Era de extrañar

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 06 Octubre 2017 16:30

Esto que pasa en España no tiene solución. Me he resistido durante muchas semanas a escribir acerca de la situación en Cataluña, entre otras cosas porque pienso que una menor atención mediática hubiese dado al traste con gran parte de las intenciones de los secesionistas, ansiosos por obtener una publicidad que, gratuitamente, se les ha ido ofreciendo desde multitud de medios de comunicación. Ninguna revolución, y el “procés” no es otra cosa, triunfa si no tiene un aparato de propaganda que cumpla las funciones necesarias para la difusión de sus propósitos.
 
Sin embargo, llegado este momento, ya no puedo resistirme a hacerlo porque España debe ser el único país que tropieza dos veces con la misma piedra, o tres, o cuatro… o ni se sabe cuántas. Nos pasó en el 11-M, nos pasó con los atentados de Barcelona de este verano y nos está volviendo a pasar ahora.
 
España es un país tan especial en el cual que haya una pandilla de “chalaos” que un día se inventaron una historia para Cataluña y la hicieron creer, con toda la paciencia del mundo, a una parte de la sociedad catalana, reclamando ahora, en base a ella, una independencia que nunca tuvieron, no supone problema alguno. Debe ser tan inigualable que el hecho de que se convoque un referéndum ilegal, porque no se ha querido preguntar a todos los que deberíamos tener algo que decir en este asunto (o sea, todos los españoles), no supone problema alguno. Debe ser tan diferente que cuando la policía judicial de Cataluña (léase, los Mossos) ignora la orden judicial de impedir la votación en el referéndum, no supone problema alguno. Pero, eso sí, cuando la Policía Nacional y la Guardia Civil, insultados y menospreciados por los revolucionarios, trabajan para hacer cumplir el mandato de los jueces, que es el mismo que los españoles nos autoimpusimos en la Constitución de 1978, es cuando a muchos les da por buscar culpables.
 
Que esas cosas las hagan los representantes de Podemos es algo que debe preocuparnos poco porque entra dentro de lo normal. Es un partido con fecha de caducidad, sin sentido de Estado y nacido y crecido al amparo de un oportunismo derivado de una voraz crisis financiera, económica y social nunca vista en la historia reciente de España. Pero me preocupa seriamente que lo haga el PSOE, al que se supone una vocación españolista y una capacidad de gobierno (que, al menos en algún momento, tuvo y ejerció), clama al cielo. Que de toda la serie de sandeces absurdas e ilegalidades flagrantes que venimos viendo en los últimos meses (quizá debería decir años), el PSOE haya decidido que la solución está en reprobar a la vicepresidenta del Gobierno por la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado el pasado domingo, es para hacérselo mirar.
 
Al igual que el sueño de Puigdemont es el de ser el primer presidente de su imaginaria República de Cataluña, Pedro Sánchez parece empeñado en ser el último secretario general del Partido Socialista. En una situación de extrema gravedad, como la que estamos viviendo, no puede dejar que el rumbo de su partido lo marquen sus intereses políticos, variables cada mañana. Eso puede tener cualquier nombre, pero nunca debería llamarse “proyecto”.
 
Cuando, en un momento en que la continuidad de la unidad nacional se cuestiona seriamente desde muchos ámbitos, en el que muchos ciudadanos de Cataluña están viviendo la presión de un independentismo cuyas intenciones no comparten ni de lejos, que la estabilidad económica de España puede verse seriamente comprometida en función del devenir de los acontecimientos, un partido que pretende volver a dirigir el futuro de España no puede plantearse nada que no sea ponerse al lado del Gobierno y del Estado. Lo contrario es, supongo, el inicio de su declive definitivo, pero lo que me preocupa de verdad es todo lo que, en ese camino, puede llevarse por delante.
 
Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites
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