Trabajar para vivir o vivir para trabajar

Escrito por Ramón García Ortín
Viernes, 01 Octubre 2021 21:02

Que el Malecón es terreno público estatal, no es una reivindicación popular, es el resultado de reiteradas sentencias del Tribunal Supremo, amparadas en la Ley de Costas de 1988 y en el artículo 132 de la Constitución. Desde el punto de vista legal a partir de julio del 2008, este terreno debía haber desaparecido del registro de la propiedad como privado y haber revertido sin más al Estado, por ser zona marítimo-terrestre.

Cuando PROSAGUNSA compró los terrenos que ocupaba la Compañía Menera de Sierra Menera, en liquidación, en julio de 1988, unos días antes de que caducara el plazo para que este tipo de operaciones se pudieran hacer, precipitadamente solicitó la modificación de la línea marítimo-terrestre, porque sabía perfectamente que, en concreto, esta propiedad estaba en precario y como mucho podría disponer de ella por 30 años y para seguir con la actividad para la que fue otorgada la concesión, en ese momento ya ninguna.

La Demarcación de Costas denegó dicha modificación, negativa que fue avalada en enero del 2002 por el Tribunal Supremo. A pesar de esta sentencia, el 30 de junio del 2014 la ministra de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, en el gobierno de M. Rajoy, Isabel García Tejerina, dicta una resolución por la que saca fuera del dominio marítimo-terrestre al Malecón. Recurrida esta resolución por el Ayuntamiento de Sagunto, en diciembre del 2018 el Tribunal Supremo ratifica la sentencia de la Audiencia Nacional que le da la razón a este y lo mantiene como de dominio público.

Ahora de nuevo, a pesar de las sentencias del TS, se vuelve a la carga, desde un ministerio de un gobierno PSOE-IU-Podemos, el de Transición Ecológica que preside Teresa Ribera, se intenta retorcer la ley, pasándose por el forro la Constitución, para regalar a una empresa particular un bien del Estado, un bien público de incalculable valor sobre todo para El Puerto.

Si miramos este conflicto desde el punto de vista puramente jurídico, la actitud de los distintos ministerios no tiene la más mínima lógica, incluso se podría acusar de prevaricación a algunos responsables ministeriales, o de algo más, pero como ocurre en tantos temas importantes, si no introducimos en la ecuación las variables, económica, política e ideológica, las piezas no encajan.

La adquisición de los terrenos privados embargados que se originaron como consecuencia del desmantelamiento industrial de nuestro pueblo, supuso para la empresa adquiriente (y suponemos que para alguien más) un pelotazo de consideración, que sin entrar en los entresijos de esa operación tiene al menos la apariencia de legal, pero tratar de apropiarse de los que son de titularidad pública ya no es tan legal.

El Malecón y la extensa playa de El Puerto son el resultado de la playa original y de los aportes naturales de arenas retenidas por la escollera del embarcadero de mineral, escollera que fue construida por cientos de obreros, extrayendo las rocas de la vecina cantera de Gausa y transportándolas hasta la costa y que terminó siendo el origen de la siderurgia en la que han trabajado millares de obreros venidos de todas partes, con una mano atrás y otra adelante. Y esta es la foto fija que queda en la retina de los que mandan, que como decía en su día Julio

Anguita, no son ni la Merkel en Alemania ni Rajoy en España (ahora P. Sánchez) sino los que tienen el poder económico, que piensan que estamos aquí solo para trabajar, no para disfrutar de la vida. ¿Como van a permitir que un pueblo de desarrapados pueda disfrutar de un espacio semejante, aunque haya sido fruto de su esfuerzo y de su trabajo?

Es un caso parecido al del Pantalán, un espacio no ya en primera línea de playa, podríamos decir que en línea cero, de más de 10.000 metros cuadrados de superficie, han preferido hundirlo por abandono y desidia a mantenerlo y que pueda ser disfrutado por el pueblo.

Mientras los llamados agentes sociales junto al gobierno, hablan de salarios mínimos y de mínimos vitales, para que muchos trabajadores puedan hacer, sino tres comidas al día, al menos dos, el poder económico juega a hacerse con todo, incluido lo público, lo que es de todos, y para ello no escatima en medios, entre ellos el miedo y la ignorancia, difundidos por sus voceros y a través de las religiones, ya sean las viejas que huelen a alcanfor, como las nuevas, aunque se las trate de adornar de solidarias y progresistas, léase en este caso la del Covid y la del Cambio Climático.

Uno de los mayores éxitos del capital ha sido conseguir que la izquierda desviemos el foco de la contradicción principal y habernos dejado boquiabiertos y absortos, encandilados con las florecillas del campo y los pajaritos de colores, sabiendo que a esta gente o se les sacude fuerte en el codo o no abren la mano.

Ramón García Ortín

Modificado por última vez en Viernes, 01 Octubre 2021 21:43

 

 

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