Cuando pase el temblor

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 12 Enero 2024 21:01

Parecía que el retraso en entregar la carta a los Reyes Magos iba a dejar sin regalos a los diputados de Junts. Pero no. El mago más mago de todos los magos les estaba esperando para darles sus presentes y, además, marcarles el camino para futuras ocasiones sin necesidad de esperar al próximo mes de enero.

Lo vivido este miércoles en el Congreso (aunque la puesta en escena fuese en el Senado) es un esperpento más, aunque seguro que no el último, de lo que vamos a vivir en esta legislatura y del chantaje al que es capaz de someterse este Gobierno, sin escrúpulo alguno acerca de lo que eso pueda significar para el resto de los españoles.

Sánchez ha decidido llenar la mano de Junts siempre que se la pongan delante. Y Junts ha decidido no quitar esa mano, a la vista de que sus deseos son órdenes para el presidente del Gobierno. No importa ya si hay genuflexión física o no. La reverencia política está garantizada ante la necesidad del presidente de mantenerse en su colchón.

No es nuevo, ni mucho menos. Se veía venir, desde los primeros albores de esta legislatura, que la capacidad de ceder era tan grande como pudiese llegar a ser la capacidad de pedir. Sánchez está rendido a los pies de Puigdemont y a los de Nogueras, que ya no puede ocultar la risa ante el enorme ridículo al que somete al Gobierno cada vez que se les ocurre un nuevo capricho.

Me importa poco si los culpables son unos, los otros o los dos. Lo que queda claro es que las víctimas somos todos. Sánchez ha abierto la caja y no podemos obviar que esa caja es la que llenamos, entre todos, con nuestros impuestos. Da igual que pidan más (transferencias) que menos (inmigrantes). La sola petición es motivo más que suficiente para que el presidente acelere en que sus deseos se hagan realidad.

Al final, o desde el principio, Junts va a ser el niño mimado de Sánchez. Dudo que no lo sepa, o que nadie se lo haya dicho, pero las actuales cesiones no van a reducir las futuras peticiones. Más bien al contrario. Hasta tal punto llega el chantaje que el PSOE amenazaba el miércoles a Junts con convocar elecciones si votaban en contra de los decretos. ¿¿En serio?? Es de suponer que el principal perjudicado de una convocatoria electoral inminente fuese el propio Gobierno, pero no en este caso, en que se Gobierna desde el extranjero por un señor que, a día de hoy, sigue siendo un prófugo de la justicia.

A mí ya me queda la duda incluso de que Gerardo Pisarello se equivocara en el voto o que provocara el error para dar más tiempo a la recepción de más ofrendas. Curiosamente, lo que a mediodía Junts no quiso votar, le pareció perfectamente aceptable a última hora de la tarde cuando sus diputados refrendaron esos decretos con su voto afirmativo. Nada es casual en política y tengo serias dudas de que, en esta ocasión, el destino quisiera brindar esta oportunidad a Sánchez de demostrar hasta donde es capaz de ceder.

El episodio de esta semana (no tardaremos demasiados días en poder ver otro similar) permite alcanzar, si no se había logrado ya, algunas conclusiones que pasan a definitivas. La primera, ya muy evidente, es que tenemos un Gobierno débil de espíritu, dispuesto a todo por seguir gobernando y sin mirar los efectos ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo, de aquello que se les pueda pedir.

La segunda, que la voracidad de sus presuntos socios es insaciable, hasta el punto de elevarlos a la categoría de parásitos dispuestos a desecar a quien quiera atenderles.

Y, la tercera, que, aunque lo parezcan, el resto de presuntos socios no son, ni van a ser, convidados de piedra al banquete que Sánchez está sirviendo a Junts. La cesión a Bildu de la alcaldía de Pamplona es solo el inicio de lo que está por venir. Viene a ser, en equivalencia, la demanda de Junts de que se pudiese hablar en catalán en el Congreso: una cortina de humo que escondiera, un tiempo más, las verdaderas pretensiones a cambio de los votos. Nadie está por estar en esa amalgama de ideologías que cubren, aún intentando disimularlo, todo el espectro político: desde la derecha burguesa de Junts o del PNV hasta la extrema izquierda de Podemos, Bildu o Sumar.

El Gobierno se sabe débil, pero se quiere gobernando. Intentarán distraer nuestra atención, ya sea con pellets o con piñatas, pero lo que ya se ha demostrado como cierto es que les importa tan poco la transparencia como nuestro futuro. Sánchez está dispuesto a poner a España en liquidación, con la única condición de que sea él el administrador concursal, sin importarle hipotecas presentes y futuras del precio que está dispuesto a pagar por ello. Queda aún mucho por ver, antes de que se acabe convenciendo de que su antojo es insoportable, pero veremos qué es lo que nos deja cuando pase el temblor.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

 

 

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