Bailar pegados

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 01 Octubre 2021 21:00

Por fin, este martes volvió la vida. Al menos, eso es lo que nos contó el President Puig en el debate de política general de la Comunitat Valenciana al anunciar, con gran regocijo, el fin de gran parte de las restricciones que nos han venido acompañando durante estos últimos dieciocho meses.

Pero, quienes hemos tenido la grandísima suerte de sobrevivir a la pandemia, sabemos que la vida nunca se acabó. Solo se nos condicionó, en muchos casos de forma incomprensible e inexplicable, nuestra habitual forma de vivir. Y, eso, ha marcado a una sociedad que, probablemente, nunca olvidará los efectos del maldito virus.

Pero ni siquiera el gran anuncio de la “casi vuelta a la normalidad”, por mucho que quiera ser una “normalidad mejorada” está exento de sus rarezas. La vuelta de la actividad cultural y del ocio no era ya una opción, sino una necesidad latente, desde hace ya meses. Hay quien aún se le escapa que el problema no era que nos quitaran, a algunos, la posibilidad de salir a divertirnos, sino que a otros se les dejaba sin el sustento básico de unos negocios que tuvieron que cerrar, con prisas, en marzo de 2020 y que, hasta hoy, siguen esperando poder continuar con esa normalidad de la que presume el President.

Eso sí, las sucesivas fases de reapertura, son sus idas y venidas, nos deja escenas muy curiosas. Desde el martes, podemos volver a consumir en la barra, pero sentados (sí, muy al estilo del típico solitario ligón de las pelis americanas). Podemos sentarnos, pero en grupos de diez. Pero ¡¡podemos bailar!! Nunca ha sido una de mis pasiones, pero estoy seguro de que son muchos quienes se alegran de esta medida. Ahora bien, ¿tenemos que bailar sentados? ¿Podemos bailar en grupos de más de diez? Porque, tal y como se publican las medidas, nos podemos marcar una filà con Paquito, el Chocolatero, si no llegamos a tocar la barra ni nadie se sienta.

De verdad, que me resisto a creer que, tras dieciocho meses de pandemia, la coherencia no haya llegado aún a la sede del Consell. Al final, los ciudadanos entendemos las cosas cuando se dejan entender y sigue habiendo muestras que resultan de difícil comprensión. Más aún, cuando es el propio Gobierno quien no entiende las cosas que dice a los ciudadanos es muy difícil transmitir credibilidad. Decía el President que “després de certes coses, s’ha de tornar a casa”. Pues sí. Tiene razón el President. Pero no se le puede olvidar que, por esta casa y en este tiempo, ha pasado un tsunami, un terremoto y una plaga de termitas.

No es solo volver a casa, sino que hay que reformarla y hacerla volver, de verdad, a la normalidad. No podemos mirar hacia otro lado y pretender volver como si nada hubiese pasado. Son muchos los ciudadanos que han visto afectada su vida, tanto en los aspectos económicos como en los personales, y no podemos dejar este proceso como una simple vuelta a los inicios como si nada hubiese pasado.

Tenemos que convivir con este virus como estamos conviviendo, desde hace muchos años, con otros tantos. Sin duda, hay que primar la investigación científica y sanitaria para avanzar en la prevención y tratamiento de los ciudadanos ante el virus. Pero hay que resolver una cuestión básica: nada volverá a ser como antes, al menos durante mucho tiempo.

Reactivar los sectores económicos, todos, era una necesidad que incluso podría haberse adelantado unas cuantas semanas, pero esa vuelta a la normalidad no va a recuperar, por sí misma, el daño que las medidas adoptadas, alguna de ellas errática, han causado en cada uno de los autónomos y empresas que se han visto afectadas por estas restricciones.

La campaña de vacunación podemos calificarla como un éxito, y no seré yo quien lo discuta. En poco tiempo se ha conseguido un elevado porcentaje de ciudadanos con la pauta completa. Eso debe darnos una doble tranquilidad: por un lado, que hay una elevada conciencia ciudadana sobre los riesgos que este virus conlleva y, por otro, que las condiciones de seguridad que hoy presenta ese elevado porcentaje de la población son mucho mejores que hace un año, por mucho que los negacionistas quieran cuestionarlo.

Debemos “volver a casa”, sí, pero debemos hacerlo con la solvencia que requiere una sociedad moderna. Evaluando daños y dando un respaldo extraordinario a quienes más han sufrido las consecuencias de este cambio de vida. Solo así, podremos considerar que la vuelta a casa es para todos. Mientras tanto, nos queda seguir trabajando y dinamizando nuestra economía, ya sea en grupos de diez, sentados en la barra o pudiendo, donde nos dejen, bailar pegados.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

 

 

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