Los sonidos del silencio

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 29 Abril 2022 21:05

Pánico me da. Con una situación de crisis incipiente, los precios de la energía disparados, la afección que esto tiene en la cesta de la compra, un ridículo tras otro en la política internacional y un país a la deriva y al Gobierno no se le ocurre nada mejor que cuestionar el vino y la cerveza en los menús del día a los que tan acostumbrados estamos los españoles.

Yo no quiero pensar mal, pero de verdad que empiezan a quitarnos la ilusión por todo. Dejando aparte, no porque tenga menor importancia, el constante castigo al que este Gobierno ha sometido al sector de la hostelería, el nivel de intervencionismo en la esfera privada de los ciudadanos alcanza ya niveles que claman al cielo.

A este Gobierno no le gusta que hablemos. No le gusta que la gente salga a la calle, se junte, se relacione y hable. ¿Por qué? Pues, precisamente, porqué el principal tema de conversación, fútbol aparte, sería el desastre de rumbo, por llamarlo de alguna forma, que Sánchez y su séquito le vienen infundiendo al país. Y eso, con tantas convocatorias electorales a la vista, no les hace ninguna gracia. Les vino muy bien que, durante la pandemia y las posteriores medidas de contención del COVID-19, las relaciones sociales se redujeran a la nada y ahora pretenden, como sea, mantener esos efectos.

Y todo porque es poco probable que los corrillos de opinión pública acepten que el Partido Socialista se haya plegado ante Bildu (nadie se olvida de donde viene Bildu, ¿verdad?) y su condición innegociable, para aprobar su decreto de medidas, de imposibilitar una rebaja fiscal. En España, necesitamos pagar menos impuestos, y cualquier Gobierno con un nivel mínimo de conciencia social, debería entenderlo. Sin embargo, al PSOE le da un poco igual, siempre que mantenga contentos a los socios que le permiten seguir disfrutando de las moquetas de Moncloa. Eso es mejor que no se hable.

Es poco probable también que, en esas reuniones en torno a unas cervezas, se pasase por alto que gas, gasolina y electricidad siguen por las nubes mientras Sánchez se dedica a jugar al Risk con Marruecos y el Sáhara. Probablemente, piense que resolvió el problema con esos veinte céntimos por litro que nos “subvencionó”, pero a pocos se nos escapa que el litro de gasoil vale hoy más de sesenta céntimos de lo que costaba hace un año. Mejor que nadie lo comente.

Quizá a alguien se le ocurriera comentar que el ministro de consumo sigue empeñado en ser él quien decida con qué juegos deben divertirse los niños o las niñas. Tanto que se han opuesto siempre al pin parental, pero parece que no les molesta en absoluto el pin ministerial. Ya dijo aquella incomparable exministra de educación que los niños no eran de los padres, pero debió olvidar decir que, desde ahora, la potestad de decidir los juegos de los niños recaía en el Consejo de Ministros. Quizá piensan que Ferrán Adriá llegó a crear El Bulli por aquella cocinita con que jugaba de pequeño, o que Alexia Putellas es la mejor jugadora del mundo porque sus padres le regalaron un balón en su primer cumpleaños. La misión del Gobierno es crear un entorno en que los niños puedan jugar y divertirse con lo que quieran y, a ser posible, que esos juegos les permitan una formación en valores que es, precisamente, la que este Gobierno quiere evitar.

Es posible, además, que alguien recordara que más de 500 familias de La Palma siguen sin vivienda tras la catástrofe del volcán Cumbre Vieja (que dejó de tirar lava hace ya cinco meses) y que el Gobierno sigue mirando hacia otro lado en las ayudas, mínimas por cierto, que ofertó para reactivar la vida en la zona afectada por la erupción. Probablemente, alguien diría que estos son los temas en los que el Consejo de Ministros debería prestar verdadera atención y no en intervenir hasta el extremo la vida de los ciudadanos.

Pero, visto lo visto, no solo van a dejarnos sin poder comer, sino que también acabarán diciéndonos qué tenemos que beber y con qué podemos o no jugar. Es verdaderamente triste que, vista la situación en que nos encontramos y en la que nos podemos encontrar, sigan jugando a los globos sonda. Es lamentable que no hayan sido capaces aún de mostrar una mínima visión de Estado en la que se perciba un rumbo definido, incluso aunque fuese equivocado. Eso sí, ni por un momento dejan de intervenir en la vida privada de los ciudadanos, ya sea en su economía, su formación o su libertad individual.

Aquí lo importante no es hacerlo bien sino evitar las críticas. Y si para eso es necesario que solo tengan voz aquellos que quieran hablar bien de ellos y que la crítica se anule hasta en la mejor red social que siempre ha tenido España como son los bares, hágase. A los medios de comunicación afines, que no les falte de nada, pero para todo aquel que no comparta sus opiniones y sus tonterías, solo pueden permitirse los sonidos del silencio.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

 

 

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