Un pueblo atribulado y desdichado

Escrito por Armando Álvarez Álvarez
Jueves, 30 Mayo 2013 00:25

Dijo el ministro de Economía: «Lo peor ya ha pasado». «Nuestra economía es fuerte y sana». Esta obscena y provocativa afirmación constituye una estúpida ofensa a la mayor parte de los españoles. Aquí nos encontramos con el paradigma de que nuestros mandatarios pasan olímpicamente de la agónica situación que ha hundido a multitud de familias en la desesperación, el hambre y la indigencia. En este contexto, el Gobierno, cada vez que dicta una ley que perjudica gravemente al pueblo, la califica cínicamente como un gran triunfo.

Como ejemplo sobrecogedor y a la luz de la desgarradora realidad, hay que subrayar que el número de desempleados que no cobran prestación ni subsidio alguno alcanza la pavorosa cifra de 3 millones (el segmento más desventurado de los 6,2 millones de parados).

La filosofía que asimiló esta cavernaria derecha fue la mentira en su máxima dimensión. Partiendo de esta premisa, infinidad de españoles estamos condenados a escuchar un aluvión de aseveraciones falaces encaminadas a embaucar e intoxicar a la gente. A tenor de los hechos fehacientes que nos están poniendo de manifiesto los dirigentes del PP, salta a la vista que las depauperadas clases de la población que sobreviven a duras penas debido a las dramáticas privaciones que las acucian, les importan muy poco a esta cutre derecha. De ahí que los desvalidos que viven en la miseria: los desahuciados, los atrapados por las preferentes (vilmente estafados) y los millones de desarrapados, al Gobierno les importan un bledo. Estos desventurados piden, claman, protestan y suplican, pero nadie del Gobierno los escucha. «Predicar en el desierto, sermón perdido».

¿Dónde está el óptimo resultado de esa batería de promesas que hizo Rajoy durante la campaña electoral? De más de dos docenas de ofertas y proyectos que solemnemente se comprometió a realizar, podemos asegurar taxativamente que no cumplió ninguno. La desfachatez de este gobernante no admite parangón. ¿Merece Rajoy alguna credibilidad? Ninguna.

Ante este chantaje, falacia y displicente triunfalismo del taumaturgo Rajoy, hay que dejar sentada la respuesta que merece el citado “caballero”. En primer término, es preciso decir que esta asechanza no se puede tolerar, ya que representa  una burla y una humillación para un pueblo que es digno de respeto.

La dignidad es el máximo valor que posee el ser humano. Y el que pisotea dicho valor no merece nada más que un completo desprecio, y, por tanto, Rajoy, independientemente de los colosales desaciertos que ofrece su ejercicio al frente del Ejecutivo, debe dimitir como presidente del Gobierno. Aquí no caben estratagemas esotéricas, toda vez que los procedimientos sustantivos reflejan, de una manera palmaria, una realidad axiomática.
La tragedia que atormenta nuestro país conmueve muy poco a Rajoy, puesto que no hace nada para paliar las causas que traumatizan a los españoles. Él permanece impertérrito sin inmutarse. Tanta falta de sensibilidad e incompetencia no se puede encontrar en otro Gobierno.

Los desmanes que ha cometido el Gobierno alcanzan cotas inverosímiles. El Estado del bienestar quedó fulminado. Atacaron sin piedad a la Educación, cuyas restricciones son pavorosas; la Sanidad, la joya de la corona, está en vanguardia dentro del continente europeo, sin embargo, contemplar como en la Comunidad de Madrid lanzaron a la calle insignes especialistas de una reputación universal, es para echarse a llorar (el que toma esta determinación no vale para dirigir un ayuntamiento de 200 habitantes). Los recortes que aplicaron son terroríficos. Y lo peor es que el objetivo básico es llegar a la privatización.

En otro aspecto, diremos que la Ley Laboral se puede definir como una tropelía sin precedentes. De este sangrante e histórico estropicio, dice el inefable Rajoy que se encuentra muy satisfecho. El despido semilibre de los trabajadores le satisface al Presidente y, por supuesto, el recorte de salarios le encanta.

Dentro del área social, podemos señalar, con el más profundo dolor, la infame y espuria decisión gubernativa de ensañamiento con los discapacitados, cuya Ley de Dependencia desguazaron. El proceso destructivo de este Gobierno es de tal amplitud que se necesitarán 40 folios para concretarlo y difundirlo. Me parece indignante que a las personas más vulnerables las hayan abandonado a su suerte.

Paralelamente a la devastadora acción destructiva en el terreno socio-económico, creo oportuno abordar el tema ideológico.

El integrista Gallardón surgió, con su cruzada y haciendo gala de auténtico inquisidor, para elaborar el borrador de una ley de aborto que nos retrotrae a los tiempos más negros del franquismo. Se sospecha, alejándonos de los países de nuestro entorno, que esta norma la confeccionó en concomitancia con el cardenal Rouco Varela que, por cierto, encarna el Nacionalcatolicismo y, por consiguiente, se erige en sucesor del cardenal Gomá y el arzobispo Pla y Daniel, autores, junto a Franco, de la tristemente célebre Cruzada, asimismo, alzarse con el «privilegio» de que España la convirtieron en la reserva espiritual de Occidente.

Pero los execrables desatinos de Gallardón se consumaron en otra reaccionaria ley que suscitó un rechazo general de los demócratas e incluso de los círculos judiciales. Este ultraje contiene unas consecuencias trascendentales, porque legaliza una justicia para ricos y otra distinta para pobres. En virtud de las tasas impuestas, los que no dispongan de recursos, carecen de posibilidades de acudir a los tribunales superiores de justicia. Además de manera tendenciosa y complaciendo a los fundamentalistas, implantó la cadena perpetua, un tanto disfrazada con una simple añagaza inserta en el texto.

