Entre la ética y la norma: profesional o “malfaenera”

Escrito por Mariví Sanchis
Viernes, 04 Diciembre 2020 20:02

¿Qué haría Usted si su hijo o hija tuviera que asistir a clase después de que su profe se incorpore tras haber padecido COVID, sin una segunda PCR que confirme que el diagnóstico es negativo? Porque pongo en conocimiento de mis vecinos y vecinas, que al profesorado que hemos padecido COVID nos mandan a trabajar sin confirmar que ya no lo tenemos. Obren ustedes en consecuencia. Pues en esa estamos los docentes. El argumento que se esgrime según la normativa ministerial y autonómica -que al final son “un todo”-: una vez los síntomas remiten y se han guardado los días de cuarentena, ya estamos listos para la vuelta al cole.

Desde un punto de vista ético, no me veo con la perversión suficiente para presentarme ante mi alumnado sin saber si aún puedo contagiar a alguien. Que deje la facultativa de turno en mi mano -de paciente- la plena responsabilidad de incorporarme a un puesto de trabajo donde interactúo con un colectivo numeroso a lo largo del día, sin saber si todavía estoy afectada por la pandemia, ¡eso sí que es perverso!

No me creo que no haya en los centros de salud algún Dr. House o Dra. Grey que hayan dicho: “Al carajo la normativa”, esto no tiene sentido. Mi paciente es profe de mates y no se va a incorporar hasta que sepa que está más limpio que la libreta de un alumno de la Básica. Seguro que alguno hay. Me encantaría que se pronunciaran al respecto. Medios no nos faltan para hacernos oír.

¿Entonces qué falla?

Entre las posibles razones voy a destacar dos que pueden dar escalofríos si se reflexiona sobre ellas:

La primera, es todo un clásico entre el tema del funcionariado: Me ha tocado la “malfaenera”. No sonrían sus señorías, porque es la que más me cuesta señalar. Por penosa, porque estos especímenes no son conscientes de que lo son, porque hacen estrictamente lo que se les manda sin ver más allá -porque eso de salirse de la zona de confort es muy cansao –. Pero señoras y señores, seguro que cuando, en esa facultad dónde, desde el minuto uno, ya les hicieron sentirse que eran especiales, les preguntaron por qué querían ser médicos o médicas y respondieron aquello de: para servir a la sociedad y salvar vidas. Mi vida no ha estado en peligro afortunadamente pero de servicio social, cero.

Quien me conoce sabe cómo defiendo siempre a los excelentes profesionales dentro de los distintos cuerpos de funcionariado y señalo que son MUCHOS MÁS, aunque lamentablemente se reconocen menos. Pero estén seguros de que, como las meigas, haberlas haylas.

La otra razón que se me ocurre y está todavía me preocupa infinitamente más, es de carácter social.

Tiene que ver con el momento que vivimos, en el que se percibe una crisis sistémica que vemos cómo está afectando a las instituciones. Desde la educativa ya llevamos tiempo diciendo que no vamos bien. Ahora le ha tocado mostrarse a la sanitaria.

Como la sociedad española somos de criticar y la valenciana, por su carácter fallero, un puntito más, argumentamos que los unos, aunque les llevó años de empeño, dejaron la sanidad pública hecha unos zorros, vale.

Que los otros les ha venido grande gestionar una cuestión tan grande como una pandemia MUNDIAL, también puede valer.

Pero que, por cualquiera de estos dos argumentos, haya un cruce de brazos de negación colaborativa, carente de ninguna iniciativa profesional, por parte de quienes están en primera fila y que por ello se vea afectada la Salud Pública, me pone los pelos de punta.

Por eso animo a que cada cual haga lo que esté en su mano. En mi caso hago esta declaración pública y una queja a Atención al paciente. Todo con la esperanza que no falten reacciones, de no haberlas sería como admitir un fallo multiorgánico y no menos preocupante, porque todas y todos sabemos cuál sería el desenlace.

Mariví Sanchis
Docente

 

 

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