Esta ciudad tiene muchas virtudes y una de ellas, que no se ve a simple vista, es la riqueza de nuestra gente. La historia de nuestra ciudad se entreteje a través de las voces de nuestros mayores, quienes con sus relatos han construido un puente entre el pasado y el presente.
Tenemos una gran historia detrás. Hablo de los dos núcleos, y nosotras y nosotros, los jóvenes, bebemos de esa historia a través de nuestros mayores, de nuestras amistades y de participar en el tejido asociativo. Por ello, la importancia del relato, mi relato más cercano, mis abuelas y abuelos.
Mi abuela materna, nacida en la calle de las Barcas, ha dado voz al relato de la ciudad en mi casa. Mi hermana y yo hemos aprendido historia del Puerto de Sagunto gracias a ella. Y mi abuelo, de Agramón (Albacete), vino aquí en busca de una vida mejor. Ambos nos explicaban en la merienda que fue de los Altos Hornos, por qué había chalets azules, el famoso Wichitero, las casas en las que como albañil había trabajado y por qué ponía arriba AHV, y mil historias que, desde pequeña, del colegio a casa me iban contando.
Mis abuelos paternos no se quedan atrás; forman parte también de este relato en el que muchos se verán reflejados. Ellos llegaron desde Cordovilla, una pedanía de Tobarra (Albacete), a nuestra ciudad en busca de una vida mejor, atraídos por las promesas de prosperidad y desarrollo. Mi abuelo recuerda vívidamente su participación en la construcción del pantalán, un hito en la historia de nuestra ciudad que simbolizó una era de crecimiento industrial y progreso económico, su participación en los silos del Ferrolán y en el depósito elevado de agua de la IV planta.
Su historia, y la de muchas de mis vecinas y vecinos, son un testimonio de la lucha, la esperanza y la determinación que caracterizan a nuestra gente, a la gente de nuestra ciudad. A través de sus relatos, aprendí sobre el arduo trabajo y la solidaridad de los obreros que, día tras día, daban forma al futuro que estaba por venir.
Me siento muy afortunada de contar con este relato familiar, pero en mi viaje a través de la historia de nuestra ciudad, no solo me guiaron los relatos familiares, sino también la fortuna de contar con profesores de historia durante la secundaria que tenían un talento especial para acercar la asignatura a la realidad de nuestro entorno. No solo se limitaron a impartir el temario académico; fueron más allá, vinculando de manera cercana y tangible los pasajes históricos con la evolución de los dos núcleos de nuestra ciudad. Sus clases eran un puente entre el pasado y el presente, haciendo que la historia cobrara vida ante nuestros ojos y se relacionara directamente con las calles, edificios y espacios que forman parte de nuestra vida diaria. Esta aproximación didáctica no solo enriqueció mi comprensión del pasado, sino que también fortaleció mi conexión con mi ciudad, permitiéndome ver cómo los acontecimientos históricos han moldeado la identidad de Sagunto.
Y, sinceramente, desde mi perspectiva joven, lo bonito de ese relato generacional es el impacto que tiene sobre la juventud: esa conciencia del pasado, ese orgullo de identidad, la historia que invade nuestras calles, las calles que han abrigado el movimiento obrero de nuestra ciudad. Porque las jóvenes y los jóvenes de este municipio también estamos construyendo nuestro relato, un relato tan digno y respetable como el de nuestros mayores, enriquecido por la experiencia y el relato de ellos; relatos que también reflejan lucha obrera, mostrando familias unidas, manifestándose junto a la ciudad en las calles en protesta por el cierre injusto de una fábrica.
Por cada Vicenta, José, Charo y Juan que dieron y dan voz al relato de nuestra ciudad. Por cada Amparo y Toni que dan clases de historia con orgullo de ciudad. Por cada joven que construye y vive su relato. Somos el presente y el futuro de la ciudad.
María Rubio Marcos
Concejala de Participación Ciudadana, Cooperación y Agenda 2030 del Ayuntamiento de Sagunto
