La Gerencia

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Martes, 10 Julio 2012 02:00

Yo era un niño. Cuando uno recuerda sus tiempos infantes, suele ser, al menos en mi caso, en imágenes sepia que van pasando con cierta pausa, pero rápido. Como si fuera un grupo de fotos ordenadas que pasas rápidamente con los dedos, una a una, para que de la imagen fija fotográfica se pase a una imagen con vida. Pues eso.

Ahí estaba yo viviendo en la burbuja que era para un niño de cuatro años, la Gerencia. Para eso fue concebida, qué duda cabe. Una burbuja decimonónica donde los ingenieros tuvieran todo tipo de lujos mientras que los trabajadores se agrupaban en barriadas que ahora nos evocan esa época.

La burbuja era temporal. En pleno siglo XX una sociedad del XIX. Claro que yo era un niño, simplemente corría por aquellos parques, que antes gozaban de vida adolescente y de casas llenas de familias, en esos años, finales de los setenta principio de los ochenta, simplemente quedaban vestigios de lo que fue, sin duda, la época dorada de la Gerencia, parques desatendidos y casas abandonabas donde se representaban en mis sueños las más terribles pesadillas.

Pero fue una etapa buena y feliz, la recuerdo con emotiva ternura. De pronto ya tienes edad para ir al colegio y acabas en Begoña y se te abre el mundo. Un universo. La vida aún la marcaba la sirena de la fábrica que atronaba en todo el Puerto, que pronto enmudeció. Y de pronto, terminas saliendo de la Gerencia para ir a otro sitio. Porque todo tiene un fin.

La Gerencia, propiedad privada, pasó a ser un núcleo de terreno desatendido por el propietario y reclamado por plataformas ciudadanas que no se sabe por qué, de pronto eran legítimos portavoces para reclamar que la Gerencia fuera pública y además lo fuera YA. Eso del YA era muy importante, demostraba, mandato, exigencia.

Yo, desde mi otra vivienda, me preguntaba por qué esa plataforma reclamaba algo sobre mi casa, sobre mis recuerdos ¡ y sin preguntarme!
Años después se llega al acuerdo, por fin, de que la Gerencia sea de todos, a través de convenios, de participación de las Administraciones y de presión ciudadana, sin duda.  Antes de eso, mi hogar, mi sitio, mi infancia, había sido mancillada, por esos que pasaron a quemar, pintar, destrozar, desguazar todas las casas. Mi habitación, la de mis hermanos. La de mis padres.

Ahí se drogaban, destrozaban todo lo que encontraban por el camino, mancillaban todo lo que para mi representó la Gerencia. Todo lo que para cualquier persona que siente cariño por lo auténtico que significaba la Gerencia. Hasta  falleció una persona.

Pues ahora ya es público  ¿qué se hace con ella? Hay muchas casas grandes y si es pública ¿por qué no trasladar ahí organizaciones sindicales, partidos políticos y asociaciones vecinales? Que gozada ¿eh? Todos con su residencia grupal. Pagado por todos, claro.

Por supuesto me opongo a eso, me opongo a lo que ansían muchos. La Gerencia podría ser, por qué no, un ‘central park’. Un lugar donde la gente pueda pasear. Recordé, pensando sobre eso, lo que han hecho en Leipzig. Allí, la antigua estación de tren ha sido transformada en un restaurante, donde, conservando la estética de esa estación de tren decimonónica, de madera, sirven cervezas (incluso una elaborada por ellos mismos) donde, bien en un comedor interno, bien en unas mesas que se han distribuido en un parquecito lleno de árboles que preceden a dicho bar, puedes tomarte la refrescante cerveza y comer la suculenta comida germana.

La Gerencia donde nací, donde pasé mi infancia, quiero que vuelva a tener vida, no la misma que tuvo en su momento, tampoco quiero que los de siempre se aprovechen de la situación para apoltronarse en una de las viviendas.
Me gustaría poder pasearme con mi hijo (o hija) y mi mujer y acercarme a una vivienda que ha sido reformada y transformada en casa museo donde se conservan enseres de lo que fue el pasado que ha dado pie a este presente.

Me gustaría poder sentarme en una terracita, cobijado por la sombra de los árboles, mecido por el susurro del viento, mientras me refresco con una bebida servida por un amable camarero que trabaja en una terraza que ha conseguido una licencia para abrir un negocio mientras los niños juegan en un parque a la vez que ancianos pasean y deportistas pasan haciendo footing. O comer en el casino, trasformado en restaurante. Ver a una pareja de policías pasear tranquilamente, por los caminos de la Gerencia, mientras saludan amablemente a los viandantes.
Me gustaría poder recomendar, como “Parador” otra de las casas que ha sido trasformada para ello, donde se conserven la esencia de lo que fueron las viviendas de la Gerencia.

Que la Gerencia cobre vida, que sea el verdadero centro del Puerto y un punto de referencia de Sagunto.
En definitiva, quiero que la Gerencia pública sea pública de verdad y no para los de siempre, donde todos podamos disfrutar de ese pequeño pulmón verde y además, sea un núcleo de actividad económica y de recuerdo de lo que fuimos.

Francisco José Adán Castaño
Modificado por última vez en Martes, 10 Julio 2012 02:00

 

 

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