Así le ataban los ciervos a Castelló

Escrito por
Viernes, 10 Febrero 2012 01:00

En el último pleno municipal se presentó una moción en la que se pedía el pronunciamiento del ayuntamiento contra los recortes del Consell. Este tipo de mociones suele servir para que nuestros amados gobernantes en Valencia puedan ahorrar gasto en papel higiénico, cosa no poco importante en los austeros días que corren, pero el texto consensuado por PSOE, Bloc y Esquerra Unida tenía una cosa que la hacía especial, la petición expresa de dimisión del Conseller encargado de los presupuestos autonómicos durante las últimas legislaturas.

No es que por ver un papelito con el escudo del ayuntamiento de Sagunto pidiendo su cabeza el conseller se fuera a ir acongojado llorando a su casa, claro está, pero la inclusión de esa cláusula introducía un cambio de discurso no poco importante. Significaba  dejar de pensar que el dinero público ha desaparecido de las arcas de la Generalitat porque sí, y empezar a introducir en el debate del adelgazamiento del sector público la figura del responsable, un concepto que nuestros políticos suelen traducir como «aquel que firma los papeles y, por lo tanto tiene derecho a cobrar más que los demás que estamos aquí sentados», cuando debería estar más cerca de «aquel que responde ante los ciudadanos del uso que ha hecho del dinero que estos le han confiado».

Sin embargo este fue el punto que más molestó a los concejales de Segregación Porteña, que anunciaron que sólo apoyarían la moción si se retiraba la petición de la cabeza del conseller Vela, escudándose en que «SP no hace política nacional»  y que como también hay recortes en Cataluña, quedaba demostrado que no era una cuestión de colores políticos sino de acabar con «las políticas que nos han llevado a esta situación».

Con tan firme planteamiento los concejales de SP volvían a acallar las voces de aquellos que les acusan de haber perdido sus principios más básicos, por lo menos el de defender al PP valenciano seguía intacto. Da igual que la Generalitat prohíba celebrar los patos en el puerto marítimo, como hizo un par de veces, que pase de construir la ciudad del teatro que prometió hace ya tres Presidentes o que niegue la independencia de Puerto de Sagunto. SP, por aquello de no hacer política fuera de nuestras fronteras, hace siempre de tripas corazón y paga gerencias, defiende gestiones y, si hace falta, indulta conselleres, en aras de algo que sólo puede considerarse un ejercicio de responsabilidad política tan adelantado a su tiempo que los meros mortales no alcanzamos a entender.

En un mundo normal los impulsores de la moción se habrían indignado, y habrían dejado que los concejales de Segregación Porteña explicaran a la gran cantidad de profesores que asistían en ese momento a la sesión, por qué una línea con el nombre de un alto cargo del PP era más importante que pronunciarse en contra de que se financien los sobrecostes de las obras de Calatrava recortando educación y sanidad. Pero el pleno del ayuntamiento es un lugar donde la lógica brilla por su ausencia, y en lugar de eso EU y PSOE aceptaron de buen grado la propuesta en «aras del consenso», o lo que es lo mismo, de la foto que ya imaginaban que se iban a hacer en las próximas manifestaciones teniendo que ser Quico Fernández quien explicara a SP que la Generalitat no nos hace el tramo de la carretera que falta en la IV Planta porque le parece más importante construir los nuevos accesos del aeropuerto de Castellón, logrando así que los segregacionistas se bajaran por fin del burro y aceptaran aprobar la moción tal como venía.

Si la cosa hubiera acabado aquí no estarían leyendo ustedes éste artículo —sentir vergüenza ajena en los plenos del Consistorio es algo a lo que estoy tan tristemente acostumbrado que no merece la pena compartirlo— pero es que aún quedaba lo mejor, el ponente de la moción, el socialista José Luis Chover, no había estado prestando atención al debate, quiero pensar que por lo impactante que supuso ver al Bloc dando lecciones de porteñismo a SP, y retiró entre risas, y «en aras del consenso», la petición de dimisión.

El Alcalde Castelló procedió a una única votación, puesto que nadie había presentado una enmienda, mientras debía sonreír para sus adentros. En las cacerías del franquismo había ciervos atados que se resistieron más que la oposición municipal saguntina.

Isaac Hernández Oliver
Modificado por última vez en Viernes, 10 Febrero 2012 01:00

 

 

SUCESOS

SALUD