Mirando atrás

Escrito por Luis Ballester Moreno
Jueves, 26 Octubre 2023 18:51

Ya sabemos que el ayer no vuelve, y que el mañana es hoy pero, si no fuera por el ayer, no estaríamos aquí hoy, y que si no pensáramos algo en el mañana podríamos tener algunos problemas los días futuros. Las teorías son buenas pero las realidades ponen las cosas en su sitio. Y como esta teoría tiene visos de ser relativamente cierta, para saber por qué hoy estoy aquí, tengo que pensar y contar muchas cosas del ayer.

La historia de la Humanidad está llena de “Tiempos Difíciles” Siempre ha habido tiempos difíciles en todos los pueblos de nuestro mundo, pero desde el principio que se conoce hasta nuestros días, aun quedando a muchos en las cunetas, el hombre ha seguido creciendo en casi todos los campos del saber, exceptuando unos cuantos que precisamente son los más importantes, y que a mi modo de ver, son estos: LA AMBICIÓN, tanto económica como de poder y en todas sus ramificaciones. LA ENVIDIA, un veneno innato en el hombre que invade todo su ser. SOLIDARIDAD, la falta de esta para reconocer que los demás también cuentan. Y luego hay una que puede que sea la más mortífera y culpable de todos los males en todos los tiempos: LAS RELIGIONES.

Las sectas religiosas sean numerosas o no, estén basadas en verdades o mentiras, han fanatizado al hombre desde siempre y lo convierten en un arma letal frente a sus semejantes que piensan de otra manera.

Pero me he dejado ir; no era mi intención trillar este campo, que por otro lado todos conocemos, si no referirme a esos “Tiempos difíciles” mirando atrás.

Muchos nacimos en alguno de esos tiempos llenos de dificultades donde el pan no llegaba como suele decirse, cada día, y tanto padres como hijos hubieron de hacer malabares para seguir adelante. Algunos hemos llegado hasta aquí, otros no tuvieron la misma suerte y nos esperan por ahí. Y, voy a lo que era mi tema. Cuando uno mira atrás y recrea en su mente la enorme cantidad de momentos vividos, muchos buenos y otros muy malos, se da cuenta de la enorme capacidad que tenemos para el sufrimiento y como somos de fuertes para aguantar lo malo y a pesar de todo, saber gozar de los buenos. Cuando recuerdas los buenos te sonríes sin darte cuenta si estas solo; y comentas alegremente con los demás si estas acompañado. Esto quiere decir que puedes superar bastantes cosas que te hicieron pasarlo mal, y sentir buenas sensaciones después de recapacitar y olvidar los “malos corrientes”. Aunque luego hay otros que por mucho que lo intentes siguen formando parte de tu vida diaria.

Verán ustedes: A que se acuerdan (a quienes les ocurriera, claro) de que no podías tener cosas que otros niños que jugaban contigo si tenían, pero que practicando algún juego eras mejor que él; que cuando estudiabais a él le ponían un profesor particular y a ti no te lo podían poner; que más tarde, él seguía estudiando y a ti te pusieron a trabajar; y que en el “Paseo” que todos los pueblos tienen donde se daban vueltas y vueltas que era la diversión por entonces, las chicas se fijaban más en los más “señoritos” y menos en “los otros”. Pues bien, esto eran cosas de juventud; después se dieron muchos cambios. De aquellos jóvenes que creían que el mundo era suyo, salió de todo. Unos se “colocaron” bien, otros montaron negocio propio, más de uno vivía a la sombra de papá y hubo quienes se fueron del pueblo en busca de nuevos horizontes

La vida seguía su ritmo y el tiempo ratificó como tantas veces ocurrió, que hay muchos caminos donde se puede demostrar la valía de las personas sin haber tenido tantas facilidades en sus principios. Los que antes estuvieron más abajo, supieron gatear y subir más y mejor los escalones que le fue planteando su búsqueda del ideal buscado y salieron adelante con su esfuerzo y saber hacer sin necesitar ayuda. Ahora, después de conseguidos algunos objetivos de los muchos propuestos y sentar las bases para un futuro un poquito más claro, llegaba la hora de plantearse cosas más serias: Formar una familia. Llegar hasta donde estamos ahora no ha sido nada fácil, pero tomar decisiones de tanta responsabilidad tienes que tener muy claro lo que se te viene encima, y sobre todo si a quien tu quieres que forme contigo esa familia está dispuesta a ello, máxime si consigues llevarla al huerto porque a esas alturas ella no tenía ni la más remota idea de nuestras intenciones.