La retrógrada política de Gallardón coincide precisamente con la del ministro de Educación. Sus planes son perfectamente simétricos, puesto que el ministro Wert puso en marcha la nueva Ley de Educación (aunque no entró en ejecución), rigurosamente clasista: una educación para ricos y otra para pobres. Por otra parte, resulta patético que vuelva a surgir como protagonista Rouco Varela, dado que consiguió incluir la asignatura de Religión (reminiscencia de Pla y Daniel, Guerra Campos, Pérez de Urbel y Francisco Franco) y eliminó la importantísima de Educación para la Ciudadanía. ¡A dónde nos quieren llevar estos trasnochados carcas! ¡Qué delito cometeríamos los españoles para condenarnos a este vía crucis!
Por último, deseo abordar sucintamente el ominoso e inextricable capítulo de la corrupción en el que se hallan involucrados presuntamente más de cien mandatarios del PP conforme revelan los medios informativos, corroborados por las investigaciones policiales, el fiscal y el juez correspondiente.

El caso Gürtel encierra una operación gigantesca dirigida por un grupo sumamente poderoso y muy experto en el campo de la corrupción. La operación era de gran calado. Sin duda, este incalculable negocio sucio y delictivo adquirió una magnitud que supera con creces todo lo que se puede evidenciar en estos últimos 50 años. Al socaire de la impunidad que consiguieron los presuntos delincuentes de aquel abominable fenómeno, surgieron múltiples casos todos vinculados a Gürtel: caso Bárcenas y una docena de líderes del PP se hallan reflejados caligráficamente por el juez Ruz después de verificarlos por los peritos especialistas en la materia. No obstante, se cree que la cantidad de corruptos alcanza cifras considerables. De este modo, salieron a la luz, una vez más, aquí en Valencia los casos Orange Market, Brugal, Emarsa, Fabra, Urdangarín (donde parece que también hay varios implicados en la capital del Turia). Esto huele tan mal, que se parece a una cloaca.

En cualquier país del mundo, a la vista de hechos de tal gravedad, automáticamente el Gobierno en pleno dimitiría. Y a renglón seguido, otros relevantes líderes del PP que ocupan cargos políticos importantes tendrían que renunciar a los mismos. Y finalmente debían responder ante la justicia de la serie de actuaciones punibles. Sin depurar responsabilidades, los desafueros continuarán a toda máquina.

El caso Gürtel encierra la más tenebrosa y rocambolesca historia delictiva que yo conozco. El valeroso y heróico juez Garzón afrontó sin arredrarse esta descomunal empresa de enfrentarse a un vandalismo dotado de mucha astucia y poder. Además, perfectamente estructurado. La lucha titánica del juez resultaba notablemente desigual, porque los inculpados en la trama eran varias docenas, entre los cuales había peces gordos. En cualquier caso, es evidente que Garzón se hallaba «solo ante el peligro». Como el valiente Garzón adolecía de la falta de apoyo en un país sin ley, los delincuentes consiguieron vencerlo y, con un cúmulo de anatemas, lo expulsaron de la carrera judicial. ¡Y lo inaudito!, los infractores de la ley  pudieron seguir maniobrando a sus anchas. Qué envidia nos debe dar Tanzania. Una vergüenza. Como se puede reconocer, la atrocidad resulta espeluznante. El estupor invadió las conciencias y el espíritu de la gente honesta y solidaria con todo el que se esfuerza para extirpar la lacra de la corrupción. A todo esto, el PP lanzó una furibunda campaña contra la policía, Guardia Civil, fiscales y jueces. Los acusados están convencidos de que a ellos no se les puede aplicar la justicia por ser herederos del franquismo, razón que les confiere un privilegio especial.

En consecuencia, de los cientos de miles de folios de los sumarios llevados a cabo por Garzón y sus ayudantes nunca más se supo. Por eso Rajoy dijo hasta la última hora que ponía la mano en el fuego por Bárcenas. Faltaría más, tratándose de su mano derecha que correspondía al tesorero. Si bien éste dimitió de su cargo de diputado; pero los gerifaltes del PP lo dejaron en la sede del Partido, o sea, en Génova 13 con un despacho, secretaria, coche y chofer. Y por si esto fuera poco, le asignaron 250.000 euros de sueldo. No olvidemos que era el hombre de confianza de Rajoy y lo es todavía. Este hecho tiene una gran significación. Esto invita a la reflexión.

Como el caso Gürtel fue cerrado en falso, tuvo que rebrotar con mucha fuerza. Ahora, si bien temo, pese al inmenso papeleo, que lo probable es que termine con la victoria de los bandoleros.
Para mayor inri nos están ensalzando y trompeteando el Estado de derecho con la más refinada hipocresía. ¡Que insulto! ¿Pero dónde se encuentra el manido Estado de derecho? Yo no creo para nada en esta grandilocuente frase. Él Estado de derecho que nos quieren vender es un camelo. Se creen que los españoles somos unos neófitos o idiotas. Pensemos que el 80% ya no cree en la justicia.

El Estado de derecho encierra el esquema democrático: Poder Judicial, Legislativo y Ejecutivo. Como en España disponemos de un régimen estrambótico, yo diría una rara dictadura, donde el Poder Judicial no actúa como tal; el Congreso de los Diputados (legislativo) está acaparado por el Ejecutivo. ¿Qué pinta, pues, el Congreso de los Diputados y el Senado? Absolutamente nada de nada. En definitiva, en España actualmente no existe nada más que el Poder Ejecutivo. Todo lo demás es filfa.
 
Armando Álvarez Álvarez
 
Modificado por última vez en Jueves, 30 Mayo 2013 00:40

 

 

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