La sabiduría de las nuevas generaciones

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Miércoles, 11 Julio 2012 02:00

El día 6 de julio pasé uno de los días más agradables y satisfactorios de mi vida.

Se presentaba en mi mente como un día pesado, ir y volver a Zaragoza y asistir a la lectura de la tesis doctoral de un ingeniero de telecomunicaciones. Pensaba yo que soy un analfabeto de las comunicaciones (me viene justo manejar la agenda de mi móvil). Y de informática no te digo, no hay nada que se me olvide más. A la generación del por qué nos cuesta mucho aprender las cosas de memoria, lo que sabemos nos los enseñaron cantando.

La realidad es que el ingeniero de telecomunicaciones es nacido en Puerto de Sagunto y es el hijo de mi amigo Piles, un chaval a quien conozco desde que nació, un chiquillo rubio guapísimo (no se parece al padre). Yo tenía verdadero interés en estar con él ese día.

La exposición de la tesis empezó a las 11:30, se constituyó el tribunal de cinco catedráticos y un secretario y me senté en mi butaca esperando dormirme después de la madrugada que nos habíamos pegado. El título de la tesis era “seguridad y confianza en la e-cognocracia”,  traducido al castellano,  “seguridad y confianza en el voto electrónico”, algo que hace un tiempo oí en un telediario como un invento español  que había obtenido un reconocimiento de la Comunidad Europea.

Empezó diciendo que votamos cada cuatro años a un partido y a un programa pero luego se gobierna de espaldas al electorado. Con el voto electrónico o con la participación electrónica cualquiera ciudadano desde internet o desde su teléfono móvil puede participar  y llevar sus inquietudes u opiniones a los órganos de poder desde las más estrictas garantías de privacidad, con toda una serie de avales electrónicos que permiten una total fiabilidad tanto por parte del individuo y de la administración todo ello  empleando métodos criptográficos complejos. En todas estas cuestiones técnicas sí que me perdí.

Después de más de una hora de exposición todo reflejado en una pantalla y una hora más de preguntas por parte de los catedráticos llegué al convencimiento de que era un proyecto muy factible y real y que salía a la luz o había salido con el beneplácito de sus profesores.

Salimos de la sala de conferencias durante un rato para que el tribunal deliberara. En el pasillo comentaba el tema con mi hijo. Me parecía estupendo poder llevar mi opinión al poder con garantías en ambos sentidos. Mi hijo me bajó a la tierra, podía llegar al gobierno pero no al poder. El poder lo tiene el capital y éste mueve los hilos, algo que tendría que cambiar y esto sólo se hará desde el poder del conocimiento y éste se encuentra en las Universidades.

Volvimos a entrar en la sala de conferencias. Los catedráticos dictaron aprobado cum-laude. Felicitaron al alumno y a los padres y aquel chiquillo rubio, hoy todo un hombre casi sin pelo, se fue a comer con sus colegas los catedráticos.

La familia y los amigos hicimos lo propio. Al final brindamos por él y por el próximo doctorado en Filosofía, animando a mi hijo a que hiciera su tesis.

Francisco Gómez Caja

Modificado por última vez en Miércoles, 11 Julio 2012 02:00
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