No es país para viejos

Escrito por Bernardo Bartolomé de la Plaza
Viernes, 01 Julio 2016 15:38

Que les quede claro, el Partido Popular no ganó las elecciones del pasado veintiséis de junio. No. Punto. Ni de coña. Los comicios los perdieron los otros, la oposición. Rajoy se ha limitado a hacer lo que mejor se le da: ser él mismo. Paciente, calmado, flemático. El Presidente del mireushté, del Marca, del campo de alcachofas y las caminatas a paso ligero por los jardines de Moncloa. Con eso tenía bastante. Ni siquiera los carteles electorales llevaban su careto. Perfil bajo se llama ahora a lo que antaño era esperar ver pasar por la puerta el cadáver de tu enemigo. Ni sorpasso ni sorpassa, que diría cualquier madre. Calentitos se fueron a la cama los partidos emergentes. Calentitos y sin postre.
 
Especial mención merece Podemos – o como se llame ese batiburrillo de siglas-. Al fin y al cabo son los que salían a ganar el derbi, los grandes vapuleados, ya que PSOE y Ciudadanos salieron a poner el autobús delante de la portería y evitar la goleada. Los del círculo morado lo tenían de cara. La segunda bola de partido a su favor. Dos oportunidades, la de diciembre y la presente, perdidas por su completa incompetencia, acompañada de enormes dosis de mezquindad y codicia. Centrados en aglutinar votantes, confluir corrientes, apiñar versos sueltos. Un amasijo de carencias. Un conglomerado del engaño. Una macedonia con sabor a nada. La coleta socialdemócrata no ha podido ocultar la calva chavista. Y se les ha visto el cartón.
 
No contentos con haber obstaculizado todo atisbo de regeneración democrática siguen erre que erre a lo suyo – tal vez “lo suyo” era lo verdaderamente importante- . Una vez terminadas las elecciones nadie entona el mea culpa que ellos mismos criticaban a los partidos tradicionales. El terrible hostiazo - no se me ocurre otro sinónimo para describir el resultado - se debe, dicen, a la baja participación, a la táctica del miedo, al escrutinio, a los viejos… Sí, a los viejos. Porque los entrañables ancianos que durante la campaña podemita eran aplaudidos por mantener con sus pensiones a miles de familias durante la crisis han pasado a ser – y escribo como lo he leído en RRSS- los putos viejos que votan al PP. Lejos quedan las alabanzas a los afectuosos y mediáticos yayoflautas. ¡Señoras y señores, pasen y vean! ¡La gerontofobia ha llegado a su ciudad! Como si acaparar el voto joven diera más calidad al asunto. Como si el voto de un zagal seguidor de programas como Mujeres, hombres, bíceps y berzas aportara un plus de excelencia a la papeleta depositada en la urna solo por ser poseedor de un cutis lozano. Y así han quedado - pim, pam, toma lacasitos- compuestos y sin gobierno del cambio. Puta vida, tete.
 
Ahora solo quedan los lloros y lamentos. El echar balones fuera y atribuir la derrota a una conjura del vetusto heteropatriarcado, su particular confabulación judeomasónica. No reconocerán que les pillaron la matrícula a tiempo. Que los corazones multicolores, las sonrisas y el catálogo de Ikea no han podido tapar ese tufillo a niño bien jugando a ser revolucionario de barricada y puño en alto. Y que “la gente” se ha acogido al voto del miedo precisamente porque dieron sobrados motivos para tenerles miedo. Y que los provectos electores votan al PP porque han vivido lo suficiente como para que se la sude bastante eso de la casta, el núcleo irradiador y demás miembros viriles en vinagre. Y porque los putos viejos saben más por viejos que por diablos y han preferido elegir susto en vez de muerte.

Bernardo Bartolomé de la Plaza
@BernarBartolome

 

 

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