Comparativo Superlativo. Gramática Parda

Escrito por Juan Antonio Cereceda Sobrevilla
Martes, 08 Junio 2021 19:07

Sabida es la dificultad que tenemos, en general, para entender los entresijos de la lengua inglesa y alcanzar un cierto dominio de la misma para salir fuera del paraguas patrio.  Y una de las barreras más espinosas radica en el uso correcto del comparativo; en castellano no tenemos ningún problema en entenderlo y así de ‘blanco’ decimos sencillamente ‘más blanco’ y sucesivamente. Pero los ingleses lo hacen más complicado porque en muchos casos dicen de ‘inteligente’ (intelligent) el comparativo ‘más inteligente’ (more intelligent), lo mismo que en castellano. Pero esta regla no es para todo: porque de ‘blanco’ (white) no dicen ‘más blanco’, como sería de esperar, sino algo así como (whither). Con estos mimbres, no hay manera de aprender.

Pero no hay que preocuparse, porque (casi) todo tiene solución en esta vida. Con fecha primero de junio entraron en vigor las nuevas tarifas de la factura eléctrica. Y después de dedicarle unas horas a leer la normativa, se llega a la conclusión de que el gobierno explica con sencillez el tema: aquello que aprendíamos en la escuela cuando nos enseñaban, relativo a los grados del adjetivo, queda meridianamente claro en los precios de la luz: cara, más cara y carísima, o sea: comparativo y superlativo, explicado en términos de Gramática Parda (la que no se enseña en las aulas).

Porque el precio de la luz se reparte en tres tramos horarios: caro, más caro y carísimo. Y, ¡qué casualidad! el tramo del superlativo, el carísimo, viene a coincidir con las horas en la que más luz consume el españolito de a pie. Pero no hay que preocuparse, porque el gobierno nos consuela diciéndonos que tenemos muchas horas de tarifa cara (la más barata): a lo largo de la noche y durante todo el fin de semana. Vamos que desde las 12 de la noche del viernes hasta las ocho de la mañana del lunes tenemos un total de cincuenta y seis (56) horas seguidas para desquitarnos y poner en uso toda la luz que necesitemos: lavadoras, calefacciones, aires acondicionados, calentadores de agua, la cocina… Todo un lujo para el ahorro de cada casa y, sobre todo, respetamos el medio ambiente (el otro medio queda por cuenta nuestra).

No sé si recordarán ustedes la película que tuvo gran éxito a principios de los años ochenta del siglo XX, realizada por Mario Camús y basada en la obra de don Camilo José Cela (hoy muy olvidado) llamada La Colmena. Situada en el Madrid de los primeros años cuarenta, en lo más duro de la posguerra, el autor nos presenta una serie de personajes de la vida madrileña que desfilan en la pantalla (como en la novela) intentando la mayoría sobrevivir en aquella durísima época. Y me viene a la memoria un personaje entrañable interpretado por un espléndido José Sacristán: este personaje llamado Ventura Aguado lucha por evitar el frío omnipresente. Y como era de los perdedores, para calentarse hace lo que la mayoría, pasar la mayor parte del tiempo en establecimientos públicos como el café de Doña Rosa (inolvidable María Luisa Ponte), para templarse junto a la estufa de leña y no morirse de frío en casa. Dios no quiera que tengamos que llegar a esos extremos con el sablazo de la tarifa eléctrica.

O tal vez en los tórridos veranos de esta costa nuestra levantina debamos echarnos a remojo en las caldosas aguas mediterráneas para aliviar el estío sin sobrecargar nuestro contador eléctrico, porque conectar el aire acondicionado en las horas de calor puede suponer que nos socarremos al leer el total del consumo eléctrico o hagamos saltar los plomos de lo que dispare nuestro consumo. Y todo ello, ¡faltaría más!, con el mantra de que lo hacemos por salvar el planeta, aunque muramos nosotros en el intento.

Porque estamos todos de acuerdo en que tenemos que dejar un mundo medianamente decente a las generaciones venideras, a nuestros hijos o nietos, a los que los tengan. Pero no nos vengan con la patraña de que la reforma de la tarifa eléctrica tiene que ver con la ecología, la virginidad del planeta y todas esas historias. Puede que no entendamos el galimatías de la lectura de la factura eléctrica, pero entendemos perfectamente que nos cobran más, el superlativo, cuando más lo necesitamos. Por la noche, con la tarifa menos cara, todos los gatos son pardos.

Juan Antonio Cereceda Sobrevilla
Catedrático de Latín (Jubilado)

 

 

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