Aquella que tiempos ha te hizo pasar más de una noche en vela, seguía en tu cabeza tan fija como la señal que tenías en el cuero cabelludo de la pedrada que te pegó un compañero de juegos. Y aunque no hablasteis muchas veces dando vueltas en aquel “Paseo del pueblo”, sabías muy bien que te miraba con buenos ojos. Lo que por entonces te pareció algo prematuro para lanzarse sin tener un objetivo fijado, ahora tus razones estaban claras y la confianza en ti mismo también. Costó un poquito, pero salió. A partir de ahí, el mundo mejoró y los amaneceres eran deliciosos. Tu plan de vida iba tomando forma y el trabajo y las responsabilidades, te sabían a gloria.

Luego, el devenir de los días trajo de todo. Cosas buenas y otras no tanto. Nacieron hijos; fueron creciendo, y también progresábamos debido tanto a la situación económica general como al trabajo personal, y hubo un largo recorrido en que vivimos muy a gusto. Más adelante, se torcerían algunas columnas de las que sujetaban ese bienestar y las nubes negras de una borrasca, pusieron a prueba esa resistencia de que hablaba antes. Por un tiempo, después de ocurrir lo que en tantas familias cuando se va uno del conjunto sin que, razonablemente, no debiera hacerlo por su corta estancia entre nosotros, la miel, no sabía a miel, si no a hiel, y hubo de pasar mucho tiempo para salir de un hoyo tan profundo.

Pero si te paras a pensar un poco, además de que podemos con todo, y aunque a cada cual lo primero que le interesa es lo suyo, estas situaciones se dan en unas proporciones tan enormes en todo el mundo que aun sin gustarme la palabra y ser tan Bíblica, verdaderamente es un “valle de lágrimas”. Y naturalmente no es que esto sirva de consuelo a ninguno en particular, pero hace como si al repartirse los dolores entre tantos, se llevaran con más serenidad.

La vida ha evolucionado tanto que no valen las comparaciones con el ayer, pero pensamos que lo que ha ganado por un lado, lo ha perdido por otro: La AMBICIÓN se ha desorbitado; lo que cuenta más que nunca es el yo, después yo, y por último yo también. Habiendo para mí, lo demás me importa un pito. Falla la DIGNIDAD, el RESPETO, la EDUCACIÓN, Y se tambalea la ESPERANZA. Tiempo atrás aprendíamos de la vida misma pero sobre todo de nuestros padres y nuestros profesores, a los que no faltábamos al respeto. Sabíamos valorar las cosas que lo merecían porque lo veíamos hacer a nuestros mayores y, aunque siempre existió la ambición, no lo éramos tanto. Por eso decimos que no hemos ganado nada, que sigue habiendo mucha hambre, que siguen pagando los mismos las barbaridades que comete el hombre y que de nada valen los razonamientos que expresan los que intentan que otros tengan un comportamiento más humano. Ya no valen las garantías que se dan ni los contratos o compromisos adquiridos, ( bueno menos los que hacemos con los bancos) ni personales y menos en las altas esferas de la política.

¡Que diferencia! Antes, cuando un hombre se comprometía con otro para hacer un trato, bastaba con la palabra dada y un apretón de manos, y eso tenía tanta fuerza y seguridad como lo que se hace hoy ante un notario. Claro que se ha ganado mucho con relación al pasado, pero también nos hemos degradado bastante. Las guerras que soportamos hoy tienen tal fiereza y ansias de exterminio que parece mentira que se puedan consentir y ninguna organización mundial tenga la autoridad suficiente para detenerlas. Y más “inri” todavía, sabiendo que detrás de todas, lo que se busca es hacer negocio; puro y duro dinero y poder.

No sabemos si el futuro es prometedor, pero no vemos muchos indicios de que así valla a ser, porque los que vienen detrás de nosotros, ¿Serán mejores y más solidarios? Me gustaría pensar que sí.

Luis Ballester Moreno

 

 

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