Hampones, grabaciones y mentiras

Escrito por José María López Barquero
Viernes, 02 Septiembre 2022 21:03

La campaña de acoso y derribo por parte de las derechas, contra todo lo que huele a izquierda ha continuado sin respiro este verano. Lo hemos visto en el tema de las medidas de ahorro energético, votando en contra, y también en el bloqueo del PP a la renovación del poder judicial, incumpliendo el acuerdo que tenía con el Gobierno. Conforme se acerquen las próximas elecciones, arreciaran las descalificaciones al Gobierno de coalición y a Yolanda Díaz, por lo que representa de ilusión y esperanza para buena parte de la ciudadanía en general y para la izquierda en particular. Solo hay que ver la avalancha de críticas que ha recibido por su propuesta de subir el SMI y apoyar las movilizaciones de CCOO y UGT ante el bloqueo de los empresarios en la negociación colectiva e incrementos salariales.

Sin ser miembro de Podemos, ni fans de Pablo Iglesias, no puedo dejar de reconocer su formación, oratoria y capacidad política, y sus análisis recientes sobre la situación en nuestro país. Su aportación ha significado un revulsivo a la vida política y democrática de España, canalizando la indignación existente en aquellos momentos, obteniendo 69 diputados y el 20% de los votos y que los poderes facticos, que no se presentan a las elecciones democráticas, no digirieron. Desde el mismo momento de su creación como organización política democrática, se maniobro contra ellos, empleando toda clase de medios, incluida la guerra sucia mediática, como ha quedado demostrado, y cuyo objetivo era impedir, no solo que pudiera ser la fuerza mayoritaria en la izquierda, sino que ni tan siquiera llegara al gobierno y, al mismo tiempo, cobrarse la pieza mayor que era Pablo Iglesias, que tuvo que abandonar la vida política.

Considero un acierto su papel en la incorporación de Podemos al Gobierno de coalición y las medidas económicas y sociales aprobadas. Su firmeza, denunciando públicamente a medios de comunicación y a las cloacas del estado, le ha llevado a ser una de las personas más vilipendiadas de nuestro país. Su acoso familiar, organizado y continuado en el tiempo, es despreciable y nada que ver con un escrache esporádico y ocasional a dirigentes políticos como consecuencia de un desahucio de vivienda en la mayoría de las ocasiones, cuestión que nunca he justificado.

Lo que hemos conocido con posterioridad a su dimisión, a través de la filtración de las conversaciones del comisario Villarejo y el periodista García Ferreras, difundiendo noticias contra Pablo Iglesias, a sabiendas de que la información era falsa, es deleznable y de lo más grave que ha ocurrido en nuestra democracia, pero no pasa nada. Antonio García Ferreras ha demostrado ser un manipulador, un conspirador y, por tanto, un necesario colaboracionista de las cloacas del Estado. ¿En cuántas ocasiones habrá aceptado difundir noticias falsas? La filtración de la conversación entre el citado Villarejo y la secretaria general del PP y exministra de defensa, Sra. Cospedal, demuestra que desde el Ministerio del Interior del gobierno de Rajoy se fabricaron documentos falsos contra Iglesias y Podemos, pretendiendo implicar a dicha formación con financiación ilegal, cuentas falsas en paraísos fiscales, o inventando reuniones que nunca se produjeroncon venezolanos, cubanos y hasta etarras, etc., y tampoco pasa nada.

Gracias a esos audios, hemos podido conocer la trama organizada en el Ministerio del Interior, con el ministro Fernández Díaz a la cabeza, para dañar a Podemos. ¿Cuántas tramas existirán sin que tengamos conocimiento de ellas? Es evidente, que estas cosas se producen al existir un entramado policial, jurídico, político, económico y mediático, que demuestra el grado de impunidad con el que actuaron contra una fuerza democrática como Podemos. En cualquier país de nuestro entorno europeo estos hechos implicarían que ciertos personajes estuvieran en la cárcel o se les exiliara.

El tribunal Supremo ha archivado o desestimado todas las denuncias contra Podemos e Iglesias y en otros casos los ha absuelto -más de 29 en concreto-, al no apreciar irregularidades, falsedades ni delito alguno, no dando por ciertas las denuncias. Incluso la Audiencia Nacional ha corregido en ciertas ocasiones y reprendido al juez García Castellón por su obsesiva persecución a Podemos. Un juez al que parece importarle muy poco las leyes y la Constitución debería estar fuera de la judicatura hace años. Como dice la periodista Ana Pardo de Vera: «cuanto le deben Eduardo Zaplana, Ignacio González, Cospedal, entre otros amigos» al juez estrella de la derecha. A buen entendedor, con pocas palabras basta.

Los medios de comunicación conservadores abrían titulares de radio y televisión en momentos de máxima audiencia o cabeceras de periódicos con las denuncias falsas contra Podemos y, en cambio, las resoluciones mencionadas del Tribunal Supremo a favor de Podemos, las silenciaban o, en el mejor de lo casos, las difundían en páginas interiores o en horas de mínima audiencia. Que poco recorrido ha tenido en estos medios las citadas conversaciones entre Villarejo y García Ferreras, cuando son de los hechos más graves que se han producido en nuestro país. Incluso llama la atención que el Sr. Feijoo les haya restado importancia. Todo esto es un mal síntoma de la podredumbre de nuestra democracia.

Lo preocupante es que la mayoría de la ciudadanía se resigna y asume con naturalidad estas prácticas mafiosas y antidemocráticas, al igual que ocurre con la corrupción. Somos una sociedad anestesiada. Está desapareciendo el sentimiento crítico, libre e independiente a la hora de tener opinión y tomar decisiones, lo que representa un caldo de cultivo para que la noticia falsa y la manipulación cale en una parte muy importante de la ciudadanía y, al mismo tiempo, la eclipse, como bien dice el actor Antonio de la Torre, las importantes y numerosas medidas económicas y sociales aprobadas por el gobierno durante la legislatura para mejorar la vida de la gente. Si queremos seguir avanzando en derechos y mejoras sociales, o despertamos del letargo en el que estamos inmersos o después será tarde y no valdrán excusas, quejas o lamentos. Avisados quedan.

José María López Barquero

 

 

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