Heridas y grietas

Escrito por José Manuel Pedrós García
Viernes, 13 Enero 2017 15:18

El discurso de Navidad de este año del rey, lejos de ser valorado positivamente por una mayoría, ha provocado diferentes frentes, al hurgar —por una parte— en lo que para muchos son sus heridas sin cicatrizar, mientras —por otra— agrandaba la grieta que existe entre los diferentes colectivos de la población.
 
El PP ve en el discurso un mensaje claro a populistas y secesionistas, quizá pensando: «¡para que vayan con ojo!», como suelen hacer ellos, «avivando el miedo y la amenaza». El PSOE (reconstituido a través de una gestora) habla de «contenido social», como si «lo social» fuese un patrimonio exclusivo de esta formación; y Ciudadanos, tan formales y pudorosos, dan por bueno el mensaje en su totalidad.
 
Hasta aquí todo es normal; porque estos tres partidos, constitucionalistas, monárquicos y en contra de la independencia o de la secesión, son al mismo tiempos recatados, demagogos, forman parte de las élites capitalistas, de la gran banca y de la obediencia ciega a Alemania y a los mercados, y son ellos los que no quieren remover nada para que todo siga igual. Pero, además, están los otros, y esos otros no lo ven todo de la misma manera.
 
Está claro que cada uno «habla de la feria según le va en ella», y que «cada uno arrima el ascua a su sardina», pero por qué, por una vez, no nos alejamos de egoísmos, no dejamos de mirarnos el ombligo, intentamos ver lo bueno de los demás, y, sobre todo, pensamos en el bien común del pueblo.
 
La palabra «Cataluña» no la nombró el rey en ningún momento, pero estaba en el aire, danzando como una avispa que espera el momento oportuno para hincarte el aguijón, y las palabras del monarca estaban destinadas con claridad a los independentistas, y eso que sólo habían pasado 24 horas desde que «el Parlament» acogiese una cumbre sobre el referéndum secesionista.
 
Felipe VI quiso defender la convivencia desde la unidad y el respeto a la Ley. Sus palabras textuales fueron: «Vulnerar las normas que garantizan nuestra democracia y libertad sólo lleva, primero, a tensiones y enfrentamientos estériles que no resuelven nada y, luego, al empobrecimiento moral y material de la sociedad». Pero la unidad y el respeto a la Ley, a las que el monarca alude, benefician siempre a los mismos, que en ningún caso están dispuestos a que la Ley cambie y la unidad se fragmente, es decir, no quieren perder ni un ápice de sus privilegios, sus prerrogativas, su poder y su estatus.
 
Tras el discurso navideño del monarca, el diputado de ERC, Gabriel Rufián, escribió una carta abierta al rey Felipe VI en el diario digital Tribuna abierta, en la que aseguraba: «Hay quien defiende una votación refrendada por un rey y hay quien defiende una votación refrendada por el pueblo de Catalunya. Con discursos como el de anoche, nos cargan de razones a unos y pone el foco sobre otros». El diputado catalán iniciaba su carta diciendo: «Anoche un señor que vive en un palacio pagado por todos y al que no ha votado nadie salió en la TV y durante 12 minutos y 22 segundos habló de España, de legalidad y de convivencia. Otra vez. Y ya van 41 veces, 41 años (comenzó su padre, Juan Carlos de Borbón, al que al menos si votó alguien, un tal Francisco Franco Bahamonde, pionero en esto de hablar en navidades allá por el año 1937). El señor de ayer se llama Felipe de Borbón y por su apellido cobra 7.700.000 euros públicos al año». Rufián añadía: «Una urna no separa. Una urna no divide. Divide y separa un desahucio, no una votación. Divide y separa la cola frente a la puerta de un comedor social, no frente a la cola de un colegio electoral. Divide y separa elegir entre comer o pagar la luz y no elegir entre un sí o un no en un referéndum»; y más adelante argumentaba que «lo que amenaza a la soberanía (y al respeto) del pueblo español no es un referéndum en Catalunya, es apellidarte Borbón y hablar en prime time en la televisión de “una España de brazos abiertos y manos tendidas donde nadie agite viejos rencores o abra heridas cerradas”, en un país con 120.000 personas que siguen en las cunetas 80 años después».
 
Precisamente, este último párrafo pronunciado por el monarca es lo que ha provocado que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) haya presentado una queja ante la Oficina del Defensor del Pueblo, por entender que «podrían atacar a los derechos de las familias de los 114.226 desaparecidos durante la dictadura franquista».
 
Esta frase es para la ARMH una «declaración política contraria a los derechos de las víctimas del franquismo, y de un carácter político que no le corresponde a un jefe del Estado no electo, que tiene el deber de representar a toda la sociedad». «Solicitamos —añade la ARMH en su escrito— a la Defensora del Pueblo que intervenga para señalar los límites de interpretación política del monarca y que en ningún caso sus intervenciones puedan contradecir la protección de los derechos humanos»; y entienden que «es grave e inhumano negar a las familias de los desaparecidos de la dictadura franquista la posibilidad de dar sepultura digna a un ser querido».
 
No sé quién o quiénes pueden ser los asesores del monarca, para que en el discurso de la última Navidad hablara en unos términos como los que empleó, pero con sus palabras puede aumentar todavía más la grieta que existe entre separatistas y no separatistas; entre partidarios de la recuperación de la memoria histórica y no partidarios, porque los familiares fallecidos de estos últimos ya han tenido durante todo el franquismo el reconocimiento debido; pero la grieta más importante es la que existe entre los que lo tienen todo y aún aspiran a más, y los que no tienen nada y ven cada día menguadas sus expectativas; y esta grieta va a ser difícil de tapar mientras los gobiernos no apliquen políticas sociales reales y velen, fundamentalmente, por los intereses de los trabajadores y por los derechos de los más humildes; y esta grieta será cada vez mayor si el monarca, que debería ser el «rey de todos», sigue apoyando a esos gobiernos que no fomentan la igualdad, aunque se les llene la boca de Ley, de nación y de democracia.
 
José Manuel Pedrós García

 

 

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