Sobre la historia y sus hacedores

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Viernes, 19 Octubre 2012 02:00

«Para comprender la sociedad se requiere comprender la historia»
Eric Hobsbawm

Fue hace algunos años. Visitábamos al amigo Alfonso Martínez Muñoz en su pequeño taller de imprenta. Allí estaba Alfonso repintando una pared para cambiar unas máquinas de lugar. Como siempre, pegamos la hebra, mejor dicho, le escuchamos con profundo afecto. Ese día surgió el tema de los valores humanos, del respeto a la Naturaleza y de la capacidad de sacrificio para obtener frutos que nos ayuden en nuestras vidas. En algún momento dijo el buen Alfonso: «Mira, si viene alguien y da una mala patada en el taller o le atiza un golpe a una de las máquinas, me dolería más que si me lo hubieran dado a mí». Ahí latía el reconocimiento por el entorno próximo en el que se ha apoyado y el respeto por el trabajo humano.

Hemos recordado este episodio durante el pasado verano. Y ha regresado este recuerdo al llegarnos una opinión que se ha difundido en algunos círculos. Expresa esta opinión que el Horno Alto nº 2, recuperado y rehabilitado, a falta del ascensor, y alguna otra instalación de la antigua siderúrgica han permanecido en pie, y no han sido demolidos, gracias a los ingenieros y directivos de la factoría y en contra del parecer de los trabajadores que deseaban que desaparecieran, por considerarlos una humillación al mundo del trabajo.

Como el anterior nos parece un juicio de valor falaz, pues no nos han ofrecido argumentos ni documentos que lo demuestren, y como además está falseando la realidad histórica, nos permitiremos aportar otra visión explicativa. De la misma forma, extenderemos nuestra exposición crítica hacia una historia que solamente contempla a los grandes capitanes, de empresa o de lo que fuere y a sus lugartenientes, y nos esconde a los numerosos seres humanos sobre los que aquellos se alzaron y apoyaron en sus gestas y epopeyas.

No hace mucho tiempo tuvimos la oportunidad de conocer un documental titulado: «El Hacedor de realidades», sobre la figura del gran empresario vasco Ramón de la Sota y Llano, e «inspirado en la creación de la Siderurgia integral del Puerto de Sagunto». Fue montado y dirigido por un descendiente suyo. Partiendo del título, hubiera sido más humilde y ajustado a la realidad sustituir el determinante «El» por el indeterminado y colectivo «Un», reconociendo implícitamente de esta manera la labor necesaria de técnicos, ingenieros y de miles de obreros que llevaron a cabo las directrices del Sr. De la Sota, en ocasiones mejorándolas con sus aportaciones y en otras incluso dejándose su vida en ello. Lo que podría haber sido un documental crítico, estimulante y más bello, quedó reducido a un glosario de alabanzas hacia la figura de sir Ramón de la Sota y Llano y a su importante tarea creadora de empresas, pero insuficiente, por sí misma, de originar Puerto Sagunto y sus industrias minera y siderúrgica que necesitaron también el calor y la sangre que les bombearon las mujeres y los hombres venidos a este lugar en busca de su tierra prometida.

Seguramente a algunos defensores de esa línea historiográfica, basada en las grandes estirpes, y obnubilados por los nombres nobiliarios, les vendría bien, para no caer en los panegíricos, leer, releer y meditar el poema de Bertolt Brecht titulado: «Preguntas de un obrero ante un libro». Traemos algunos de sus versos aquí: «El joven Alejandro conquistó la India. / ¿El solo? / César venció a los galos. / ¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero? / Felipe II lloró al hundirse / Su flota, ¿no lloró nadie más?/ Federico II venció la Guerra de los Siete Años. / ¿Quién la venció, además? / Una victoria en cada página. / ¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria? / Un gran hombre cada diez años. / ¿Quién pagaba sus gastos? / Una pregunta para cada historia».

Volviendo al inicial, y falaz, juicio de valor sobre la persistente, y afortunada, presencia del Alto Horno nº 2 y de otras instalaciones siderúrgicas, deberíamos señalar el denodado esfuerzo y la defensa de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo en la gran crisis de los años treinta del siglo XX por parte de los obreros y empleados para que sobreviviera. Y así supimos de las manifestaciones, de las presiones y de las gestiones de los trabajadores ante las más diversas autoridades locales, provinciales y nacionales a favor del mantenimiento de la empresa siderúrgica y en definitiva de Puerto Sagunto. Fueron aquellos antepasados, la mayoría anónimos, los que mantuvieron su animoso pulso por la minería y la siderurgia aquí y por la supervivencia de su/nuestro pueblo.
Más recientemente, en los años ochenta del siglo XX, época de «reconversión», por decirlo en términos oficiales, se produjo la larga, titánica y desproporcionada lucha de una mayoría de un pueblo por defender su industria matriz y sus medios de vida. Y esa lucha social fue encabezada por un comité de empresa de trabajadores, que llegaron a bordear, incluso a cometer, la desobediencia civil, en algunos momentos, antes que ceder a las órdenes dictadas por los poderes contra su empresa. En nuestra memoria deberá permanecer, entre otros, el encuentro entre el presidente, entonces, de Altos Hornos del Mediterráneo, Sr. Mateu de Ros y el presidente del comité de los trabajadores, Miguel Campoy. Cuando Mateu de Ros le informa a Campoy de que van a proceder a tirar abajo el Horno Alto nº 2 y sacar el carbón del crisol, éste, Campoy, le responde: «Ni se te ocurra tirarlo abajo». Y ahí siguió y sigue en pie, afortunadamente, como un reconocimiento a la lucha de los trabajadores, de sus familiares y de numerosos ciudadanos, frente a lo que consideraban la arbitrariedad del poder político absoluto.

Tampoco olvidemos que, en el posterior proceso de cierre de la cabecera siderúrgica y la «reconversión», no fueron los trabajadores quienes ordenaron y autorizaron la demolición y el desmantelamiento de la mayoría de las instalaciones industriales.  Ni por supuesto tampoco fueron, que sepamos, los beneficiarios directos de ese proceso de achatarramiento y de su venta rápida.
Pasado el tiempo, y ya convertido lo que fue recinto industrial de la Factoría de Altos Hornos en casi un erial, un ciudadano de Puerto Sagunto recogió a su anciano padre, antiguo trabajador siderúrgico, con su coche y lo llevó de visita a enseñarle cómo había quedado todo aquello. Al llegar allí y bajar del vehículo, el viejo hombre empezó a señalar con su mano, apuntando dónde se hallaba cada una de las instalaciones de su querida factoría, que ya no existían, y a nombrarlas: los trenes de laminación, los hornos de fosa, el almacén de hierros, el taller de carpintería, etc., mientras las lágrimas bañaban su rostro. Al presenciar aquello, su hijo le dijo: «Papá, por favor, sube al coche y vámonos».

Asimismo, no deberíamos olvidar la heroica  permanencia de la fábrica Siderúrgica en funcionamiento durante la guerra civil por parte de sus trabajadores, a pesar de los numerosísimos bombardeos aéreos, y en alguna ocasión navales, padecidos por Puerto Sagunto. Así lo reconoció el Gobierno de la República con la visita personal de su presidente, doctor Negrín, y su equipo en agradecimiento a aquellos trabajadores.

Por todo lo antedicho, como mínimo, no se debe caer en el sarcasmo de hurtar a los trabajadores su actuación real ni contribuir a aplastarlos todavía más en el anonimato de la Historia. No sería justo.

BUENAVENTURA NAVARRO HERRÁIZ
Modificado por última vez en Viernes, 19 Octubre 2012 02:00

 

 

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