Adiós con el corazón

Escrito por Carlos Gil Santiago
Jueves, 23 Junio 2022 21:05

¡¡Que no, malpensados!! ¡¡Que no voy a hablar de Mónica Oltra!! El suyo era un fin anunciado. Siempre se ha dicho que “quien a hierro mata, a hierro muere”. Pues, con eso, ya no hay más que decir.

Mi adiós es para Divalterra. El martes pasado, la Diputación de Valencia tomaba el acuerdo de la liquidación definitiva de esta empresa pública que, con sus luces y sus sombras, ha venido dando empleo y manteniendo nuestro paisaje forestal durante más de treinta años. No voy a entrar a analizar causas ni motivos, que no acabo de ver que justifiquen tan drástica decisión, pero sí las consecuencias que, para el mundo rural valenciano, puede tener la desaparición de esta empresa.

Entre otras cosas, Divalterra albergaba las brigadas forestales, aquellas que, en tiempo de tranquilidad, cuidaban nuestros montes y, en tiempos de emergencia, acudían a perimetrar los incendios y, por tanto, a colaborar en su extinción. Con ello, además, se generaba empleo en el ámbito rural, el más azotado por la despoblación, de forma que se garantizaba la permanencia de esas familias en esos municipios cada vez más despoblados.

El tiempo dirá si cerrar Divalterra ha sido un acierto o un error, pero, de momento, su desaparición genera mucha incertidumbre. Una vez más, los ayuntamientos parece que van a ser los principales perjudicados, en lo que a asunción de trabajos se refiere. La absorción por el Consorcio de Bomberos de los brigadistas que van a seguir trabajando (la mitad de los que había) solo asume actuaciones en el interfaz urbano-forestal, es decir, aquellos puntos en que la edificación y el monte coinciden en el espacio.

No hay que ser un gran experto en la materia para darse cuenta que, con esto, gran parte de la masa forestal de la provincia de Valencia va a quedar desatendida. En primer lugar, las áreas recreativas de las que, hasta ahora, venían haciéndose cargo las brigadas forestales y que, a partir de ya, tendrán que afrontar los ayuntamientos, váyase a saber con qué recursos. Pero, además, la limpieza y el mantenimiento de nuestros montes dan un importante paso atrás, otro importante paso atrás.

Parece ser que, aquello que tanto decían los partidos del Botànic cuando estaban en la oposición, de que los incendios se apagan en invierno es ya historia. Esperemos que no haya que correr demasiado para atender emergencias forestales y, sobre todo, que no haya que lamentar ningún gran incendio como consecuencia de la falta de prevención.

Una vez más, el mundo rural sale castigado con una decisión política. Y son ya muchas las que afectan al transporte, al medio ambiente o a la promoción económica de estas comarcas. No podemos permitir que se llene la boca de despoblación en campaña electoral para dejar en el olvido, apenas unos días después, a todo territorio que no tenga una gran densidad de población.

Nuestros montes merecen un mejor trato. Y las personas que viven cerca de ellos, mejor aún. Al final, dejar desatendida una parte tan importante de nuestra provincia es condenarla a un proceso de despoblación irreversible. Es hacer entender, a quien aún estuviese dispuesto a intentarlo, que las oportunidades de vida en estos pueblos acabaron ya y que nadie va a hacer nada por ellos.

No es cuestión de pancartas ni de eslóganes. Es el momento de adoptar medidas urgentes y necesarias, a favor de este territorio. De lo contrario, el proceso de despoblación acabará a escasos kilómetros del mar, en poco tiempo y sin que apenas nos hayamos dado cuenta.
Divalterra es ya historia, y las brigadas forestales un valor en decadencia. Seguro que había otra forma de hacer las cosas más beneficiosa para todos. Pero da igual. Ya está hecho. Solo falta esperar, como siempre, a que cada palo aguante su vela y evitar que, entre todos, una vez más, el gran olvidado sea el monte.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

 

 

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