Más allá de la campaña electoral

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Viernes, 25 Febrero 2011 01:00

Se aproximan las elecciones, ese sano e higiénico ejercicio cívico que permite elegir a los representantes de los ciudadanos, y en el supuesto de la teoría democrática, a los mejores, a quienes tienen que llevar adelante el mejor trabajo posible y procurar el bienestar general desde el puesto para el cual han sido electos.
En este tiempo electoral —algo que suele enfadar mucho a los ciudadanos—, todo parece hacerse pensando en clave de captar votos, de prometer, decir y hacer en unos pocos días lo que se debería haberse hecho a lo largo de un mandato, prorrateado, distribuido en el tiempo suficiente que da una legislatura para mostrar y demostrar lo que se es y vale. Sólo así se entiende que esta semana pasada Alfredo Castelló, a la sazón candidato a la Alcaldía por el Partido Popular, se atreva a dar a conocer —dedicado al resto de los partidos— un decálogo de buenas prácticas para que ésta no sea una campaña llena de «crispación». Suponemos que se trata del decálogo que recoge el manual de campaña del PP en los municipios donde gobiernan, porque nuestro protagonista en sus ya 16 años de ejercicio municipal ha tenido tiempo de todo, si bien,  casi sistemáticamente se ha mostrado como un revoltoso provocador, un agitador para beneficio político propio, usando como metodología la frase ocurrente e hiriente, en consonancia con el estilo que viene marcando la comunicación opositora del PP. Puede que el peso de la alcaldía o la experiencia personal de los años le hayan apaciguado y hoy, aparezca dispuesto a unas relaciones más formales con los rivales políticos, aunque, por si acaso, creemos más práctico y productivo que se aplique a sí mismo su decálogo, es importante que se crea lo que dice, es importante serlo, no parecerlo, en tiempo electoral y siempre.
Si movemos nuestro análisis a nivel nacional o autonómico, notaremos que tanto Camps como Rajoy, caminan por el mismo sendero de la manipulación de las palabras y las acciones. Y en tiempos electorales, se corre el riesgo de llegar a excentricidades dignas de un «manual de la ridiculez política», manual que, por desgracia, va acumulando un mayor daño a la acción política, a la credibilidad de los representantes, a la transparencia y a la cercanía entre un ciudadano con un cargo político y la propia ciudadanía. Hace unos días Camps, sin pestañear y de un tirón, manifestó ufano, sentirse «el candidato más respaldado de la historia de los candidatos de todas las democracias occidentales». Ahí es nada. Sea en broma o en serio, la frase sólo muestra a una persona que no ve la realidad con claridad, muestra a un político que, siendo el responsable de haber llevado a la Comunidad Valenciana a la quiebra económica y alcanzar los mayores índices de desempleo y fracaso escolar de España, se atreve a sacar pecho y pronunciar frases grandilocuentes sin sentido. Y es que todo su esfuerzo se centra a tapar que está imputado en la vertiente valenciana de la trama corrupta Gürtel, con la posibilidad cierta de tener que sentarse en el banquillo de los acusados.
Por su parte, la cúpula nacional del PP ha manifestado «tener la llave del baúl» para salir de la crisis o, a más tardar Rajoy, con gran sentido mágico, ha dicho que con él, «en dos años volveremos a ser los mejores», palabras más, palabras menos. Ante estas afirmaciones uno se pregunta cómo es posible que dirigentes de primera línea, a los que se supone sentido de Estado, aprecio por su país y sensibilidad por quienes están pasando por una mala situación, se guarden la llave o no hagan públicas sus prodigiosas soluciones, para bien de todos. En un análisis lógico serían ensalzados, aplaudidos, admirados y finalmente votados. ¿Será que todos ellos no son lo que parecen, ni tienen lo que dicen tener? ¿También los premiarán los votantes?.
Por lo que vamos viendo y oyendo, sin duda tenemos que esforzarnos por observar más allá de la campaña electoral. El ejercicio de votar va más allá de un candidato, más allá de unas siglas. Debe evaluarse a cada candidato y partido, no sólo por lo que hoy dice o promete, sino por los hechos que los acompañan, las actitudes que los definen, las acciones que han ejecutado y sus resultados. La historia de un político puede ser una historia silenciosa repleta de logros que procuran el bienestar de todos y todas, tanto como un vocerío ensordecedor sin resultados concretos. Eso es mucho más que una campaña electoral. Es poner el acento en los valores, la coherencia, la dedicación, la capacidad de diálogo, la cercanía tanto como la empatía, pues no se trata de darse baños de masas, sino duchas de realidad y toma de conciencia de lo que le pasa a las personas. Se trata de observar más allá del marketing, y especialmente en el ámbito local, qué valores e intereses hacen de un político, un hombre público comprometido con los ciudadanos.
Nuestra ciudad, por diversas circunstancias, ha vivido largos períodos de discrepancias, de enroques en posiciones únicas condicionadas por distintos intereses, lo cual ha dificultado siempre el consenso y la unidad, que son grandes motores del crecimiento. Desde mi experiencia de gobierno en la anterior Corporación y en estos días en la oposición, la afición de hacer de la vida política un calvario por parte de algunas personas o grupos, no es un plato de mi agrado, y desde luego, nunca la he utilizado. Pero tampoco me atrevo a dar consejos, sólo sé que el bienestar ciudadano, la tranquilidad de un gobierno coherente, la consecución de éxitos, la muestra de realidades como testimonio de una buena gestión, son aspectos que,  si son ciertos, resaltan por sí mismos y están poco influenciados por como se desarrolle la campaña electoral.

José Luis Chover Lara– Portavoz del Grupo Municipal Socialista.
Modificado por última vez en Viernes, 25 Febrero 2011 01:00

 

 

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