Perfección peligrosa

 
Lunes, 12 Diciembre 2016 10:07

Estamos ante una sociedad inconformista, las expectativas que tenemos sobre lo que nuestra vida “debe o debería” ser según lo que entendemos de los medios de comunicación, del cine, de los cuentos de la infancia, etc. son demasiado altas e irracionales, por lo que no llegamos a cumplir nuestros propósitos y metas, y obviamente, esto acarrea insatisfacción y frustración en la mayoría de los casos al no parecerse ni remotamente nuestro ¿cuento de hadas? con la vida que habíamos soñado.
 
Muchas personas ante estos planteamientos se exigen o se culpan aún más: “no estoy haciendo lo suficiente”, “si en el programa del otro día esta persona podía yo debería poder también”, “qué mala suerte tengo, todos consiguen ser felices menos yo”. Nos empeñamos en perseguir la perfección dejando de lado todo lo que ya tenemos en nuestras vidas: “eso no importa, quiero más, exactamente igual que lo que he visto por Facebook”, olvidando que no todo es lo que parece, que lo que está bien para una persona no tiene por qué valer para mí, en conclusión, que la vida debería ser más sencilla, viviendo el día a día de una manera mucho más natural, con objetivos de superación, pero no con tantas condiciones.
 
Tener una actitud de superación está bien, nos permite salir de nuestra zona de confort y buscar nuevos objetivos vitales, nos permite mejorar la versión de nosotros mismos, pero cuando nada nos satisface y sólo queremos más y más estamos perdiendo parte de nuestra vida y de nuestra identidad.
 
Las exigencias más comunes y que provocan mayor frustración están relacionadas con la felicidad y el tipo de relación de pareja que deberíamos tener, la economía y el nivel al que queremos aspirar para conseguir todo lo que la publicidad nos muestra como necesario para nuestra felicidad, el aspecto físico en base a los estándares de belleza establecidos en nuestra sociedad y cultura, las relaciones sociales e intentar caer bien a todo el mundo para que no nos critique absolutamente nadie, sacar notas excelentes en cada uno de los exámenes, no tener ni un solo error en mi puesto de trabajo, etc.
 
Exigencias en general tan altas que cuando no se cumplen aparecen nuestras queridas o temidas insatisfacción y frustración habituales, que van asociadas a la inseguridad, la baja autoestima, la desmotivación y en general todo aquello que nos hace perseguir la perfección para intentar ser más felices.
 
Se nos olvida que la felicidad no es grandes cosas, ni para todo el mundo es igual, no por exigirte menos te convertirás en una persona indeseable, hay puntos intermedios, es bueno que te exijas pero no hasta el límite de tu insatisfacción con todo, aprende a aceptar los errores o las decepciones, no te definas por ellos, descompon tus metas en objetivos realistas, aprende a ser feliz con las cosas que tienes en este momento y piensa en el futuro solo para perseguir ilusión y mejora personal, no para dejar de vivir este instante.
 
Laura Ruiz Jurado
Psicóloga

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