El fin justifica los medios ¿O no?

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Martes, 11 Enero 2011 01:00

Desde el momento en que se   aprobó  la nueva   Ley Valenciana de Régimen Local,  que autoriza al Consell a suprimir de oficio municipios y  estimular la fusión de localidades;  presentí que de alguna manera, esta ley, iba ser contraria a mis derechos como ciudadano; ya que soy uno de los muchos que estamos supeditados a una ciudadanía impuesta por mandato administrativo y no, por razón de nacimiento.  Luego,  tras el protocolario  informe  del director de Cohesión Territorial, proponiendo que se rechace el expediente  de segregación de El Puerto, se confirmaron mis  temores  y llegué a la conclusión de que, una vez más, tal como ha venido sucediendo desde el reinado de Alfonso XIII, se recurre al maquiavelismo de la  distorsión de los hechos y  al manido alegato  sobre la ubicación de las industrias,  la distancia etc,  para justificar lo injustificable.  Esto, se quiera o no se quiera, es un uso abusivo del poder público, que se fundamenta  el   lema «el fin justifica los medios».

A nadie se le escapa que los  partidos políticos, para liberarse del lastre que arrastran de las campañas electorales,  necesitan dar cobijo a los que hicieron posible que su líder  alcanzara la cima, que al igual que los montes, las hay de distinta altura. Por esta razón,  entre otras,  los  800.000 funcionarios  que atendían las necesidades del Estado en el momento de la aprobación de la Ley para la Reforma Política, hoy, ya sobrepasan los 3,5  millones,  Alcanzar este alto nivel de cargos públicos, exige  buena parte de la actividad  gubernamental y por supuesto, no dudar a la hora de tomar  decisiones  contrarias a los deberes que le impone la ley.  Llegado a este punto, no es de extrañar que esta  malatía  de ámbito nacional, se haya detectado en los municipios, talmente como quedó de manifiesto a través de lo publicado en el  diario «El Mundo» de fecha 13/11/2008.  Según este artículo: «Gandía pretende aumentar la lista de 31 asesores y cargos de confianza con la Ley de Grandes Ciudades» y «El consistorio saguntino sabe que sólo será gran ciudad si culmina el PAI que permitirá fusionar Sagunto y El Puerto». En el primer caso, está claro cuál era el interés del alcalde de Gandía. En cuanto al segundo, es obvio que  no tiene más objeto que  entorpecer el proceso de segregación, mediante la histórica fusión de los dos  núcleos, cuyo proyecto está en el candelero  desde el año 1927. La paradoja en este caso, es que por mucho que   dispersen a los ciudadanos,  no servirá para aumentar  el censo de habitantes de la ciudad. No obstante,   sí algo tienen en común estas dos intenciones, es que: «ni el fin, ni los medios, tienen justificación».

Al parecer, la clase política no toma en cuenta, que  la mejor manera para que los municipios  alcancen  los 75.000 habitantes, que es el requisito necesario  para que una ciudad sea  reconocida como de gran población, es creando puestos de trabajo. Cualquier otro procedimiento que se utilice para lograr  esta finalidad: tal como aprobar una ley autonómica que restringe  derechos reconocidos en otra de  mayor rango o gastar  el dinero público en construir viviendas en mitad de ninguna parte, es vulnerar el ordenamiento jurídico e incurrir en una   aberración urbanística, social y política que, en buena lógica, debería ser causa suficiente para  inhabilitar a los responsables de la misma.  

Cuando las personas que ostentan cargos  de gobierno, permanecen en el ejercicio de su cargo  más tiempo  que la prudencia aconseja, están expuestos Bolda contraer una dolencia  patología de índole psíquica que se denomina «sociopatía». Esta, se  caracteriza porque provoca una pérdida de  noción sobre  la  importancia de las  leyes y los derechos de las personas. Llegado a  este extremo, entre otras cosas, puede decirse que nuestro gobierno autonómico,  con su Ley de Régimen Local, han ignorado que  los  municipio son  el lugar en el que se identifica la singularidad de las personas y donde  en un mundo cada vez más globalizado, como el actual, el ciudadano común encuentra  su refugio y el lugar de su pertenencia. Cambiar  este derecho natural,  para imponer medidas que sistematizan la conducta humana y la animalizan, es el mayor despropósito que puede cometerse en política. Y puesto a cotejar actuaciones,  tampoco han tomado  en consideración la doctrina del TC, en  la que subraya que: «La Constitución no reconoce otra que la Nación española» y en ésta, todos los españoles tienen el mismo derecho, residan donde residan..

José Mª Piró Rodríguez
 
 
Modificado por última vez en Martes, 11 Enero 2011 01:00

 

 

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