El gran bazar

Escrito por Antonio Morcillo
Viernes, 08 Febrero 2013 02:37

La enorme y robusta mesa de la sala de reuniones soportaba los portafolios y carteras. A su entorno, en robustas sillas de teca y cuero, ubicaban sus cuerpos los componentes del Consejo Directivo del “GRAN BAZAR”. Esa sesión, convocada de urgencia, tenía por objetivo valorar las posibles consecuencias del conocimiento público de datos personales de altos responsables de la empresa, entre los que se encontraban ellos mismos.

Lo publicado hacía referencia al sistema utilizado en el reparto de primas y pagos de sastrería (la imagen es cosa importante) Todas las pistas señalaban como responsable al ex contable Sr. Nauseas, apartado recientemente del cargo por sospechar que se auto premiaba en demasía. Pero, si no había sido él ¿quién estaba detrás de aquel despropósito? Los rostros serios, agrios, no indicaban lucidez y serenidad. Y lo que más los indignaba era que tal bombazo no se debía a la acción de la competencia, ¡pobrecilla!, si no a la acción taimada y traidora de alguien cercano, propio. ¿Qué decisiones tomar para enderezar el rumbo de la “empresa” y alejar la zozobra? Las miradas turbias trasmitían ira e inseguridad aumentada por lo desproporcionado de palabras y gestos desde el fondo de las sillas.

-Bueno,- carraspeó el Sr. Gallego, presidente electo del consejo -no tenemos claro que hacer, pero hay que hacer lo que sea y rápido. Y no me digáis que no se os ocurre nada que os quedáis sin sobre. -Montaraz, con tu master en camuflar impuestos, ¿Qué piensas de los informes de los demás responsables?-
-No son informes- respondió con voz gangosa el aludido jefe del tema económico -Son listados de deudas y cuentas sin conclusiones. Algunos se  quejan de que sus primas han sido más flacas y por eso están tan cabreados. Lo que nos faltaba- terminó con angustia en la voz.
-Yo no opino nada porque nada me ha llegado– musitó el Sr. Cuadernillo, responsable de sistemas educativos -Me ha pillado cambiando libros, pero estoy dispuesto a opinar si se me incluye entre los premiados. Aunque sea con recorte del 50%,- terminó.

-Pues si os parece bien le hago una rogativa a la virgen del campo.- dijo la Sra. Fiel, responsable de empleo.- Claro, si no se os ocurre algo mejor- musitó.
Tampoco es para tanto- cortó la Sra. Botica, responsable sanitaria.- Hemos sacado cientos de medicamentos de las recetas y multiplicado su precio y la gente traga ¿Por qué no se van a tragar una buena excusa? – concluyó convencida.
-Y, ¿Cómo le vendo a la opinión pública esta mierda?- Casi gritó la Sra. Imagen, jefa de comunicaciones y propaganda.
Montaraz, alzando la mano, anunció. –Nos estamos olvidando de quienes sufragan el sistema de premios. No creo que estén saltando de alegría con sus nombres en cualquier periodicucho. Y, si dejan los sufragios, ¿qué?- Remató con miedo.
-¿Cómo queréis que refleje estas cosas en el acta?- preguntó el Sr. Lettera que oficiaba de secretario.
-Pues como siempre: confuso, pero claro. Que no se pueda entender- Señaló el Sr. Tapajuntas, encargado de pleitos y otros menesteres. -Más difícil es perdonar deudas sentenciadas y expedientes delictivos.- añadió estirando su arrogante cabeza con chulería.
-No me digáis que esto también va a necesitar coerción.- sollozó el Sr. Geo, responsable de esa área. -Me van a faltar efectivos para reprimir los follones callejeros. ¡Joder, si cojo al soplón!-Terminó con ira apretando las manos sobre una imaginaria garganta.
 
Pálido, y con un ligero temblor de voz, intervino el Sr. Gallego. -Santa Rita, Rita … Bueno, bueno, no será tanto, que la gente está ocupada con sus paros, sus desahucios, sus medicinas, sus… Es decir: esto se la trae floja en general. Y, además, la competencia sigue sin enterarse ¡Madre, si fuésemos nosotros! Y tú, Sra. Imagen, ya te encargaras de los medios. Ah, y justifica que no acuda a dar explicaciones al accionariado y, como siempre, el equipo anterior más.- Concluyó sacudiéndose un resto de caspa en las solapas de su chaqueta gris.
Minutos después la sala de juntas quedo solitaria y oscura. Algunos folios sobre la gran mesa eran el único eco del vacío de ese consejo de dirección del «GRAN BAZAR».
 
Antonio Morcillo

 

 

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