desigualdad, el odio entre españoles.

Poco podemos hacer, es cierto, ante un PSOE vendido a su líder y que, en contadas ocasiones, expresa una voz discrepante que pronto es acallada, minimizada o censurada. Es de temer que acabemos noviembre con la investidura de Pedro Sánchez, aunque sea a un precio que nunca llegaremos a saber porque lo que nos va a costar que llegue a ser presidente está mucho más allá de lo que la razón entiende.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

 

 

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