El neo-fascismo identitario

Viernes, 14 Marzo 2014 23:28

 
Hemos visto en la historia política de España reciente, como los partidos políticos supuestamente representantes de los intereses de los trabajadores, principalmente el PCE y el PSOE, tomaban derivas de marcada ideología localista. De tal forma que la cuestión “Identitaria” ha calado tanto en sus cuadros y militantes, que hasta sus siglas han sido debidamente adaptadas a los tiempos de las “identidades”.
 
El Partido Socialista Obrero Español, renunció al marxismo y se adaptó a la Socialdemocracia, y el Partido Comunista de España, deseoso de alejarse del Eurocomunismo de Carrillo, se integró en una jaula de grillos de muy diferentes tonos. Todo esto es muy comprensible ante el colapso mundial de los regímenes socialistas. Lo imprevisible e increíble ha sido la metamorfosis acaecida en ambos partidos, antaño internacionalistas y hoy “Identitarios”.
 
Esta es la perspectiva que se ha desarrollado en el transcurso de los años noventa a la actualidad. Es sobre la base de la crisis del internacionalismo que la obsesión por la identidad ha tomado la iniciativa, oscureciendo el horizonte planetario. El cosmopolitismo metropolitano sigue estando limitado a la clase virtual, al estrato más globalizado de la red planetaria. La gran mayoría de la humanidad sigue siendo excluida del circuito del cosmopolitismo hiper-moderno, y es presa de sus obsesiones por la identidad. Localismos residuales de antaño, hoy adquieren una energía desesperada que arrasa y tritura las ideologías universalistas, los partidos y las clases sociales a cualquier nivel. Esto marca el comienzo de la crisis del universalismo moderno, aquel que fue extendido por los ideales del comunismo proletario y que entonces y hoy se enfrenta a una perspectiva de valor ético, político y existencial, más allá de las diferencias culturales, fronteras, lenguas y etnias. Pero esto no quita el hecho de que el internacionalismo era algo más concreto que una proposición moral.
 
El internacionalismo no es un valor abstracto a seguir, si no un hecho de la experiencia colectiva que se vivió en la lucha de los trabajadores en todo el mundo, por sus derechos legítimos como ciudadanos de primer orden, y por la unidad de los intereses proletarios que no conocía fronteras. Los trabajadores tienen los mismos intereses en todos los lugares de todo el mundo. Los nacionalismos identitarios carecen de la solidaridad intercultural supranacional, y son beligerantes con sus diferentes étnicos culturales. Véase los más de mil asesinatos del nacionalismo vasco y la beligerancia confrontista del nacionalismo catalán.
 
Esta verdad elemental, (Que los trabajadores tienen un mismo interés en todo el mundo) no permitió vislumbrar el profundo cambio cultural que se fraguaba bajo un nuevo fascismo, “El Identitarismo nacionalista”. La derecha localista en unión a los identitarios de la izquierda local, crean las condiciones para la difusión de una agresividad muy extendida en la forma de la reaparición de "El pueblo diferente". El pueblo como identidad diferenciada de los otros. La reaparición en la escena mundial de los "pueblos", es el signo de la derrota de la unión de la clase trabajadora: “Los pueblos” tienen la particularidad de su fuerza identitaria, que no es ni reflexiva ni científica, se acepta o se discute, se es partidario o contrario. Sin un proyecto universal, el “Identitarismo” es la particularidad del idiota.
 
Tras la derrota militar de Alemania e Italia en el 1945, los movimientos políticos del socialismo y comunismo internacionalista, estuvieron en su apogeo… y el fascismo, en todas sus formas, nos pareció que pertenecía a una época pasada, que estaba militarmente vencido y muerto, que se fue para siempre. Pensábamos que el odio hacia “El diferente” la manipulación del pueblo, la glorificación de las banderas y las “identidades”, ya no sería posible ni siquiera bajo las banderas de la socialdemocracia capitalista. Sólo la socialdemocracia, nos parecía, que era capaz de dividir el movimiento de los trabajadores y subordinarlo al reformismo y el estatismo. Pensábamos que los fascistas y varios otros delincuentes, sólo reaparecerían en la escena gracias a la iniciativa y la bondad del estado reformista capitalista. Pero estábamos equivocados, el neo-fascismo identitario ha resurgido desde la derecha y la izquierda, incluso con mucha más fuerza en las 15 antiguas Repúblicas Socialistas Soviéticas.
 
EL NEO-FASCISMO
 
El fascismo, esa palabra extraña, esa palabra sin forma. Durante mucho tiempo me esforcé por encontrar un concepto capaz de definir las diferentes (y contradictorias) formas de autoritarismo, de la agresión nacionalista o étnica, pero sin éxito. El “identitarismo” o neo-fascismo en España periférico, es copia o mutación del fascismo falangista del franquismo, solo se diferencia en el tamaño de las fronteras y en la ambición. El fascismo identitario del franquismo ambicionaba “El Imperio universal” y algunos neo-fascistas cercanos, aspiran tan solo “El Imperio de Don Jaime” y reconquistar Almansa. ¡Que jodidos!
 
Las características comunes del fascismo y el identitarismo son el culto a la tradición, el rechazo de lo universal, la acción popular callejera, el miedo a la diferencia, las banderas y los símbolos. Como una definición satisfactoria y completa no es posible confeccionarla, corremos el riesgo de definir el fascismo como todo lo que nos disgusta, y de identificar el fascismo, simplemente, como el partido de la imbecilidad y la violencia o como el partido del mal. Y esto, naturalmente, no funciona, no define nada.
 
“El Fascismo” en su máxima extensión conceptual abarca el nacionalismo, el localismo, el independentismo, el fundamentalismo religioso, el autoritarismo político, la agresión, etc... Y que puede ser llevado de nuevo a una obsesión fundamental: la obsesión por la identidad, la obsesión por la pertenencia, con origen modelado, con carácter reconocible y el culto al símbolo y la bandera.
 
La presión que parece guiar fundamentalmente aquellas conductas que entran dentro del ámbito del «fascismo » es la presión a reconocernos como idénticos, identificables, y por lo tanto perteneciente a una comunidad (de la lengua, la fe, la etnia, el territorio... ) sobre la base del origen modelado. Sólo el origen es testigo de pertenencia, y como sabemos, el origen es una ilusión, una leyenda, un atributo que es más o menos compartido, pero carece de fundamento y el “origen modelado” es la leyenda recién horneada, como por ejemplo “La Vasca”.
 
“La Identidad” es la reafirmación rencorosa y agresiva de la particularidad propia contra todas las demás particularidades, en el nombre de ninguna universalidad.

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