El poder enemigo del pueblo

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Lunes, 03 Octubre 2011 02:00

(Solo merecen leerse los periódicos del pueblo y para el pueblo)


No hay periódico que no sostenga a un partido, no hay partido que no aspire al poder, no hay poder que no sea enemigo del pueblo. No hay periódico que se eleve a aquel nivel de dignidad popular donde impera el tranquilo y supremo desprecio de la soberanía. El pueblo es impasible como el derecho, altivo como la fuerza, noble como la libertad; los partidos son turbulentos como el error, incautos como la impotencia, viles como el servilismo.

No hay que no aspire al poder, porque un partido es esencialmente político y se forma, en consecuencia de la esencia misma del poder, origen de toda política, ya que si un partido cesara de ser político, cesaría de ser un partido y entraría de nuevo en el pueblo, es decir, en el orden de los intereses de la producción. De la actividad industrial y de los intercambios.

No hay poder que no sea enemigo del pueblo,  porque cualesquiera que sean las condiciones en las cuales se pone, cualquiera el nombre que está investido de él, de cualquier modo que se llame, el poder es siempre poder, es decir, el signo irrefutable de la abdicación de la soberanía del pueblo y la consagración de un dominio supremo.

El poder es el enemigo en el orden social y el orden político
En el orden social; porque la industria agrícola, sustento de todas las industrias nacionales, es aplastada por los impuestos con los que grava el poder y devora por la usura (desembocadura fatal del monopolio financiero), cuyo ejercicio es garantizado por el poder y sus discípulos o agentes.

Porque el trabajo, es decir, la inteligencia, es expropiada por el poder, ayudado por las bayonetas, en provecho del capital (elemento tosco y estúpido en sí). Que controla y tiene en su mano la palanca que hace girar todos los cauces para que las aguas vayan a su molino, y es capaz de arruinar el planeta con tal de enriquecerse.

Asimismo, todos aquellos partidos a los que veis moverse sobre la superficie del país como flota la espuma sobre el río, con sus disidencias doctrinales, no tienen otra causa en común que alzar el poder. Si cada uno de estos partidos supiera con certeza que sobre él no caerá el peso del poder de algunos de sus enemigos, el antagonismo cesaría instantáneamente como cesó el 24 de febrero de 1848 en Francia, en la época en que el pueblo habiendo destruido el poder, desbordó a los partidos y proclamó la asamblea popular.

Vicente Gascó

Modificado por última vez en Lunes, 03 Octubre 2011 02:00

 

 

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