Carta a mi padre

Escrito por Francisco José Adán Castaño
Martes, 26 Marzo 2013 18:20

Hola Papá.
Hoy me encuentro con el escrito más difícil de mi vida. Me toca intentar expresar en palabras lo que has significado. Tu enormidad. Papá eras un gigante. El domingo te vi zarpar por última vez, para navegar en aguas lejanas, donde la pesca es abundante, donde la brisa marina acariciará tu cara serena y donde el suave oleaje mecerá tu barca. Zarpaste y nos dejaste en tierra. Ya nos llegará nuestra barca, e iremos a tu encuentro.

Hasta entonces nos queda un camino largo. Cuando te fuiste, empezó a llover inmediatamente, como si el cielo se estremeciera ante la pérdida que teníamos aquí en la tierra, para más tarde sonreirnos con un brillante sol que nos anunciaba que Dios en el cielo había ganado una buena persona. Una persona buena. Te recibieron con palmas. Te fuiste en  Domingo de Ramos.
Esa es la mayor cualidad que se puede decir de ti, papá, eras un hombre bueno. Eras apacible, tranquilo, introvertido, cierto; reflexivo, también. Sereno. Eras un puerto seguro al que acudíamos cuando nuestra nave zozobraba. Y siempre estabas ahí.

Eras una persona de ideales y de ideas. Eras Falangista. Todo el mundo lo sabe y nunca lo escondiste, joseantoniano, hasta el tuétano, yo, tan joven que sólo he podido acercarme a esa ideología a través de la torpe lectura de algún escrito.

Fuiste una persona íntegra, honrada, honesta, hasta la médula, por encima de todo, estaba tu dignidad, tus principios irrigados por el amor a Dios, a la familia y al trabajo. Amabas a España y la serviste desde la acción política de la forma que sólo tú podías hacer, con aplomo, con pasión, con rectitud con disciplina. Y al fin, con resultados, porque siempre pensaste en el pueblo. Te gustaba codearte con los trabajadores de fábrica aunque luego fueras el Jefe de la Asesoría Jurídica y te tocara cumplir con las tareas, a veces ingratas, que lleva consigo la profesión.
Pero lo hiciste, porque tenías muy claro que la obligación estaba por encima de todo, y así nos lo enseñaste, aunque a algunos nos haya costado aprender la lección.

Estabas enamorado. Hasta lo más profundo del alma, un amor tierno, sincero, amigo. Un amor eterno que va más allá de la muerte. Tu mujer, mi madre, tu compañera, tu amiga, tu esposa con la que te embarcaste en este viaje y te ha acompañado hasta el final, 52 años de travesía que han dado sus frutos. Cinco hijos y ocho nietos. La biznieta, también.
¿Nosotros, los hijos? Somos meras copias de lo que fuiste. Tenemos las redes que dejaste en el mar y nos toca recogerlas y saber lanzarlas de nuevo.  Sobre nosotros se alza un muro alto, soberbio, imponente, que es tu ejemplo. Hemos aprendido a tu lado cómo un hombre puede llegar a tu edad y tenerlo todo hecho, tener la paz de espíritu y la conciencia limpia. Ahora toca seguir tus pasos que son difíciles porque son claros.

En cierta ocasión, un antiguo alumno de Sócrates le comentaba cuál había sido la experiencia de aprendizaje de haber estado con él: “ te voy a decir algo increíble pero cierto, Sócrates. En realidad, yo nunca aprendí nada de ti, como tú mismo sabes. A pesar de ello, yo me enriquecía cuando estaba en tu compañía, sólo con estar en la misma casa, aunque no fuera en la misma habitación… Pero, sobre todo, mi progreso era mucho mayor cuando me sentaba junto a ti, pegado a ti y en contacto contigo”

Y así ha sido, todo el que te ha conocido ha tenido la oportunidad de aprender algo, algo bueno, algo noble. No ibas dando consejos alegremente. Eras más bien parco en palabras, siempre estabas pensando, pero cuando se acudía a ti, aportabas luz a la oscuridad, calma a la tempestad. Siempre tus consejos habían de ser oídos. ¡Qué necio el que no los siguiera!

Pero, como el verdadero sabio, predicabas con el ejemplo, “Por sus actos los conoceréis”, dijo el Señor, y contigo así fue. Bastaba con sentarse al lado tuyo y respirar tu integridad a prueba de bombas, tu clarividencia para resolver los problemas, tu determinación para llevar a cabo lo que te proponías. Practicabas lo que predicabas y predicabas con el ejemplo. Eras más devorador de letras que pronunciador de palabras y quizá por eso fuiste tan sabio.

Dejas una estela que por clara, es difícil de seguir. Como digo, integridad, honestidad, humildad, incorruptibilidad, bondad, sabiduría, son las piedras que, al menos yo, quiero seguir, tropezaré muchas veces y ya no estarás para levantarme, sólo quedará mi conciencia y esa sí que sé que tenía tu visto bueno.

Papá, y tu mejor obra, tu mayor logro, compartido con tu mujer: una familia. Una familia que lleva la impronta de tu apellido. ¡Qué responsabilidad nos dejas sobre nuestros hombros!  seguir honrando tu memoria a través de nuestros actos y que se ven reflejados en nuestro apellido. Pero Papá, no te preocupes, hemos aprendido a recoger las redes, al menos, yo te he visto tirarlas. Toca seguir manteniendo la cabeza bien alta, ahora más que nunca, porque nunca nadie podrá reprocharnos nada de ti.

Los que te conocieron dirán que eras una persona excelente, un grande de la sociedad. Los que te quisimos, al menos hoy, sigo buscando una frase, una palabra que te defina. Y el idioma se queda pequeño.

Hoy me siento torpe por no poder expresar mejor lo que quiero decir, sé que estás aquí, con nosotros, te siento, te presiento. Sé que siempre estarás dándonos ese aliento que haga que nuestra barca navegue o nos darás ese puerto para atracar en caso de tormenta.

Hoy todos estamos aquí no para despedirte, sino para decirte hasta luego. Te has ido a pescar como aquellas mañanas de sábado, simplemente, ahora no volverás, ya iremos nosotros. No has muerto, papá, pervives en la memoria colectiva y revivirás en la cara de cada uno de tus hijos y nietos cuando alguien diga, con orgullo, “mirad, ahí va un descendiente de Emilio Adán García”.  Y sobre todo pervivirás en la mente y el corazón de quienes te quisimos y te querremos para siempre.
 
Es un día triste porque ya no estás. Sonriamos porque tuvimos el enorme privilegio de estar contigo. Sonrío porque tuve el regalo de Dios de ser tu hijo.
 
Francisco José Adán Castaño
Modificado por última vez en Martes, 26 Marzo 2013 18:29

 

 

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